Antonacci, más allá del gesto
Crítica de clásica. «Caterina Antonacci». Obras: Merulla, Monteverdi, Strozzi, Uccellini, Giramo, Corelli, Colonna, Perti, Cesti y Cazzati. Soprano: Anna Caterina Antonacci. Accademia degli Astrusi. Auditorio Nacional. 22-5-2014. Madrid
El mismo día que en el Teatro Real triunfaba el encanto de Susan Graham, lo hacía la expresiva Anna Caterina Antonacci (Ferrara, 1961) en el Auditorio Nacional. Ambas reúnen esa segunda característica, baza fundamental de la italiana, que se presentaba con la Accademia degli Astrusi, un conjunto de calidad compuesto por dos violines, viola, violones, violonchelo, tiorba, guitarra barroca, clave y órgano, que se ha especializado en el barroco italiano. El programa se dedicaba a «Combates y lamentos». La primera palabra hacía referencia a la pieza que cerró oficialmente la velada «Combattimento di Tancredi e Clorinda», mientras que la segunda tuvo su papel más destacado en el lamento de Ottavia de «L'incoronazzione di Poppea» monteverdiano, echándose de menos el célebre lamento de la ópera «Arianna». Ambas fueron acompañadas por otras piezas vocales e instrumentales del siglo XVII, pero posiblemente la obra en la que más se lució Antonacci fue la amplia «La pazza», de Giramo, expuesta con una expresividad fuera de serie, en la que se bordaba la intención de cada palabra –desmayos, gemidos, etc.– también con el gesto. Qué duda cabe de que el cierre final monteverdiano alcanzó altas cotas, pero abarcar todas las voces de la pieza tiene sus límites. Sin duda estamos ante una de las cantantes más carismáticas e inteligentes y gracias a la citada expresividad puede desaparecer la posible monotonía que genera la homogeneidad de este repertorio. Ella huye del convencionalismo del canto bello para adentrarse en la intensidad emotiva de la música, y así se convierte en una de las pocas artistas que tienen un público fiel.