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Las palabras olvidadas de Elisabeth Mulder

Las palabras olvidadas de Elisabeth Mulder
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Fue una de las mejores autoras de su generación, pero Elisabeth Mulder optó por no adscribirse a ningún bando. Tal vez eso es lo que ha provocado que su voz haya quedado injustamente silenciada. Ahora la Fundación Banco Santander ha recuperado su palabra en el libro «Sinfonía en rojo», donde podemos conocer su obra como novelista, cuentista, poeta y articulista. Tal y como explicó ayer el escritor Juan Manuel de Prada, responsable de la edición, Mulder es hoy «un misterio. Cuando leí su obra me quedé perplejo por el hecho de que no fuera considerada una de las grandes. Me sorprendió que no se supiera de ella».

La autora ahora reivindicada fue, según De Prada, «una mujer muy precoz que empieza a publicar a los veinte años. Escribe poesía con una recepción notable, pero al filo de 1930 tiene que colgar su pluma de poeta e iniciar su andadura como narradora». En este sentido, apuntó que «era una moderna que no se conformaba con poco sino con mucho, una mujer con un gusto literario excepcional». Cuando se le preguntó al responsable de la edición por cómo definiría la obra de Mulder apuntó que «en la poesía se desnuda y en la prosa se esconde»,

En las páginas de Elisabeth Mulder puede percibirse la huella de nombres a los que admiró, como Somerset Maugham y Katherine Mansfield, a los que dedicó también artículos en las páginas de «Ínsula», una de las publicaciones en las que escribió, aunque en esta también fue la responsable de una sección dedicada a la literatura extranjera. Fue allí donde habló de autores que aún no eran extensamente conocidos para los lectores de ese tiempo, como son los casos de André Gide, Cyril Connolly, D.H. Lawrence, Antoine de Saint-Exupéry y Dolly Latz, artículos que pueden leerse en esta edición.

El volumen se abre con la primera novela de la autora, «La historia de Java», publicada en 1935, y que para Juan Manuel de Prada es «una obra maestra. Es la historia de una gata que no quiere amos. A través de esta alegoría realiza una gran parábola sobre el alma femenina». El libro logró muchos adeptos en su época y uno de ellos fue el último presidente de la República, Manuel Azaña, quien, según se dice, envió un motorista a casa de Mulder para que le diera un ejemplar de «La historia de Java» para poder llevárselo con él al exilio.

La narrativa de Mulder poco tiene que ver con la que hacen por esas fechas otros compañeros de armas literarias, como Camilo José Cela o Miguel Delibes. Mulder opta por «repudiar el tremendismo de los años 40 y también la novela social. Nunca escribió novelas ideológicas, aunque sí habla de su tiempo. Se la comparó con Somerset Maugham. En sus novelas hay personajes heridos por tramas, por dolores secretos», concluyó De Prada.