Simplemente Marías
En la línea del mejor William Faulkner y bajo la ascendencia de nuestro Juan Benet, Javier Marías (Madrid, 1951) es un claro representante de la narrativa intelectual, objetiva, distanciada del protagonismo de la trama argumental, alejada de la tradición realista. Desde una emblemática novela como «Corazón tan blanco», la trilogía «Tu rostro mañana» o la reciente «Los enamoramientos» hemos asistido a la consolidación de un estilo literario propio, inimitable, marcado por la matizada caracterología de los personajes, el enigmático transcurso de la trama y una tendencia a la justificada divagación discursiva que convierten esta ficción en una inteligente transgresión del viejo arte de contar una historia. Ahora en «Así empieza lo malo», en los años 80 de la Transición española, un director de cine, Eduardo Muriel, quien duda del presunto oscuro pasado de un buen amigo suyo, el doctor Jorge Van Vechten, encarga a su joven secretario personal, Juan de Vere, que averigüe qué hay de cierto en todo ello. Esta investigación se complicará con la presencia de Beatriz Noguera, esposa del cineasta, quien acabará desencadenando el sobrecogedor final de la historia. Más allá de unas concretas peripecias argumentales muy bien compuestas, se incide aquí en el ambiguo carácter de la realidad –«Cuando es del todo imposible saber la verdad, supongo que entonces tenemos la libertad de decidir qué lo es». (pág. 33)–, la persistencia de la memoria histórica y su congénita violencia, cierta atormentada convivencia matrimonial –entre Muriel y Beatriz–, la importancia social del engaño y la traición, el creativo probabilismo de imaginar lo que pudo haber sido y no fue, el inevitable paso del tiempo y la influencia de un inmediato pasado colectivo, con Juan de Vere rememorando todo ello desde su meditativa madurez y, sobre todo, el protagonismo de lo misterioso en la vida cotidiana, la presencia de un posible enigma de banal apariencia, aunque de decisiva importancia. Con asumida resignación existencial, se alude a las ya conocidas palabras de Shakespeare, «ahora empieza lo malo y lo peor queda atrás» (pág. 393), conformada expresión del inevitable azar que rige todo lo humano.
Con conocidos «cameos» de personajes reales, como el profesor Francisco Rico, un ritmo narrativo torrencial y absorbente, la minuciosa y significativa gestualidad de los personajes, la agilidad de sus diálogos, momentos de fingida erudición un punto autoirónica y una hábil intriga envolvente desarrollada en medio de enormes tensiones psicológicas, Marías ha conseguido una de sus más representativas novelas, un prodigio de eficaz y rigurosa literatura.