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Clinton, Patterson y los veinte «negros»

larazon

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Una pregunta obligada ante el thriller político escrito al alimón por el 42º presidente de los EE UU y James Patterson, uno de los escritores más vendidos del mundo, es cómo se reparte la autoría de la novela. La respuesta, en apariencia abstrusa la ha contestado de forma matemática un análisis «estilométrico» de la autoría: una computadora descubre quién y en qué proporción escribió el texto cada autor. No obstante, no hace falta ser Hal 9000 para percatarse de que el dúo Clinton-Patterson es una UTE, Unión Temporal de Empresas, en la que el expresidente despliega su experiencia en la Casa Blanca, sus conocimientos del mundo de la política local y global, la tekné, mientras que el experimentado novelista, con veinte «negros» a bordo, aporta la ciencia: la estructura de la novela, la trama y el conocimiento literario, permitiendo a Bill Clinton que maree la perdiz un poco por aquí y otro poco por allá. Justo lo que concluye el análisis estilométrico, que Clinton contribuyó de forma definitiva en el tramo final de la nueva novela.
«Capitalismo literario»
Abandonado el análisis computacional de Maciej Eder, es relativamente fácil determinar lo que James O'Sullivan llama el «capitalismo literario». No sólo es la proporción de la autoría lo que hace interesante o tedioso un libro escrita por dos autores, sino la feliz conjunción de saberes lo que hace de él una sorprendente novela escrita por un monstruo de Frankenstein cuyas piezas crujen cuando Clinton ralentiza la acción con los entresijos políticos y las luchas intestinas de la Casa Blanca, y refulgen cuando los «negros» de Petterson sacan su artillería y combinan con eficacia las piezas que componen un thriller político de intriga internacional, con suspense, agentes secretos y mucha acción.
Siendo generoso con el ex presidente, cabría decir que su aportación es moderada. Conoce los entresijos del poder. Pone al servicio de la intriga la verosimilitud de quien ha conocido a los mandatarios y pueden trufar con anécdotas curiosas el relato, pero sus pretensiones son mitificarse hasta convertirse en un héroe de acción. A la altura del resto, todo pura y divertida exageración. Ciberataques brutales que pueden colapsar el mundo y malvados de manual en los que el lector proyecte al terrorista universal.
Nadie podrá achacar al título falta de acción. La hay a raudales. Ni de una sicaria ejecutora de metro setenta y cinco, botas de Gucci y melena color rojo intenso. De pechos abundantes y piernas largas. Gafas de Ferragamo y un rifle automático negro mate. Como los virus «wiper» y los ciberataques globales son parte fundamental de una trama al día, los autores SL consideran que «el ciberterrorismo es el Salvaje Oeste». Sobre todo, el «internet de las cosas», núcleo de la trama: hasta qué punto dependemos de la red en nuestra vida como para que un apgón pueda devolvernos a la Edad Media. Por momentos escalofriante, es un ejercicio de prestidigitación que atrapa desde el suspense inicial hasta el desenfrenado final.