Antonio Pérez Henares: «Este Gobierno hace creer que el pecado original es sentirse español»
El periodista y escritor reivindica en su nueva novela, «El juglar», el germen de nuestra lengua e idiosincrasia nacional
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La pluma de Antonio Pérez Henares (Guadalajara, 1953) da a la Edad Media una pátina que cubre la fealdad con la que nos la pintaron en algunos textos. No borra nada, no cancela, no trufa la miseria o la superstición de la época, sino que nos descubre una de las mayores joyas históricas y literarias, «El Cantar de Mio Cid». Y lo hace a través de tres generaciones de juglares que protagonizan su último libro, «El juglar». Ellos fueron quienes vivieron y transmitieron las andanzas del guerrero más famoso de su época, Rodrigo Díaz de Vivar, El Cid.
Cuando habla, Pérez Henares, veterano periodista y escritor, nos cautiva como debieron de hacerlo aquellos trovadores que inundaban las ciudades de poesía e historias de hazañas bélicas y amor cortés de caballeros a damas de condición elevada. Y da la sensación de que las 500 páginas de su novela se le quedaron cortas. Ávido de belleza medieval, el tesoro que mejor custodia es su irrenunciable libertad de expresión.
¿Su interés por los juglares nace de una anécdota sentimental?
Mi abuelo Valentín me contaba historias y me recitaba versos como los de «Romance del prisionero»: «Que por mayo era, por mayo, cuando hace la calor…». No lo hacía como nada extraordinario. Los juglares son el inicio y la piedra angular de un idioma que hablan 600 millones de personas. Aquello que decía Gonzalo de Berceo, de hablar en román paladino y que pague con un buen vaso de vino, sigue vivo. Es verdad que yo fui a buscar al Cid, pero la historia me salió al encuentro.
En el Renacimiento florecieron genios como Leonardo y Miguel Ángel. ¿Por qué la Edad Media se quedó en lo tenebroso?
En nuestra memoria colectiva ha calado el brillo de otras épocas, pero la riqueza medieval es inmensa. Fueron siglos de esplendor de los que emergieron joyas culturales tan valiosas como «El Cantar de Mio Cid», un texto anónimo que ha sobrevivido al tiempo.
Los juglares no eran simples titiriteros callejeros a cambio de comida o unas monedas.
Fueron los narradores de una época, portadores de noticias, tradiciones, valores y conocimientos. Los palacios y los grandes salones les abrieron sus puertas y ellos convirtieron su oficio en un arte muy potente visual y emocionalmente.
¿Cuál es el mayor valor de «El Cantar de Mio Cid»?
En potencia, lirismo y emocionalidad, es equiparable a la «Ilíada». También en la fuerza de su héroe, Rodrigo Díaz de Vivar. Es un hombre valiente y libre con valores reconocibles universalmente, como la lealtad. Su relato posee una base histórica muy fuerte, aunque tenga su gran parte de leyenda. «El juglar» es el resultado de un trabajo de documentación muy minucioso que me ha permitido comprobar la veracidad de lo que cuenta «El Cantar» y su extraordinaria precisión topográfica.
Le han acusado de fascista...
Me río porque la política se ha ido apropiando del personaje columpiándole de derecha a izquierda. Durante la Guerra Civil, el Cid se convirtió en emblema conservador, igual que Don Pelayo, la batalla de Covadonga y otros signos medievales que fueron alzados por la propaganda del bando nacional. También las fuerzas de la izquierda reivindicaron su memoria y esos mismos emblemas aparecieron en su propaganda republicana. Y se fue repitiendo en los años siguientes. Santiago Abascal exaltó el patriotismo de Díaz de Vivar en el cierre de campaña de 2019 y apeló a su espíritu de resistencia: «Rendirse no es una opción para los españoles». El Cid no es patrimonio de nadie. Es un personaje del siglo XI que no se presta a los ojos partidistas del XXI.
¿Qué interés hay en arrebatarnos el orgullo de lo que somos?
Tenemos unos gobernantes empeñados en desprestigiar a España y han hecho que el mayor pecado original sea sentirse español. Reniegam incluso de la excelencia de la Transición. Su intento de cancelación es atroz. El último desvarío llega de Cultura, con un ministro, Ernest Urtasun, que dice que hay que descolonizar los museos nacionales. Quieren desvertebrar el país, pero los ciudadanos ya no consienten, están hartos de que insulten a sus abuelos contándoles milongas. La izquierda nunca fue así. Buero Vallejo, Machado o Hernández, intelectuales de izquierdas, se sintieron profundamente españoles. Incluso un elemento tan hermoso como es la lucha femenina se ha transformado en sus manos en puro delirio, en un burdo ataque a la mujer. Me duele.
¿Qué le aporta la literatura desde que abandonó las tertulias?
Libertad y calma para expresarme y exponer mis argumentos sin la cólera de quienes tratan de rebatirme alzando la voz.
¿A los 70 conserva su espíritu aventurero?
Mi próxima aventura tiene como destino Panamá, con Telmo Aldaz de la Quadra Salcedo y su expedición «Rumbo al Sur».