Museo del Prado: el tamaño sí importa
Los alrededores del Prado están vivos. Grupos de estudiantes, grupos de asiáticos, grupos de niños. Llueve y escampa. Dentro, está aún más vivo si cabe. Hay más grupos de estudiantes de asiáticos y de niños que se encargan de animar la entrada diseñada por Rafael Moneo. Al lado de las escaleras mecánicas se abre una muestra para ver en silencio. Como si hubiera un código no escrito pero sabido, nada más traspasar la entrada a la primera sala, tras recibir el saludo quieto de Atenea, el tiempo se detiene. La luz baja y se entra en un museo dentro del propio museo. «Belleza encerrada», patrocinada por la Fundación BBVA, es la apuesta de esta temporada, con permiso de Diego Velázquez, que llegará cuando caigan las hojas. Miguel Zugaza, director del Prado, pensó que Manuel Mena era la persona para darle forma. Desde aquella primera conversación hasta hoy han pasado tres años, mes arriba, mes abajo. La idea primaria era la de una exposición con un centenar de obras, tarea que a la experta en Goya se le antojó prácticamente imposible. Finalmente son 281 las que cuelgan y lucen en las 17 salas que abarca esta muestra, tan grande, tan pequeña al mismo tiempo, recogida. Una exposición en la que el tamaño sí importa, que hay ver con la nariz pegada al lienzo, aunque manteniendo las distancias.
La bienvenida de Atenea
Una vez vista, entendemos que durante al presentación a Mena se le quebrara la voz en un par de ocasiones. Ésa es la sensación que nos dio. Quizá nunca más podemos contemplar un conjunto tan impresionante de obras reunidas, entre lienzos, telas, esculturas, obras sobre cobre o tabla y predelas. Arranca este paseo con una Atenea firme que da la bienvenida y cierra el recorrido cronológico una obra de 1917, aunque si atendemos al cierre real de la muestra es una postal de «Mona Lisa», de hacia 1900 la que pone el broche, cedida por Lacoste Editor. Según Zugaza, lo que ha hecho el museo ha sido «un ejercicio narcisista de mirar su propia belleza. Desde hace tiempo el Prado no se mostraba tan intenso y tan amplio», aseguró.
Esta «Belleza encerrada» rompe moldes. De las 281 obras se han restaurado tanto en marcos como en pinturas 91 de la sobras.Y es que, explica, que detrás de esa capa de barniz que ha habido que limpiar, aparecen esas dos palabras que dan título a la muestra. El pequeño Prado, solamente en tamaño, luce como nunca. La luz se ha cuidado al máximo, así como la colocación de las obras, extremo que agradeció expresamente la comisaria a quienes han seguido pacientemente sus indicaciones y han trabajado literalmente de sol a sol para que luzca como lo hace. Además, se invita al juego, al descubrimiento de secretos. Y lo explicamos: no hay cartelas con el nombre de la obra y su autor. Según Mena, «son bastante intrusivas». No hay dispersión posible. Uno se puede concentrar en la obra y mirar más allá. Se repartirán, no obstante, folletos con un comentario de cada obra y una breve introducción de lo que se va a descubrir en las salas. Hay nuevas paredes inventadas y levantadas para esta exposición, techos abuhardillados, troneras de obra que podríamos encontrar en cualquier castillo que invitan a acercar un detalle para que el ojo pueda enmarcar directamente esa «Muchacha durmiendo» de Paret, nunca antes expuesta, tan leve y tan sutil. «Estamos en el Prado y este museo se puede permitir hacer esto porque posee unos fondos riquísimos», dice Mena con orgullo. Ella lo sabe y lo puede decir con autoridad, pues trabaja en la casa desde 1978. Es una institución, pero aquí no quiere arrogarse protagonismo. Habla de un trabajo coral. Lo dice a la vera de una tabla cuadrada que ilustra de la mano de El Bosco los siete pecados capitales. Se ha colocado como si estuviera dentro de un pozo, aunque a la comisaria le hubiera gustado poder colocar un cristal para incrementar esa sensación de «pozo de lo más profundo de la naturaleza humana». ¿Con qué obras nos vamos a topar? El recorrido histórico-artístico abarca desde finales del siglo II d C (con palas Atenea dando el saludo de bienvendida) hasta principios del siglo XX. Hoy, por ser el Día Internacional de los Museos, la entrada es gratuita.