Con los puños bien cerrados
Ningún otro deporte ha estado tan relacionado con la literatura como el boxeo. La lista de los escritores que practicaron o que escribieron sobre el arte del pugilato es inmensa y todo parece indicar que siempre habrá un autor nuevo dispuesto a subirse al cuadrilátero de la literatura para escribir un relato más sobre este deporte milenario, tal como lo hicieron en su día Norman Mailer, Truman Capote, Gay Talese, Joyce Carol Oates, Bernardo Kordon, Julio Cortázar, Jack London, Ernst Hemingway, Julio Cortázar, Thom Jones y tantos otros. «Besos a la luz de la lona» es, en ese sentido, un claro ejemplo de ello. Prologado por Quique Peinado, el libro reúne una serie de relatos (seleccionados por el crítico Enrique Turpin) que giran alrededor del ring. Agrupados de dos en dos, como si se tratara de un combate, y según las categorías típicas del pugilato (pesado, pluma, crucero, mosca), en este libro aparecen relatos boxísticos de grandes nombres de la literatura hispanoamericana como Ricardo Piglia, Fernando Ayala o Gonzalo Suárez, aunque también hay una coda final con un clásico del género: «Por un bistec», de Jack London, el único escritor foráneo en lengua española que figura en la antología.
«El boxeo nos enfrenta a lo que somos y a lo que podemos ser sin artificios», señala Peinado en el prólogo como una manera de marcar el tono del libro. Y agrega: «La primera advertencia útil que se le acostumbra a dar a un boxeador es la misma que debiera recibir cualquiera que desee iniciarse en la lectura: no cerrar nunca los ojos».
Así, con los ojos bien abiertos y con los puños bien cerrados, este libro es un recorrido fascinante por el universo pugilístico, un universo que tiene mucho de épica y de una épica relacionada, además, con la derrota. Pero también un registro minucioso de lo que autores de un lado y otro del Atlántico, como Josep Maria de Sagarra, Juan Villoro, Arroyo, Fontanarrosa, Eduardo Halfon, Onetti, y muchos, muchos más, han escrito sobre el boxeo, ese deporte tan parecido al arte y en el que lo más importante no es saber defenderse ni saber derribar al otro, sino saber pelear con uno mismo. Como en la vida, como en la literatura.