Haikus con mucha vista
A medio camino entre pensamiento súbito, ironía, anécdota, biografía implícita del poeta y guiño a la tradición y a lo telúrico, nacen estos haikus compilados en el topónimo grancanario «Ojos de garza». El resultado de un confesable vicio por la concisión y la belleza son estos tercetos punzantes consolidados por el maestro zen Matsuo Basho en el siglo XVII. La tinta en la que moja sus versos es la de quien trabaja por demostrar la alianza entre revelación y discernimiento. Intención sincrética donde el poeta practica la acrobacia del verbo y la sinestesia del concepto en ese cruce de caminos de tres versos.
Mediante la paradoja, la asociación de ideas, las evocaciones crepusculares y la ironía, estos haikus impactan frontalmente con la mecánica de la razón, trascendiéndola. Pensar sin pensar, hasta llegar a un despertar de la conciencia. Sólo pueden abordarse desde un estado de gracia donde el observador se funde con lo observado –Krishnamurti dixit– diluyéndose la distancia entre el momento presente y la eternidad, allí donde el pensamiento es instantáneo, sin intervención de la memoria.
Levedad, hermetismo, hondura, ironía, ondulación, intertextualidad (Novalis, Zambrano...) el autor sabe que el hacedor de haikus con mera intención formal realiza manchas de tinta, por lo que carece de «espíritu de provecho» (mushotoku). Cuando uno piensa en Schlegel, Novalis o los filósofos súbitos alemanes, siente que a España le han faltado grandes miniaturistas. Antonio Puente va por el mejor de los senderos; no en vano, sabe acatar la máxima: brevedad, cuán larga eres.