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Colom, el fotógrafo de la Barcelona canalla

Muere a los 96 años uno de los grandes retratistas del lado más marginal de la ciudad, Premio Nacional en 2002.
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Muere a los 96 años uno de los grandes retratistas del lado más marginal de la ciudad, Premio Nacional en 2002.
A finales de los 50, Joan Colom recorría las calles del Barrio Chino, ahora el Raval para capturar la vida efervescente, nerviosa, canalla, llena de verdad y ternura de sus calles. Con una Leica M2 en su mano derecha, a la altura de su cadera, como si no fuese más que una inofensiva cajetilla, iba disparando cada vez que una imagen le llamaba la atención. «Pasé mucho tiempo ensayando delante del espejo para aprender a encuadrar sin mirar», confesaba. Su intención era no intervenir, no cambiar nada de ese pedazo de vida, por lo que no quería que nadie viese que estaba tomando fotografías. No quería posados, ni composiciones alteradas, solamente la verdad, aquella que él conocía tan bien después de años viviendo en ese barrio. Lo que consiguió fue un documento único y una personalidad propia en cada imagen. No está mal para un contable que al principio consideraba la fotografía como un simple hobby.
Hacer la calle
Ayer falleció a los 96 años este artista icónico, pionero de las series fotográficas, y que inmortalizó para siempre aquel Barrio Chino que, lejos de sus precariedades y problemas, tenía un corazón muy grande. «Yo no sabía que estaba haciendo fotografía social en aquel momento. Solo disparaba con mi cámara y buscaba imágenes que me emocionasen. A veces he empleado este término para definir mi trabajo, pero para mí quiere decir simplemente que no hago paisajes o bodegones. Yo hago la calle. Con mis fotografías busco ser una especie de notario de una época», exponía Colom en 2002 cuando recibió el Premio Nacional de Fotografía.
Nació en ese mismo barrio que inmortalizó. Mientras trabajaba como contable en una empresa textil, se inscribió en 1957 en la Agrupació Fotográfica de Catalunya (AFC). Esto le dio valor para empezar a salir a la calle por las tardes, después del trabajo e iniciar sus series fotográficas de la gente de su barrio. La primera reacción a su trabajo fue entusiasta. En 1961 inaugura su primera individual en la sala Aixalà con sus imágenes del Raval, y dos años más tarde firma, con prólogo de Camilo José Cela, «Izas, rabizas y colipoterras», que editó Lumen.
Su éxito sufrió un lapsus, cuando una de las mujeres que había fotografiado sin avisar le demandó por la nada despreciable cantidad de un millón de pesetas. Este hecho le llevó a abandonar la fotografía hasta después de su jubilación. Su trabajo posterior demostró que no había perdido el toque. De la misma generación que Xavier Miserachs y Oriol Maspons, sus influencias iban de Francesc Català Roca a Henri Cartier Bresson y Man Ray. Además del Premio Nacional, el fotógrafo tenía la Medalla de Oro de Barcelona y la Creu de Sant Jordi de la Generalitat. «Colom es uno de los más grandes fotógrafos de la segunda mitad del siglo XX, con una obra de gran importancia y singularidad», aseguró ayer Pepe Serra, director del Museo Nacional de Arte de Cataluña al que Colom cedió todo su archivo, que incluye más de 9.000 copias en papel, 300 contactos y casi 10.000 negativos, que podrían haberse incrementado notablemente, ya que el artista de un carrete únicamente se quedaba con lo que le interesaba y se deshacía del resto.