Léger: muera el arte elitista
El Instituto Valenciano de Arte Moderno reúne una completa exposición del francés que recorre todas las parcelas de su obra y pone de manifiesto su caracter social y su necesidad de ser comprendido.
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El Instituto Valenciano de Arte Moderno reúne una completa exposición del francés que recorre todas las parcelas de su obra y pone de manifiesto su caracter social y su necesidad de ser comprendido.
Después de cumplir el servicio militar –hablamos de los primeros años del siglo pasado– Fernand Léger (Argentan, 1881-Gif-sur-Yvette, Francia, 1955) dedicó todos sus esfuerzos al mundo del arte. Como no pudo entrar en la Academia de Bellas Artes, lo hizo en la de Artes Decorativas, que algo tenía que ver. Eran aquellos tiempos de estudiante en los que se dejaba caer por el Museo del Louvre, donde el impresionismo reinaba. Degustaba aquel alimento para el espíritu, aunque se dejó contagiar lo justo en sus primeras obras, fechadas en 1905, y miró hacia Cézanne. Los cubistas estaban tomando casi la delantera, y el joven viró los ojos hacia Picasso y Braque. Fueron los tiempos en que la máquina tomó el poder y las cuatro ruedas se empezaron a multiplicar. «La vida moderna», que así se denomina la exposición de su obra que ahora se presenta en el Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM), que reúne más de una cincuentena de pinturas y dibujos, además de un fotomural a gran escala, películas, diseños gráficos, libros y telas que nos refieren cómo era el París de principios del siglo pasado. Se trata de la primera gran muestra que se presenta en un museo español en los últimos veinte años dedicada a ofrecer una visión completa de su trabajo.
Léger fue un artista imbuido por la época y el ambiente que le tocó vivir. La turbulencia de un periodo en el que la guerra asoma y acaba por tomar Europa mientras él no permanece como mero observador, sino como un sujeto que siente que el arte puede hacer algo frente a lo que tiene ante sus ojos. Para el comisario, Darren Phi, «Léger entendió que debía cambiar el lenguaje de la pintura. Aunque en sus obras veamos formas abstractas, resultan reconocibles, lo que enlaza con las obras de cubistas como Picasso o Braque». A partir de encontrar su propio estilo, su historia se ensancha, se abre y se ramifica dejando como legado una obra exquisita y enorme. No obstante, no se mueve solo en un plano estético. Estaba convencido de que el arte debía estar ligado a la realidad social de su tiempo. Y en su caso se trata de una sociedad industrial y urbana. «Creía que en todos los objetos cotidianos podemos encontrar la belleza», asegura Phi sobre la obra «Nature morte à la chope de bière» (1921), en la que se reconoce una jarra de cerveza en primer plano, que él distingue y saca del anonimato para otorgarle una nueva vida, un peso y un valor. Su obra «quiere conectar con la clase obrera, quiere crear un arte para toda la sociedad».
Las tuercas de Chaplin
Imaginamos a Léger como parte de esos «Tiempos modernos» tan alienantes de los que con una ironía tan sutilísima como magistral se burlaba Charles Chaplin. Le visualizamos, no apretando tuercas, sino utilizando el lienzo para hablar de una lucha de clases que ya era un hecho (después de la Segunda Guerra Mundial se afilia al Partido Comunista). La creciente industrialización había hecho mella en el creador, el frenesí que se respiraba en la época (¿qué haría nuestro protagonista en un mundo tan digitalmente enredado como el que vivimos?), los letreros de neón, que saludaban con desfachatez la llegada de otros tiempos y que iluminaban todo París. Unas luces que le llevaron hacia la imagen en movimiento, el cine, por el que sintió una verdadera fascinación.
Así, junto a las obras que expresan la vivacidad y el bullicio de los nuevos tiempos, la exposición también incluye, entre otros trabajos, la película experimental «Ballet mécanique» (1924) que el artista realizó en colaboración con Dudley Murphy y Man Ray. «Entendió que el cine era un nuevo medio de expresión válido para llegar a las masas», subraya el comisario, al tiempo que José Miguel Cortés, director del IVAM, incide en «la importancia que tenía en las vanguardias el caracter interdisciplinar y que en él, en su obra, se observa de una manera clara, pues es un creador completo que hace muchas cosas y todas bien: pinta, dibuja, rueda, escribe, hace carteles. Estaba bastante influido por la época que le tocó vivir y en aquellos años ser moderno tenía bastante que ver con hacer cine. Y él no lo dejó de lado. Era la técnica que representaba la modernidad. Sus escritos teóricos, por ejemplo, demuestran la gran capacidad intelectual que poseía», concluye.
De una de las salas de la muestra, la tercera, cuelga el foto mural que Léger realizó con la arquitecta Charlotte Perriand para el Pabellón de Agricultura de la Exposición Internacional de París en 1937 y que ocupa toda la pared. «La pintura de caballete es estrictamente individual, mientras que la mural es de un orden intrínsecamente colectivo», decía el artista.
Cortés se felicita de que una exposición de estas características tenga a Valencia como escenario:«Léger es un clásico artista de vanguardia». Así le define, y añade que de él resalta «su preocupación por investigar los lenguajes formales del arte, al tiempo que incide en su preocupación social, en el sentido de hacer una obra accesible y entendible para todos. No quiere un arte elitista, sino para todos», subraya. Este corpus que abarca de la A a la Z sobre el creador galo, reúne desde los comienzos en los que se fija en Picasso o Miró hasta el periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial, entre los años 40 y 50, en que su trabajo está más vinculado al Pop Art y se antoja claramente figurativo», comenta Cortés. Tanto es así que anunció la presentación de la exposición sobre el Equipo Crónica y las vanguardias, que ahondará en los vínculos de artistas como Léger con este grupo de creadores.
¿Un mundo mejor?
Para el responsable del centro de arte «incluso en sus obras más figurativas hallas algún elementos abstracto, y viceversa. Todo estaba entonces más mezclado y complementado, y eso dotaba de riqueza a la producción. No obstante, el suyo es un lenguje muy individual, algo que se aprecia, sobre todo, en su última etapa. A él le sucede como le pasa a algunas de las figuras de Picasso o como a la estrella de Miró, que nada más verlas sabes del artista que se trata. Con Léger también sucede», explica y remite a la pieza que presenta esta ambiciosa muestra, «Les constructeurs», de 1950, una obra en que aparecen reflejado un grupo de obreros, de trabajadores que no solo están levantado una obra, sino que construyen un mundo nuevo y mejor: «Su obra va mucha más allá de la decoración. Se le puede ver como un artista optimista o como un idealista , si me apuras. ¿Hay algo de malo en ello? Es posible que lo fuera, quizá por ese caracter que imprimen los colores planos, muy vivos, muy fáciles y atractivos, a una parte importante de su producción. Él deseaba un mundo más armónico en el que no hubiera tantas desigualdades», a lo que Phi añade que esos obreros lo que simbolizan es «que la unión hace la fuerza». Cortés se pregunta, y de paso arroja el guante para que nosotros lo recojamos, cómo pueden tener hoy tanta vigencia y actualidad obras suyas pintadas hace un siglo: «Si lo miramos con detenimiento nos pueden enseñar muchas cosas. Hay que saber mirarlos», dice.