El detective Cupido da en la diana
Un cambio de tendencia que viene observándose en la última hornada de novelas policíacas, sin importar el país de donde procedan, es la ambición de trascender el género mediante el costumbrismo, como si el género de intriga criminal, la investigación de un caso más o menos complejo no fuera suficiente y hubiera que ampliar el campo de batalla al mundo personal y social del detective y describir, a imagen de una novela río, cualesquiera de las historias paralelas que acontecen en el discurrir de las investigaciones policiacas de estas extensas sagas criminales. No es que falte síntesis, que suele faltar, sino que han convertido la novela negra en la gran novela costumbrista popular, con pretensiones de crítica social y denuncia de la corrupción política, de los último veinte años.
Cada vez más, la acción se traslada de la ciudad al campo, dándose la paradoja de que un género eminentemente urbano ha dado paso, gracias a los escritores polares nórdicos, a la novela negra rural. Unas con referencia a espacios míticos como en la trilogía del Baztán, de Dolores Redondo, y otras con la especulación inmobiliaria y política de la costa valenciana como en «Los cuerpos extraños», de Lorenzo Silva, o los molinos eólicos y la amoralidad corrupta de los ejecutivos de las grandes empresas en la nueva aventura de Ricardo Cupido en «Mistralia».
Imaginaria Breda
El caso de este detective es singular, ya que lleva protagonizando siete novelas, desde «El nacimiento de Cupido», de 1993, continuada con la que se considera como su mejor obra, «Contrarreloj», de 2007, hasta «Mistralia», en la que al investigador privado de la imaginaria Breda, un pueblo al norte de Extremadura, se le describe aureolado por tres dones: «Para el amor, para trabajar como detective y poner orden en el caos y para ganar dinero». Nada más cierto. La verdad es que Ricardo Cupido es un personaje bien definido por el autor, un detective de provincias tenaz y racional que analiza de forma metódica las pruebas y motivaciones y busca resolver el suicidio de una mujer, ahorcada en un aerogenerador, atrapado entre las ambiciones de los lugareños que quieren vender sus tierras y una empresa eólica empeñada que quiere ampliar su negocio. En cierto modo, la actitud reposada y metódica de este detective local, culto y con veleidades filosóficas recuerda a Maigret por su paciencia, mesura y parsimonia con la que recaba datos, le da vueltas a las pruebas y logra desentrañar el misterio. En su perfil no faltan las reflexiones ecologistas mesuradas, sus dudas sobre la moralidad y cierta languidez vital. Literariamente sus novelas son similares a su personaje: impecables. Escribe con una prosa eficaz y plantea intrigas apegadas a la realidad española.