Isabel San Sebastián: «Nos pasamos la vida entre la tendencia al bien y al mal»
Isabel San Sebastián reflexiona sobre los valores en «Un reino lejano». «UN REINO LEJANO». Isabel San Sebastián. Plaza & Janés. 464 págs. 21,16 eur. (e-book, 13,99)
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Gualterio Girgenti y su hijo Guillermo luchan en Jerusalén en la época de las cruzadas a las órdenes del emperador Federico II. Durante una escaramuza son apresados y enviados a las estepas asiáticas del Imperio mongol bajo un descendiente directo del temible Genghis Kan. Mientras, Braira, su mujer, queda en Barbastro guardando luto por ellos. Gualterio se aferra al recuerdo de su amada y se resiste a perder los vínculos que le unen al mundo que deja atrás, pero el hijo comienza a olvidarse de su madre y va adaptándose a sus captores. Sus destinos se entrelazarán con la reconquista de Mallorca y Valencia a los moriscos por Jaime I y la expansión del Reino de Aragón. Éste es el telón de fondo de «Un reino lejano». Isabel San Sebastián prefiere la Edad Media «porque es un periodo menos conocido y una época determinante para conocer el presente. Y porque tiene el halo de misterio suficiente para tejer la urdimbre de la trama con más comodidad». Aunque es una novela épica, advierte la autora que está cargada de simbolismo: «Es la comparación entre la civilización y la barbarie. Gualterio representa el espíritu de la caballería, la nobleza, la valentía, la lealtad, la amistad...Pugna por sus valores, que son los de Occidente, muy superiores a los de estos bárbaros y por eso quiere volver. Su hijo Guillermo se deja cautivar por el poder conseguido con brutalidad, está sometido por él. Su padre le recuerda sus valores. Unos intangibles -que ahora se llevan poco-, como la dignidad y el honor, que hay que recuperar frente al relativismo moral». Desde ese simbolismo, quiere reflejar la lucha entre el caballero y el bárbaro que todos llevamos dentro: «Todos nos pasamos la vida entre la tendencia al bien y al mal, entre la virtud y la vileza, una lucha que hemos de librar con nosotros mismos para que no prevalezca la parte mezquina que llevamos dentro».
La Cataluña histórica
Para San Sebastián, lo que nos redime es el amor y el intelecto: «Creo en el intelecto, pero por encima está el amor. Es el motor que mueve el mundo, aunque no hay que olvidar la fuerza de la envidia, el odio o el rencor». La novela refleja el momento en el que Europa asiste al nacimiento de las ciudades y «los ciudadanos libres al amparo de fueros y de murallas reales. La creación de una clase burguesa a través de los gremios libres de yugos feudales». Inés, amiga de Braira, es tejedora y refleja la lucha de la mujer. «En esos momentos tenían más libertad de la que tuvieron luego. Su opresión fue paulatina. Las casadas obedecían al marido, pero los fueros dieron derechos a las solteras y muchas contribuyeron al desarrollo económico en las mismas condiciones que los hombres».
En un momento, Guillermo va a la corte de doña Constanza y los catalanes se quejan de ser los más gravados por los tributos reales: «Es cierto y aparece en las crónicas, aunque Cataluña como tal nunca existió. Era el condado de Barcelona que pertenecía a la Corona de Aragón, a la que se unió por vía dinástica, y Barcelona, el puerto por donde Aragón se abría al Mediterráneo. Se cobraba un impuesto sobre el ganado que el rey Jaime I usaba para financiar la conquista de Valencia. Los nobles catalanes se quejaban de pagarlo, pero también ellos eran partícipes de esas guerras y del botín que obtenían en las victorias. Curiosamente, uno de los máximos dignatarios encargados de repartir el dinero y bienes incautados fue el obispo de Barcelona. Protestaban, pero se beneficiaban como todos los demás». Y concluye la autora, lo peor es «intentar cambiar la historia, utilizarla y tergiversarla en beneficio propio. La historia es la que es y no podemos reinventarla. Por eso es importante recuperar la verdad histórica».