30 años de miedo
Han pasado tres décadas desde que se emitiera «Thriller», de Michael Jackson, un videoclip que cambió la historia de la música y convirtió al cantante en el indiscutible «Rey del pop»
Con la llegada de la «New wave» a finales de los años 70, las casas discográficas, en pleno derrumbe comercial, se dieron cuenta de que era más barato producir discos de los nuevos grupos que seguir con los costosos álbumes de los dinosaurios del rock. La moda de los videoclips musicales y la aparición de la MTV en 1981 reavivaron el mercado discográfico y la industria del ocio juvenil. Históricamente, el primer vídeo programado por MTV fue el profético «Video Killed the Radio Star» del grupo The Buggles. Los videoclips fueron las más potentes armas promocionales televisivas de los grupos funky tras el fin de la era disco. En los 60, los Beatles experimentaron con los clips musicales con «Rain» y «Penny Lane», incluso el telefilme «Magical Mistery Tour» (1967) puede considerarse una serie de vídeos musicales mal engarzados en una trama inexistente, pero no tuvieron continuidad. Los orígenes hay que buscarlos en los clips más primitivos: los «scopitones» franceses, realizados a finales de los 50. Se retroproyectaban en una pantalla, tipo televisor, con un proyector de 16 mm que iba montado encima del jukebox. Se rodaron centenares de clips para «scopitones» exclusivamente en el ámbito francés a partir de 1958. Se exportaron, pero el invento fracasó.
Abba, los precursores
Los primeros videoclips, «Ring, Ring» y «Waterloo», fueron grabados por el grupo Abba en 1974, pero no tuvieron repercusión hasta que Queen lanzó su famoso «Bohemian Rhapsody» en 1975, clip dirigido por Bruce Govers que modernizó la idea de filmar una grabación de los grupos en escena. Con la MTV en funcionamiento, el vídeo que disparó la moda y convirtió el clip en vídeoarte fue «Thriller», de Michael Jackson, dirigido por John Landis en 1983. A partir de ese momento, todos los grupos trataron de competir con vídeos cada vez más sofisticados, incluso metafísicos, para promocionar sus canciones de éxito utilizando cualesquiera de las técnicas publicitarias, artísticas, de animación, stop motion y cinematográficas tuvieran a su alcance. Pese a que la discográfica EPIC no quiso que Michael Jackson grabara «Thriller», ni que se gastara una fortuna realizando un vídeo de catorce minutos de duración, el «Rey del pop» logró involucrar a John Landis, que acababa de triunfar con «Un hombre lobo americano en Londres» (1981), para escribir y dirigir «Thriller», cuyo coste superó los 500. 000 dólares y un rodaje de cuatro días. Michael fue el primer cantante pop en comprender la importancia promocional del videoclip, la coreografía y la concepción cinematográfica para que el resultado del clip fuera espectacular. El éxito de «Thriller» superó con creces el disco anterior, «Off the Wall», que había vendido 20 millones de copias y puso de moda acompañar con un videoclip las canciones-objetivo de cada álbum de pop. Ver a Michael Jackson convertirse en hombre lobo, maquillado por Rick Baker, fue uno de los efectos más sorprendentes de «Thriller», rematado por la aparición de zombis, estilo George A. Romero, y de un Michael Jackson zombi bailando como Travolta una coreografía funky alucinante junto a los muertos vivientes. El regalo fue la voz de Vincent Price, que a mitad del vídeo recita el rap de «Thriller» con su profunda voz. Nunca se había hecho nada igual. Estaba rodado con el esmero de un cortometraje, con ensayos de las coreografías como si fuera un musical y con dinero y tiempo suficientes para rodar sin prisas. Había un guión en el que los personajes dialogan y no es hasta la mitad del clip que comenzaba a cantar Michael Jackson el tema, seguido de un giro imprevisto que pasaba de un sueño a una pesadilla, con los muertos vivientes saliendo de las tumbas y transformando al cantante en uno de ellos. La originalidad de este vídeo reside en la utilización de los estilos de baile callejero, tanto el hip-hop como el breakdance, y acrobacias que procedían del estilo «good foot» de James Brown, cuya influencia en Michael fue determinante, lanzando patadas altas y poniéndose de puntas. Asimiló el estilo de los «breackers», añadiéndole unos pasos que contribuirían a modernizar las coreografías del salsero Michael Peters, quien también coreografió «Beat It» aún bajo la influencia de «West Side Story»: el «locking», el clásico paso del robot, y el «popping», un movimiento que simula una descarga eléctrica. El Moon-walk, ese deslizarse a cámara lenta hacia atrás, culminaría con el sorprendente movimiento en el que todo su cuerpo se inclina desafiando la gravedad en el vídeo «Smooth Criminal».
