¿A quién admira Jane Austen?
Publicada en 1778 de manera anónima, pues era mal visto que las mujeres escribieran, «Evelina o historia de una joven dama en su entrada en sociedad» deslumbraría veinte años después a una joven que estaba preparando una novela denominada «Impresiones». Esa joven se llamaba Jane Austen, y la obra que tenía entre manos, la futura «Orgullo y prejuicio», cuyo título cambió a partir de unas palabras de un personaje de la obra de su admirada Frances Burney. Así lo explica Susanna González en el posfacio de esta edición majestuosa traducida junto a Eva María González Pardo y, en efecto, el lector hallará concomitancias con la historia entre Elizabeth y Darcy.
El tomo está acompañado de los dibujos de Hugh Thomson, que tantos libros de Austen ilustró hacia el año 1900, por cierto. Se trata de una ocasión inmejorable para conocer a una autora cuya vida –dama de la reina en la corte del loco Jorge III, casada con un general que luchó contra Napoleón y exiliada en Francia diez años– y obra –cuatro novelas, varios dramas y un extenso diario, fenomenal para conocer la Inglaterra de finales del siglo XVIII e inicios del XIX– nos eran inéditas en español.
Burney es una artista eminentemente irónica. Tal cosa ya se percibe en el prefacio, donde pone de manifiesto la falta de reputación de los novelistas, así como en una nota previa titulada «A los autores de las revistas mensuales de crítica literaria», en la que reclama atención y desprecia a los críticos a partes iguales. Así las cosas, avisa de que a continuación se contará cómo una joven de diecisiete años se adentra «en el grande y ajetreado escenario de la vida». El meollo de la cuestión se desarrollará, de forma epistolar, enfrentando a esa chica bellísima, sensible e inocente con una sociedad llena de hombres que la pretenden y de mujeres que la envidian. Y como trasfondo y razón de ser, surgirá el amor noble, el orgullo y el prejuicio, y una ascendencia familiar tan trágica como sorprendente.