Ibáñez, medio siglo de tebeos que lo fueron todo para una generación
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Una exposición que el Círculo de Bellas Artes de Madrid dedica al dibujante Francisco Ibáñez, uno de los mejores creadores españoles de historietas, remueve cálidamente la memoria de toda una generación que no tuvo más entretenimiento que sus tebeos a través de un recorrido por su obra.
Un homenaje que se podrá ver hasta el próximo 18 de enero y que el dibujante ha preferido bendecir desde su Barcelona natal, donde sigue trabajando a pesar de sus 78 años, aunque “le hubiera encantado venir”, le ha disculpado la comisaria de la muestra, Elena Vergara.
Con más de un centenar de piezas únicas, entre revistas publicadas desde los años cincuenta hasta la actualidad y una amplia recopilación de artículos de “merchandising”, la exposición muestra también 23 dibujos originales propiedad del actor (y dibujante y “fan” de Ibáñez) Carlos Areces, que los ha cedido para la ocasión.
Se trata de la muestra “más política” que podía permitirse “en estos días convulsos” el Círculo de Bellas Artes, ha dicho su director, Juan Barja, quien, tras reconocer que aún “se ríe” con las historietas de Ibáñez, afirma encontrar similitudes entre la forma de actuar de “Pepe Gotera y Otilio” con lo pasa hoy en España.
“La chapuza nacional de la que no escapamos”, ha dicho Barja, o “los sucedáneos que vemos a diario”, como la sacarina del azúcar, la broma del dibujante con el nombre de su mítico botones, “bueno para nada”.
Porque Ibáñez es, probablemente, “el historietista español más conocido” gracias a personajes como Mortadelo y Filemón, el botones Sacarino o Rompetechos, prototipos de una época paradójicamente modernos, apunta Barja, quien, tímidamente, ha hecho notar que este viernes el argentino “Quino” recibe el Príncipe de Asturias de la Comunicación, añorando un reconocimiento similar para el español.
“Es que Ibáñez es un patrimonio de la Humanidad”, exagera el comisario Antonio Guiral, experto y coleccionista, quien de inmediato afirma que “desde luego, lo es para la cultura española”.
“Ibáñez ha sabido como nadie llegar al inconsciente colectivo humorístico de este país; él sabe cómo provocar la carcajada de la manera más directa y más sencilla posible. No por casualidad es un gran amante del ‘slapstick’, el cine mudo americano de humor, el de las persecuciones, los tropiezos, el tartazo, aunque esto no sea políticamente correcto”, dice Guiral.
O no lo es ahora, porque hace sesenta años, y más, cuando Ibáñez empezaba a crear sus historietas, no había siquiera una regulación jurídica del tema; es más, comenta el comisario, hasta 1958 no cambió la legislación sobre los asuntos que podían o no tratarse en un tebeo.
Así sucedió que, “La familia Trapisonda” (1960) pasó de estar formada por un padre, una madre, un hijo, un sobrino, una criada y un perro (lo cual no era considerado el prototipo de una familia católica de la época), a ser una pareja de hermanos que vivía con sus sobrinos.
“La censura” es, precisamente, uno de los apartados de esta exposición, que se contextualiza, como el resto de la muestra, con unos tablones explicativos.
Así, se explica que en las viñetas la presencia femenina debía ser “testimonial, asexuada y sólo como recurso cómico”; la ubicación de las historietas, neutra, sin sitios reconocibles, y (por supuesto) “ni una referencia a la política”.
Para Elena Vergara, gestora cultural de Tucutucu Producciones, organizadora privada de la muestra, Ibáñez es “un genio que ha sabido llegar a todo el mundo, porque cualquiera puede identificarse con alguno de sus personajes: o tienes un jefe que es como el Súper, o ves poco, como Rompetechos, o tus vecinos son como los de ‘13, rue del percebe’”.
Lo cual, estadísticamente, no debería ser difícil porque Ibáñez llegó a componer más de un centenar, incluidos los que hacía por encargo publicitario, como “PepsiMan”, “Kinito” o “Don Pedrito, que está como nunca”, con eslogan publicitario incluido, sin tener en cuenta que era una publicidad de un brandy y el tebeo, para niños.
Ibáñez (Barcelona, 1936) comenzó en la Editorial Bruguera, donde estuvo más de treinta años, para quien creó, entre otros, la serie de los detectives más caóticos de la literatura española, “Mortadelo y Filemón”.
“Gamberro, surrealista y humor espartano”, según Guiral, Ibáñez ha sido además fuente de inspiración para los jóvenes dibujantes, hoy más inclinados al manga.