Víctor Manuel: “Es inútil e imposible quitar la monarquía para poner una república”
Publica «La vida en canciones», una caja retrospectiva, antes de enfrentarse a su gira del 75 aniversario, que tiene paradas en Valencia, Madrid y Alicante antes de final de año
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Se utiliza con demasiada ligereza aquello de «la banda sonora de un país». Víctor Manuel (Mieres, 1947) es eso y además una hemeroteca, porque, desde el compromiso político, ha retratado por igual el amor, la melancolía y la esperanza de varias generaciones de españoles. Mientras arranca la gira de su 75 aniversario, que tiene paradas en Valencia (16 de diciembre), Madrid (21) y Alicante (28) antes de final de año, publica una caja retrospectiva (”La vida en canciones”, Sony) que repasa toda su extensa carrera discográfica con grandes éxitos y con colaboraciones como las de Rozalén y Dani Martín. Y sigue con el ánimo intacto.
-Usted es parte de la memoria sentimental de España.
-Cuando abarcas tantos años y pasas por varias generaciones... Los padres “abrasaban” a sus hijos en el viaje a Santa Pola a la playa y eso va quedando. Algunos se cansan y otros se enganchan. Y esos vienen a verte y te cuentan que te escuchan. Yo les digo: “ah, o sea que eres un damnificado, ¿eh?”. Y se ríen. Pero hay gente a la que le interesas. Hay muchas canciones intergeneracionales, que no se circunscriben a una circunstancia.
-¿Cómo ha elegido entre tantas?
-Las compañías sacan cosas y lo hacen ellos sin consultarte, pero me parecía que en esto tenía que intervenir, porque quería que hubiese canciones que aparecieron como caras B. Yo quería que estuvieran y ellos nunca las hubiesen puesto. Canciones que llamo “desgraciadas” porque me parecen muy bonitas pero no le importan un pijo a nadie. “Cancion pequeña o “Me gusta saber de ti”, que me gustan tanto... pero que a la gente le dan igual.
-¿Ha hecho alguna reflexión retrospectiva sobre su carrera?
-No, miro muy poco atrás y nunca me escucho, porque hacerlo es encontrar defectos y renegar un poco de ti mismo. Pero he tenido que refrescar el repertorio.
-No sé si me equivoco cuando cito: “Cuando te pones a escarbar en la memoria, vas escogiendo del pasado aquellas cosas que te apuntalan, que te afirman, que te enrocan y te protegen” (”Canción pequeña”).
-Nuestra vida es eso. Escarbas en los recuerdos pero haciendo un control de daño. Porque si escarbas a fondo, hay cosas de tu pasado que seguro que no te gustan. Y te apuntalas para que tu propia imagen te reconforte.
-¿Piensa en el pasado?
-La verdad es que no, aunque si lo hago es en el remoto. Verme con un “prao” con una pelota... eso es lo que me pasa siempre que viajo a Asturias, porque ahí está todo. En la infancia. El disfrute de la vida antes de pagar las letras que ya es otra cosa.
-¿Se acuerda del momento en que decidió hacer canciones?
-Perfectamente, y lo he conocido también en mi nieto de nueve años. Que en la pandemia, con 6 años, su padre le dio un acorde y se puso a cantar. Una canción contra el Coronavirus: “(Canta) Quiero salir de casa y ver a mis amigos...”.
-Vaya, una canción protesta
-Totalmente. Pero ese es el primer impulso y yo lo tuve con 12 años. Escuchaba mucho la radio y me gustaba mucho la canción francesa, italiana y latinoamericana. Ahí descubrí que no hacía falta tener una voz perfecta para cantar. Escuchando a Aznavour, lo vi claro. Y también descubrí que podía componer las canciones para transmitir sentimientos. Eso me llevó a hacerlas. Yo escuchaba mucho a Leny Escudero y cantaba con una vocecita así de pequeña canciones muy bonitas. Y quería hacer eso que parecía tan fácil, pero no lo era. Y bueno, hice muchas, muy defectuosas, pero después de tener cuarenta y tantas, empecé a descubrir lo que quería hacer.
-Hablamos de la memoria individual, pero ¿cómo vamos en España de memoria colectiva?
-Pues a ratos, bien, a ratos mal. Somos muy desmemoriados y parece que todo lo estuviéramos viviendo por primera vez. No somos capaces de recordar las cosas que hemos vivido. Es un momento especial en ese sentido, porque, además, las voces estruendosas que dan algunos o el gamberrismo parlamentario nunca lo hemos visto con esta crudeza. Hace años, la extrema derecha se cuidaba un poquito más, pero han visto campo libre. Pero creo que la gente sí recuerda en qué consisten sus propuestas. Una España cerrada a cal y canto, una España en la que la gente no pueda divorciarse aunque ellos sí se divorcien, donde no haya parejas homosexuales. Y hay gente que se lo compra con el señuelo de que España va a al caos o al precipicio. Pero creo que la mayoría del país está en otras cosas, esperanzadas. Este país, o lo hacemos entre todos, o no vale. No se puede hacer dos países. Hay que juntar fuerzas, aunque se discrepe. Pero hay intereses comunes intergeneracionales y para gente muy diversa.
-La ultraderecha crece en Europa porque la gente les vota.
-Siento que es el voto del cabreo, que la gente está descontenta con lo que pasa en su vida y alrededor. Los populismos dan soluciones simples a cosas complejas y no es así, ni la vida ni nada. Y ellos lo solucionan echando a los inmigrantes. ¿Y quién les limpia el culo a sus padres? Porque si sales a dar una vuelta, ves por el parque a inmigrantes paseando a viejecitos como yo. Y los que hemos tenido familiares en la inmigración en Francia o Suiza sabemos que son trabajos en los que los franceses o suizos no quieren trabajar. Y aquí están haciendo lo mismo. Y si desenchufas eso, el país se paraliza. ¿Qué haces? ¿Dejas de trabajar para cuidar a tu padre? Son cosas que si se piensan mínimamente, no tienen sentido.