Michael Jackson era ya un fenómeno reconocido durante sus años con los Jackson Five por su forma de moverse en escena, pero con sus grabaciones en solitario superó a cualquier otra estrella del pop, y lo hizo con espectaculares puestas en escena, una excitación inusuales cantando y bailando, con giros y desplazamientos corporales crispados. A medida que su voz de barítono se hacía más profunda, comenzó a atiplarla con hipidos, jadeos y falsetes de una clara connotación sexual. Posteriormente le añadió su famoso toque erótico, con el movimiento sincopado de pelvis, homenaje al Elvis roquero. Como Madonna, unió a su vertiginosa forma de bailar sofisticadas coreografías e ingenuas provocaciones sexuales. Ambos consiguieron homologar sus vídeos y conciertos en directo a los grandes espectáculos musicales de la era dorada de Hollywood. Hoy, «Thriller» se ha convertido en el álbum más vendido de la música pop –cerca de 60 millones de copias–, es el vídeo más famoso de todos los tiempos y The «Making of "Thriller"» el vídeo musical de VHS más vendido de la historia. El rodaje del rodaje de «Thriller» fue otra genial idea para promocionar el vídeo que promocionaba la canción que convirtió el álbum en un hito en la historia y el más programado en las televisiones de todo el mundo. No era más que un anuncio de un disco, caro, pero tan espectacular que todo el mundo quería verlo. Hay que considerar a Michael Jackson como el artista más influyente después de Elvis, los Beatles y David Bowie. Consiguió lo que nunca cantante negro alguno había logrado: ser el ídolo más grande del pop. Con su sola presencia y una docena de éxitos se convirtió en el mito de los años 80 y 90 y el mejor bailarín desde Fred Astaire. Aunque su carrera se detuvo en los 90, nadie pudo superarlo, ni siquiera él mismo.
Las locuras de «Jacko»
Los desvaríos del «Rey del Pop», como lo bautizó su amiga Liz Taylor, comenzaron desde el momento en que Michael Jackson utilizó a la Prensa para hacerse publicidad. A partir de la segunda rinoplastia y el sucesivo emblanquecimiento de su piel, los tabloides sensacionalistas comenzaron a especular sobre su enfermiza afición a pasar por el quirófano y sus excentricidades para no envejecer utilizando oxigenoterapia hiperbárica (a la derecha, Jackson en sus inicios, cuyo aspecto tenía poco que ver con el de sus últimas actuaciones). El primer signo de delirio se detectó cuando se hizo cargo de un chimpancé de laboratorio llamado Bubbles, que el artista Jeff Koons inmortalizó en una figura «megakitsch», con quien dormía abrazado. Le siguió el desvarío de pujar por quedarse con el esqueleto de «El hombre elefante», Joseph Merrick, que David Lynch había hecho famoso con su película. Y culminó cuando él mismo corrió el bulo de que era un alien venido de Marte. Aunque Michael Jackson nunca desmintió estas historias, el bulo se amplió hasta convertirse en carne de revistas friquis, como aquellas que publicaban que degollaba gallinas y bailaba danzas vudús a media noche. Fue a partir de 1986 cuando la Prensa comenzó a llamarlo «Wacko Jacko», algo así como «el pirado Jacko», alguien excéntrico y de comportamiento irracional. Su matrimonio con la hija de Elvis Presley, Lisa Marie, que apenas duro año y medio
–desde el 94 hasta el 96–, formaba parte del espíritu manipulador y desquiciado de esta persona, que acabó muriendo de forma parecida a la de su idolatrado Elvis. En la última etapa, los medios de todo el mundo reflejaron la particular manera que tenía de cuidar a sus hijos. Por ejemplo, se arrepintió siempre de haber puesto en peligro a uno de sus pequeños, entonces bebé, al asomarlo por la ventana de un hotel en París.
Una estrella en la tierra de Nunca Jamás
Si hubo un mundo en donde Michael Jackson quiso vivir, ése fue sin duda El País de Nunca Jamás. Ya fuera por su infancia perdida o el maltrato y el abuso paterno, lo cierto es que el «Rey del Pop» se construyó un rancho llamado «Neverland» (en la foto) donde él interpretaba a Peter Pan, el niño que no podía crecer, aunque en su caso hizo lo imposible para no envejecer y vivir en un estado de ilusoria puerilidad, rodeado de niños perdidos. Todo en su apariencia física lo asemejaba al mito creado por Barrie, todo excepto el color de su piel. Podía haber sido el Peter Pan negro, como había sido el espantapájaros en la versión de «El mago de Oz» (1978), pero tras el triunfo masivo se obsesionó con la pigmentación de la piel, la suya, y comenzó el proceso de «reasignación de color» mediante un blanqueo tan intenso que llegó a borrarse los rasgos faciales, la cabeza y la identidad. En pleno «tripi» quirúrgico, una megalomanía delirante le hizo creer que podía capitanear a los niños perdidos comprando vientres de alquiler y sobornando a padres para que Neverland fuera ese hogar que añoraba, sin darse cuenta de que él mismo se había convertido en un friqui más terrorífico y peligroso que el fantasma de la ópera.