De ningún lugar
Aleksandar Hemon es un inmigrante, un desplazado. Ha cambiado no solamente de país y de continente, sino que también tuvo que desplazarse de lengua. Desde que llegó a Chicago poco antes de que estallara la guerra de los Balcanes y de que se fuera primero él y después sus padres de Sarajevo, se ha quedado sin patria, pero al menos ha construido un lugar: su entorno, su literatura, su vida cotidiana y su nueva lengua, el inglés, con la que escribe desde entonces sus libros.
Este hombre de ninguna parte, como se tituló una de sus novelas, publica ahora «El libro de mis vidas», un conjunto de textos breves donde revela su mundo más íntimo: su adolescencia en Sarajevo, sus antepasados llegaron huyendo de Ucrania, sus inicios en el periodismo en una ciudad que se convertiría pronto en llamas, que sufriría el asedio más largo que se conoce en la historia de las guerras, y su lenta adaptación a una condición que jamás había imaginado: la de haber nacido en un país que ya no existe, y de vivir en un país en el que no ha nacido.
Ese sentimiento de extranjería, que atraviesa prácticamente «Los libros de mis vidas», vuelve a ser el mayor rasgo de distinción de Hemon, autor también de «La cuestión de Bruno», «El proyecto Lázaro», un escritor que hizo del mundo un lugar propio porque sabe que ya, en fondo, no pertenece a ninguna parte.