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Alegoría quijotesca de cámara

Crítica de clásica / Temporada del Teatro Real. «Pensares de Rocinante». De José Buenagu. Voces: Marina Pardo, Alfredo García, Miguel Mediano, Jerónimo Marín, Pilar Jurado. Orquesta KOAN 2. Dirección escénica: Santiago Sánchez. Dirección musical: José Ramón Encinar. Auditorio Nacional. Madrid, 24-IV-2015.
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José Buenagu y su libretista, Justo Merino, hacen un planteamiento original, no exento de sabor alegórico: cuatro protagonistas de la novela dialogan y proyectan a día de hoy sus vivencias apoyándose en Obdulia, personaje travestido de nueva creación. Es novedad darle la palabra al caballo del hidalgo. Dulcinea es una «choni», castiza y ordinaria. Sobre un texto que no se entiende bien –por la reverberación de la sala y por la poco clara dicción de que hacen gala los cantantes– y que no acaba de definir el propósito real del empeño, Buenagu ha escrito una música con puntos de interés que revela excelente mano y variedad de resortes y soluciones, aunque no termina de soldar, en un todo unitario y coherente, la dispersa anécdota.
La «Dedicatoria-Obertura» ofrece solos sobre un lecho atonal de frescas armonías, contrapuntos a lo Hindemith, un trabajo sobre el tema enunciado por el clarinete, evocaciones populares y clara rítmica. Hay notables cambios estilísticos, que pasan por partes habladas, por bien enhebrados diálogos de sabor antiguo, en la línea del «Retablo» de Falla, fragmentos de atrayente melodismo y aires de danza. En lo tímbrico encontramos ecos de un impresionismo a trasmano. El número final, el quinteto «A Sevilla», supone una concesiónchabacana, aunque resultona.
Se detectan, de todos modos, algunos fragmentos de excelentes hechuras: «Melopea de Sancho al águila», con guitarra y revoloteo de flauta; el tornasolado canto de Obdulia a Rocinante, la contrapuntística conversación Sancho-don Quijote, la rotunda «Exaltación de Rocinante»... En el equipo vocal Alfredo García mostró su timbre bien templado de barítono lírico, de emisión canónica, algo estrechada y un punto nasal en el agudo. Jerónimo Marín, menos timbrado, otorgó empaque al hidalgo, mientras Miguel Mediano mostró su claro sonido de tenor ligero y Marina Pardo su centro anchuroso no del todo libre de adherencias. Pilar Jurado evidenció su agilidad en su banal parte. Todos estuvieron muy bien arropados por el grupo de cámara formado por unos treinta instrumentistas, tres guitarristas eléctricos y un gaitero incluidos. La ejecución pareció bien trabada y organizada bajo el mando seguro y variado de José Ramón Encinar, que fue chispeante y colaborador. La escena, con el conjunto en el lado izquierdo del pequeño escenario, fue muy parva. Sánchez movió bien a los personajes sin más aditamento que unas sillas y una plataforma inclinada. Aplausos para la Autónoma, que ha encargado esta ópera de cámara para incluirla en su proyecto de investigación cervantina.

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