Luis Ramiro: «Lo más complicado es escribir sencillo»
Presenta «Poemas para infancias mal curadas» (Aguilar), en el que incluye todos los versos de «Rojo Chanel» y diez piezas nuevas
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Presenta «Poemas para infancias mal curadas» (Aguilar), en el que incluye todos los versos de «Rojo Chanel» y diez piezas nuevas
Luis Ramiro cuenta y canta historias. Comparte emociones en sonetos o en versos libres mientras fija sus ojos inmensos, de color indefinible, en el infinito. Una ingenua timidez, real o pretendida, contrasta con la solidez de su voz y su discurso. Con el sentido del que provee a sus palabras a las que exprime, retuerce y dota por fin de su significado de siempre. Aquel que un día tuvieron y más tarde perdieron o, tal vez, uno nuevo con el que a partir de ahora apuntarán directamente al corazón. «Poemas para infancias mal curadas» (Aguilar) es el último de sus títulos, en el que incluye todos los versos de «Rojo Chanel» y diez poemas nuevos. En el recuerdo quedan, ya para la eternidad, títulos deslumbrantes como «Te odio como nunca quise a nadie» o «Te quiero como siempre quise odiarte».
Algunos levantan la nariz, fruncen el ceño y dicen que su «poesía urbana» –así la califican– o quizá cotidiana, costumbrista, de lo real, es menos poesía... «Ya. Bueno, la forma que yo tengo de escribir es muy directa. Intento estar a ras del suelo por así decirlo. Entre mis canciones las hay un poco crípticas, con textos a los que es complicado encontrarles el sentido; pero no quiero que esto ocurra con lo que escribo. Cuando escribo quiero que el sentido esté muy claro y sea muy directo, y que la historia que quiero contar no sea otra distinta de la que quiero contar; luego, si la gente se ve reflejada, pues bienvenida sea. Pero deseo escribir sencillo. Para mí lo más complicado es escribir sencillo». La sencillez, divino tesoro tantas veces olvidado por escritores que pretenden que un estilo grueso tape su falta de profundidad, o la falta de visión propia, o de ideas. Si se tiene algo que decir, qué maestría si se hace con sencillez. «Poner palabras complicadas o reunirlas en textos que acaban siendo complicados... Los sentimientos que yo intento plasmar, tanto de amor como de encuentros, desencuentros o amistades, tienen que ver con la vida cotidiana, con lo que nos pasa. ¿Urbanos? Así los llaman...».
Será porque están en la calle; porque también en la calle son reconocibles aunque no hablen de asfalto y puedan trasladarse a la jungla de los sentimientos. Los mismos a los que las palabras de Luis Ramiro apelan desde sus poemas y canciones, pero de manera distinta: «Existe una definición muy clara entre un poema y una canción, pero hay algo que los une y que suele ser lo más complicado, que es la musicalidad. Un poema tiene que contener mucha musicalidad. Lo hablaba el otro día con Luis García Montero y con Karmelo Iribarren. Hablábamos de la musicalidad y Karmelo me decía que hay veces que estás leyendo un poema de alguien y después de tragarte tres hojas, cuando llega el final, parece que la última palabra se va a caer por un precipicio, porque no tiene metido el ritmo. Yo no sé cómo sale y cómo no. Siempre digo que escribo de oído. Así compongo. Voy rimando o no; pero aunque el poema no tenga rima, debe tener ritmo, una melodía que te lleve hasta el final». Dicen que Luis Ramiro, que escribe, por ejemplo: «Vivir es adictivo y misterioso/son rápidos y lentos los inviernos/sabemos que el reloj es caprichoso/y hay ratos que parecen ser eternos». Tarda muy poco en hacerlo. Es capaz de construir poemas en un cuarto de hora... (Sonríe) «Depende. Depende... Hay poemas que me han costado mucho tiempo. Poemas de tres versos, prácticamente micro poemas, con los que me he peleado meses por quitar una coma o dejarla. La ponía, la quitaba, luego la volvía a poner y luego la volvía a quitar y hablaba con el corrector para que me ayudara a decidir ‘‘¿cómo la ves mejor, con la coma o sin la coma?’’, y así durante un mes. Y hay otros que me han salido directamente. Luego los he corregido cuando ha pasado un tiempo, porque siempre hay que dejar un tiempo –al menos yo– desde que escribes hasta que te olvidas de ese poema o de esa canción y volver a escucharlos al mes».
Parece que con los poemas sencillos, siempre hay quien piensa que también podría hacerlos él, como los garabatos de Picasso. «Pero..., tienes que ponerte ahí y hacerlo... A mí hay poemas muy pequeños que me costaron mucho aunque no lo parezca. Como ese que se llama ‘‘Lo mejor de ti’’ y dice así: ‘‘Lo mejor de ti no es lo que exhibes ni lo que escondes. Tu mejor parte son las cosas que ni tú misma sabes que posees”». Le pregunto a Luis si piensa en alguien cuando escribe, si sus poemas tienen cara, o momento o qué se yo... «Es difícil escribir sin pensar en nadie. Al final, siempre tienes a alquien en mente, a menos que sea algo genérico; siempre suelo personalizarlo. Igual que las canciones. Cuando compones una se la compones a alguien. La primera que compuse hace 15 años, la escribí pensando en la chica que era mi novia por aquel entonces. Cuando va pasando el tiempo, los poemas y las canciones ya tienen vida propia».
w un maestro
Hablamos un rato de poesía y de poetas y aparecen en la conversación desde Mario Benedetti hasta esas poetas jóvenes como Escardan Algeet, Irene X, Elvira Sastre y Patricia de Benito; y entre medias, Luis García Montero o Karmelo Iribarren, al que también considera un maestro. Y también del fenómeno de la poesía súper ventas. «Está pasando. Y creo que es muy bonito». Como bonitos son sus versos, emocionantes, diría yo. «El rojo de Chanel que hay en tus labios/manchó de cicatrices mis recuerdos/ Fingimos estar locos siendo cuerdos/ Quisimos ser idiotas siendo sabios/ Y ahora cada uno en una casa/ sin lado de la cama preferido/Qué ilusos por habernos conocido/ y vernos frente a frente sin carcasa./Dijimos para siempre/muchas veces/y siempre es el adverbio de los locos/Promesas que se escurren como peces./Se acaban los reproches, los sofocos./Adiós y sé feliz. Te lo mereces/la escena ha terminado, fuera focos».
Personal e intransferible
Nació en Madrid, en el barrio de San Cristóbal de los Ángeles, en 1976. Está soltero, no tiene hijos pero sí gata y es de los que piensa que no se puede cambiar de equipo de fútbol, pero sí votar a un partido y luego a otro si te convence. Odia el panfletismo «y me da mucho miedo». Se siente orgulloso «de ser, medianamente, buena persona». Se arrepiente «sobre todo, de las cosas que no he hecho». Perdona, pero no olvida. Le hacen reír «Faemino y Cansado, Joaquín Reyes y muchas cosas...». Y llorar «lloro mucho..., con películas como ‘‘Love Actually’’ o ‘‘Notthing Hill’’..., soy muy llorón». A una isla desierta se llevaría «una guitarra». Le gusta comer cocido y beber gintonic «pero no gintonic con cocido, ja,ja». Su manía es «el perfeccionismo». Su vicio, «el tabaco y quiero dejarlo». De mayor le gustaría ser «pequeño». Sueña mucho «que estoy en el instituto, tengo examen...Y no tengo ni puta idea». Si volviera a nacer, «podría ser director de fotografía en cine».