-La izquierda tendrá alguna responsabilidad, desunida entre la “posmoderna” y la tradicional.
-Sí, es la historia de nunca acabar. Cuando las cosas andan medio bien, se pegan un tiro en el pie y a tomar por culo. Pero eso no parece que tenga remedio. Cualquiera que haya militado en esos partidos sabe que las desuniones son continuas y que eso es malo para la gente. Porque confluyen en cantidad de cosas y hay otras aleatorias en las que no están de acuerdo. Pero hay un 90 por ciento que sí y a mí me asombra que no sean capaces de construir en eso.
-Apenas por un 10 por ciento...
-Pero es el ruido y la extemporaneidad. Hacer las cosas a destiempo. Y pensar que puedes tirar de la sociedad hacia un lugar al que quieres tú cuando la sociedad mayoritariamente no está por esa labor.
-El tema de la República, por ejemplo, no tiene sostén popular.
-No lo tiene, pero hay gente que idealiza y piensa que sería mejor eso. Yo no lo sé, pero me parece inútil quitar a la monarquía para poner una república, cosa que además es imposible parlamentariamente. Pero hay quien se empeña en ello.
-¿Se siente identificado o representado en algún partido?
-Me siento a la izquierda, evidentemente, pero nunca he comprado toda la mercancía, ni siquiera a quien voto. Hay cosas que te gustan y otras que no. A veces, votas con la nariz tapada, pero no se me ocurriría no ir a votar. Porque hay gente que ha votado a Podemos o PSOE y ahora lo hace a Vox. ¿Qué marcianada es esta? ¿Cómo se produce este corrimiento de cerebro? Pero hay gente así, evidentemente.
-El que tuvo un corrimiento ideológico el otro día fue Sabina, que “ya no es tan de izquierdas”.
-Hombre, le habéis sacado los higadillos a esa historia, pero yo lo veo de forma más benévola. Creo que Joaquín está muy desentrenado de hablar con la Prensa y que no se puede sentar a decir lo que se le pase por a cabeza. Se ha sacado muy de madre. Aunque no me ha gustado de sus declaraciones la generalización que hacía de la izquierda de Latinoamérica. ¿A quién metes ahí, a Ortega y a Lula? No, no son comparables. Generalizaba demasiado y no sé si ha sido nunca de izquierdas, pero el mundo no ha sido como él pensaba que era. Cuando yo iba a Cuba no es que comprase todo el discurso cubano. En un momento dado, plegué y no volví más porque me parecían unos pesados y que hacían las cosas muy mal. Pero eso no me sirve para descalificar a toda la izquierda latinoamericana, ni siquiera a toda la izquierda cubana.
-¿Ha hecho alguna moderación política con el tiempo?
-Creo que estoy donde siempre he estado. Y viendo lo que hace y dice cada uno. Hace muchos años que no milito en ningún partido, pero si escuchas “Casi nada está en su sitio” ahí está lo que pienso del país, de la mujer, de la emigración... me explico muchas cosas.
-Hablamos sobre ello en su día. Y las cosas siguen igual.
-Es que el desbarajuste del mundo es absoluto. Tras la pandemia y lo que hemos vivido este año... se han transformado los equilibrios mundiales. Y hay un tío en Rusia que está de los nervios y eso influye en el precio del trigo en Cantabria. Es la hostia, pero así es. Todo lo que sucede en el mundo nos afecta.
-Se has mojado muchas veces. ¿Se implican menos los artistas de hoy?
-Creo que la gente tiene más problemas de los que teníamos nosotros. Cualquier cosa que se dice las redes la extrapolan y te machacan. Tienes que tener un cuidado extremo en lo que dices y lo que cantas. Ya no existe esa censura que había en mi época que te azuzaba y te revolvías. Ahora es una losa que te cae encima. A Joaquín lo han machacado de forma ridícula y la gente tiene problemas para expresarse. Incluso los hay que han dicho algo del Rey y están los jueces persiguiéndoles. Y hay algo que se interioriza, no quieres que te peguen tanto. Y eso lo entiendo.
-¿Pondría la mano en el fuego por la corrección política de sus canciones?
-En general, tendría que mirarlo todo. Pero no encontrarás una canción mía en la que la mujer esté en un plano secundario en mis canciones de amor. Y lo hice así porque así es como pienso. Y en las canciones lo expreso así. Lo que destilo en otras es ideología y eso es otra cosa. Pero nunca astracanadas o incorrecciones ni el deseo de que nadie se muera en una canción.
-¿Cómo se siente en el escenario?
-La verdad es que estoy cantando bien y esto no lo he dicho nunca. Y mejor cada día desde hace años. Y la responsabilidad es de mi hijo, David San José, que no me permite hacer las cosas regular, en la medida de mis posibilidades. Quiere que todo esté bien producido, sólido... y me permito hacer machadas que hacía años. Tres días seguidos conciertos de dos horas o dos y media. Cuando te haces mayor, te atreves a algunas cosas. Me comporto más como un atleta que como un cantante, haces vida ascética, de monje.
-¿Le compensa seguir y hacer esos sacrificios?
-Me compensa. Por una frase del subtítulo de la gira “La vida en canciones”: “El escenario lo cura todo”. Eso lo vi en la pandemia cuando la gente venía con la mascarilla y salir a cantar era un subidón. Y para la gente, más. Era un gran esfuerzo para el público y lo agradeceré eternamente.