Las veleidades amorosas de Alfonso XII
Aunque el monarca se prendó de su prima nada más verla no le fue fiel ni antes ni después de casarse
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Era evidente que María de las Mercedes de Orleáns y Borbón (1860-1878), enamorada hasta el tuétano de su príncipe azul, el rey Alfonso XII, ignoraba la existencia de una carta conservada en la Real Academia de la Historia como el más preciado tesoro. Una de esas epístolas que quitan el hipo y que serviría por sí sola para derribar en parte la hermosa pero engañosa leyenda llevada al cine en España en la célebre película «¿Dónde vas Alfonso XII?».
Aludimos a un despacho reservado, fechado el 3 de diciembre de 1877 –tan sólo cinco días antes de la misiva de Antonio de Orleáns a Alfonso XII aceptando el primero encantado la petición de mano de su hija–, del marqués de Molins a Cánovas del Castillo donde el embajador daba cuenta de la grave confesión que hizo la reina Isabel II, molesta sin duda por el casamiento de su hijo con la hija de su odiado Montpensier, sobre la disipada vida de Alfonso XII: «Dice aquella persona [la reina madre] que no sabe por qué a ella se le exige la continencia, cuando el novio [Alfonso XII] tiene éstas y las otras, y aquí los nombres, y que ha estipulado la continuación de N., y volvió a nombrarla, en su servidumbre de casado».
La carta evidenciaba así que, en pleno idilio con María de las Mercedes de Orleáns y Borbón, y solo un mes antes de casarse con ella, el joven rey no solo «tenía a éstas y las otras», sino que se proponía introducir a una de ellas en su servicio íntimo tras su boda. Tampoco sabía entonces María de las Mercedes que su futuro esposo se había quedado prendado también de la cantante de ópera Elena Sanz desde la primera vez que la vio, con tan solo quince años. El entonces príncipe Alfonso se hallaba en el Theresianum de Viena, adonde se había trasladado para proseguir sus estudios iniciados en el colegio Stanislás de París.
Actuación en el Imperial
Fue su propia madre, Isabel II, ante quien ya había cantado Elena Sanz en el palacio de Basilewski, la que convenció a la joven para que visitase luego a su hijo en el Theresianum de Viena, ciudad a la que se dirigía para actuar en el teatro Imperial. «Hoy vendrá a verme la Elena Sanz», suspiraba Alfonso a su madre, en una carta del 19 de diciembre de 1871... ¡Doce meses antes del flechazo con María de las Mercedes, tras visitarla en el palacio de Randam!
Nada más ver a Elena Sanz, en el Colegio Teresiano, Alfonso se sintió anonadado por aquella exuberante mujer, quien, para colmo de atracción en un adolescente, era ocho años mayor que él. Testigo presencial del primer encuentro de Alfonso y Elena, el simpar cronista Benito Pérez Galdós relataba así el romántico momento, incluido en sus «Episodios Nacionales»: «Ello fue que al ir Elenita a despedirse de Su Majestad, pues tenía que partir para Viena, donde se había contratado por no sé qué número de funciones, Isabel II, con aquella bondad efusiva y un tanto candorosa que fue siempre faceta principal de su carácter, le dijo: “¡Ay, hija, qué gusto me das! ¿Con que vas a Viena? ¡Cuánto me alegro! Pues, mira, has de hacer una visita a mi hijo Alfonso, que está, como sabes, en el Colegio Teresiano. ¿Lo harás, hija mía?” [...] En tanto, el joven Alfonso, pálido y confuso, no podía ocultar la profunda emoción que sentía frente a su hechicera compatriota... [Al partir Elena Sanz] las bromas picantes y las felicitaciones ardorosas de “los Teresianos” a su regio compañero quedaron en la mente del hijo de Isabel II como sensación dulcísima que jamás había de borrarse».
Todavía el 4 de octubre de 1877, desposado ya con María de las Mercedes, Alfonso XII volvió a ver a su idolatrada Elena Sanz en el Teatro Real de Madrid. Esta vez, el tenor roncalés Julián Gayarre cantó la ópera «La favorita», de Donizetti. Y, casualidades de la vida, la protagonista era precisamente la favorita del rey en la vida real: Elena Sanz. Alfonso exigió a su amante que se retirase de los escenarios y guardase completo silencio; a cambio, la instaló en un luminoso pisito de la antigua Cuesta del Carnero, hoy calle de Goya, esquina con Castellana, donde la visitaba con frecuencia. De su relación extramatrimonial nacieron dos hijos: Alfonso, el 28 de enero de 1880, y Fernando, al año siguiente, ambos durante el segundo matrimonio del monarca con la reina María Cristina de Habsburgo.
Un flechazo real
Alfonso XII bebió los vientos por su dulce prima María de las Mercedes; o al menos eso parecía desprenderse de lo que él mismo escribió tras visitarla en el palacio de Randam: «Mercedes apareció ante mis ojos como la imagen perfecta de la felicidad y la virtud». El flechazo sobrevino justo después de Navidad, el 26 de diciembre de 1872, durante la visita del adolescente príncipe y de su madre Isabel II a aquel palacio, próximo a Vichy. Mercedes cautivó a su primo carnal nada más dejarse ver, lo cual no resultaba extraño a juzgar por los piropos dedicados a la infanta por la superiora de su colegio de la Asunción de Auteil, la madre Eugenia de Jesús: «Dulce, encantadora, con sus trece años promete ser muy hermosa, tiene los ojos oscuros, brillantes y llenos de expresión, su cabello es negro mate y lo lleva dividido en dos trenzas sujetas detrás de la cabeza».