Mark Twain a ritmo pop
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Antes que ninguna otra cosa, este es un libro de admiración a un país, Estados Unidos. Es, formalmente, una crónica de viajes poética, una libre recreación fantástica de un vasto territorio diverso y oculto, complejo y contradictorio como sólo España puede serlo. Manuel Vilas se exilia una temporada en el medio-oeste americano, en las estepas americanas (algo así como nuestra meseta norte, o quizá más como su Huesca natal), y se fija en todos los detalles, que le conducen a fascinantes digresiones. Se acerca a cada cosa con admiración y respeto, pero no tanto como para no inventarse todo un país a su antojo.
Vilas maneja como nadie la persona narrativa del siglo veintiuno, un tiempo en el que casi no distinguimos lo vivido realmente de lo visto por televisión, las canciones de nuestra voz, lo leído, lo imaginado y lo real. Un estado de conciencia difusa en el que nos mete un gol tras otro, como sin querer chutar a puerta. Inventa antepasados y conversaciones, y dialoga con Mark Twain mientras remoja sus pies en el Mississippi en medio de la noche, menudas trolas se marca. Pero de pronto ya estamos en su cabeza, seguimos el hilo de su pensamiento por donde nos quiera llevar, porque hay que hacerlo si un escritores capaz de vaticinar a Trump. «Wal-Mart no cierra jamás, como el corazón de un poeta», dice en referencia a unos grandes almacenes. Compara un icono del estilo de vida americano como son los sótanos («basements») con la psique colectiva, que se oculta a sí misma trastos viejos que son testigos de sus pecados favoritos como sociedad, y nos deja reflexiones como esta gema: «Eso ha sido el pop: una fantasía que nos dio razones para vivir más». El estilo, surreal, se corresponde con el fondo: Vilas pasa los días saltando por congresos de escritores, conferencias y mesas redondas. «Los grandes americanos son gente redimida, como Johnny Cash. Todos son ex alcohólicos y ex convictos. La superación de la caída, esa épica, esa fuerza, es lo mejor de ti», escribe casi a modo de despedida, antes de regalarnos, claro, tres poemas americanos.