El humanismo en verso de Carlos Barral
Dentro de la generación poética de los pasados años cincuenta la obra y personalidad de Jaime Gil de Biedma ha ensombrecido algo la lírica de autores tan destacados como José Agustín Goytisolo, Alfonso Costafreda, Enrique Badosa y Carlos Barral. Bien es cierto que de este último se ha publicado recientemente su obra poética completa, pero otra cosa es la edición unitaria de poemarios que, en su día, constituyeron un hito literario y que requieren una anotada y precisa lectura actual. Es el caso de «Metropolitano» (1957), libro que venía a definir de modo algo hermético, aunque no impenetrable, los formantes esenciales de ese grupo: vocación de felicidad personal, soterrada oposición antifranquista, prosaísmo coloquial, culturalismo de ascendencia francesa y anglosajona, valoración extrema de la amistad generacional y machadiana conciencia de la temporalidad.
Esta modélica edición de Juan José Rastrollo desvela, a través de una concluyente introducción y aclaratorias notas, las claves de unos versos de renovada vigencia y efectiva emotividad. Comprobamos así la profunda formación humanística del poeta, sus selectivos procesos creativos, el sentido oculto de elaboradas metáforas, una velada impronta existencial y un concepto nostálgico y sentimental de la realidad lejos de la tópica frialdad expresiva que se le ha atribuido. Y aparece también la característica figuración barraliana de quien construyó un personaje con la propia identidad poética: lúdico navegante, plácido fumador y bebedor animoso, ingenioso coloquialismo de erudita tertulia, estudiado descuido vestimental, festiva condición de la inteligencia y decidida imbricación de la vida en la literatura. Bajo la huella de Mallarmé, Catulo o Rilke, regresa perfectamente editada una escritura de la contemplación conceptual, la culta emotividad y el meditado vivir.