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Martín Caparrós: «Los periodistas deben retomar la actitud del cazador»

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El periodista y escritor argentino reúne en “Lacrónica” sus mejores reportajes y una amplia colección de reflexiones sobre el ejercicio del periodismo
Destila Martín Caparros un aspecto fiero, de oficial prusiano, que va contradiciendo una conversación demorada, cercana. Acostumbra a aliviar las gravedades que van fluyendo en el diálogo con una sonrisa distante o un gesto que apuntala la irreversibilidad de algunas realidades. “Cada cierto tiempo imparto un taller en la Fundación García Márquez en Cartagena. Siempre me ha parecido curioso sentarse con colegas más jóvenes y pensar sobre lo que haces. A lo largo del tiempo y tener que comunicar mi experiencia, fui juntando materiales que me resultaron interesantes articular en un libro”. Ese volumen es “Lacrónica” (Círculo de tiza). El escritor viene aquí a dar su visión de un oficio que comenzó en una época donde los ordenadores no estaban extendidos y la red pertenecía a un futuro indefinido. Al lado de esa vieja guardia de periodistas curtidos, con bagaje, que devastaron su personalidad, acuñó un estilo, unas maneras. “No hay tanto para aprender si se quiere ser periodista. Sólo hay que saber mirar y escuchar; básicamente, hay que aprender a escribir, que es algo que se aprende leyendo y tener ciertas ideas, unas culturas sobre el mundo que no enseñan, precisamente, en un carrera. Las cosas más técnicas de este trabajo se aprenden entre tres meses como mucho. Esto no es operar un tumor. No entiendo el propósito de las carreras de periodismo, que son ambiguas. La formación de mi generación fue trabajar. Esto conserva aún algo de aprendizaje medieval. Ingresas en la fragua, primero te dedicas al fuelle y luego el herrero te da a hacer otr trabajo para a ver si puedes. No sé si es peor o mejor, pero así se ha hecho y no funcionaba peor que ahora. Lo que me sorprende mucho son los periodistas que han estudiado esta carrera y no leen. Es como desear tocar tocar un instrumento y no escuchar música. Nuestro lenguaje básico es el lenguaje y la única manera de construirlo se hace recibiendo buen lenguaje.
-¿Qué es “lacrónica”?
-Una forma indefinible de contar la realidad. La posibilidad de usar todos los recursos narrtivos para contar algo que has averiguado. Cuando has hecho tu trabajo de periodista y te has enterado de algo, te preguntas cómo llegar a los lectores. Entonces empleas recursos que los génreos literarios ponen a tu disposición. Para mí no existen fronteras literarias.
-Se ha echado la culpa de la decadencia del periodismo a varios aspectos, entre ellos, internet.
-Se culpa a internet de muchas cosas y podríamos enumerarlas y refutarlas, pero de lo que sí es culpable es de que los periodistas no pisen la calle, que trabajen googleando, wikipeando. Antes, cuando comencé a trabajar en un diario, para conseguir un dato había que ir a buscarlo. Eso te obligaba a salir, ver y te daba una realidad más rica, compleja y multiforme. Pero de lo que proporciona internet es la posibilidad de publicar un texto largo. Hay quien afirma que en la red no se leen reportajes largos. No es cierto. Cuando algo merece la pena, se lee. En este sentido, internet es útil. También proporciona algo bueno para los lectores. Un diario de papel es la visión del mundo de un director y unos editores que te dicen “esto es lo que tienes que saber del mundo hoy”. Pero tú hoy puedes navegar e ir a donde quieras. Es una mirada transversal. Eso es interesante, aunque probablemente no les guste a los directores y editores.
-Ahora se ejerce un periodismo muy televisivo.
-Las tertulias son una especie aparte. Para mí son un efecto secundario del columnismo. Es un columnismo de puesto de televisión, un columnismo senil del periodismo. A los periodistas, cuando ya estamos viejos y tenemos un poco de audiencia, nos da gusto opinar y nos dedicamos al columnismo. Eso está caricaturizado en la tertulia. Es una conquista a la que llegas. Alguien dice, este señor ya puede escribir columnas. Se ha ganado ese derecho. Existen algunas que son interesantes y otras a las que se les nota los doscientos euros que necesitaba el periodismo.
-Muchos periodistas prefieren escribir libros que son reportajes.
-Es cierto. Cada vez me sucede más. Necesito el largo aliento. Lo cual, difumina las fronteras entre el periodismo y la literatura. Muhcos periodistas consideran un corsé las redacciones. Trabajan para unos medios y otros. Y convierten un proyecto en un libro. En muchos casos es el espacio del mejor relato. Hace treinta o cuarenta años, muchos periodistas guardaban el manuscrito de una novela a punto de terminar en un cajón. Ahora es un libro de no ficción. En el fondo, es una continuidad de tu práctica cotidiana. Es más fácil.
-¿Qué es lo esencial en un periodista?
-Mirar. Vivimos en un mundo sin apenas amenazas. No miramos en serio porque el camino es conocido. Hay que retormar a la actitud del cazador. Debes permanecer atento a las liebres que saltan a tu alrededor. Una buena crónica se escribe a partir de las liebres que ves. Luego puedes contar con la prosa, pero sin la mirada no tienes materia para contar.
-Qué le ha sorprendido del hombre a lo largo de sus reportajes.
-Existen muchas cosas, pero una me atrae la atención: la apetencia de poder, cómo las personas manifestan alguna clase de poder, aunque sea un poder ínfimo, ridículo, como el de esa persona que te indica que por aquí no se puede pasar. Ese individuo ejerce un poder menor, pero lo está ejerciendo al impedir hacer algo. Eso me impresiona. Y está muy arraigado. El presidente de gobierno posee un poder serio. Pero ver a esa gente intentando manifestar un poder menor, me impresiona. Lo que me sigue interesando son las formas más nimias del poder.