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Plimpton, el testigo indiscreto

larazon

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Hay una página en esta colección de artículos, «El hombre que estuvo allí», del periodista George Plimpton, en que nos cuenta cómo le han invitado a una cena con un grupo de personas, entre los que se encuentran Ernest Hemingway y el torero Antonio Ordóñez. Por otra parte, también había quedado con el novelista Norman Mailer. Lo que ocurrió a continuación, y cómo esos dos grandes monstruos literarios no llegaron a encontrarse esa noche, es, probablemente, una de las partes más divertidas y una de las historias mejor contadas que contiene este libro de uno de los fundadores del llamado Nuevo Periodismo: George Plimpton, un hombre que cuenta en su cirriculum con oficios diversos, como editor de revistas literarias, aventurero, partidario del «periodismo participativo», co-mo él lo llamaba, y que, a la vez, fue capaz de participar en actividades tan diversas y asombrosas como partidos de béisbol, combates de boxeo, en encuentros de fútbol americano e, incluso, en una curiosa competición de lanzamiento de herraduras con Bush en la Casa Blanca.Y describe todas estas anécdotas con gran rigor, con un inteligente sentido del humor y con su peculiar combinación de observador, cronista y participante en primera línea de la acción.
Siempre haciendo que el lector lo mismo repare en los planos generales que en la mirada de Plimpton a elementos casi fuera de plano, como los sombreros tejanos de Bush, el pollo a la francesa de Woody Allen o la visión de un hombre solo en las gradas de un estadio. Leer a Plimpton no sólo es acompañar la vida conradiana de unos corresponsales en el Zaire o estar cerca de Muhammad Ali, sino comprender que el periodismo es eso precisamente: estar allí.

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