Carlos Goñi: «El poder me da urticaria, por eso me alejo de él»
Líder de Revolver
Tiene un nuevo disco, «Enjoy», y anuncia gira. Por lo que veo está en forma.
-¿Lo dices por el quirófano y la rehabilitación tras la caída? Está superado, aunque me ha costado. Y ahora sí, gira. ¡La carretera me tiraba demasiado!
–¿«Enjoy» es rock and roll para tiempos duros?
–Puede ser. La banda se ajusta al formato clásico de trío (bajo, guitarra y batería) más el apoyo de voces femeninas de soul. ¡Lo que no tiene precio es encontrar a la banda de tu vida!
–Después de los conciertos acústicos, ¿qué supone este concierto eléctrico?
–El público lo estaba esperando. Por mi parte, me hacía ilusión «hacer el burro» con la guitarra eléctrica, porque la gente puede pensar que Revolver es una banda acústica y no es así.
–En el álbum ha contado con la participación de Miguel Ríos en la canción «Dos por dos».
–¡Y ha sido un sueño cumplido! Para mí es el más grande. Quien nos enseñó a todos cómo y de qué manera hacer las cosas.
–Es tan humilde que ha llegado a decir que no tocó con él sino que fueron la banda de Miguel.
–¡Porque es el máximo orgullo al que se puede llegar como músico! Tener, cuando menos, su banda.
–Al final, van a ser como los cocineros: que se llevan todos de maravilla.
–Sí pero porque no hay competición. En todo caso, sólo la tienes contigo mismo no con el de al lado. Tú pones tu propuesta y el otro la suya. El público es quien decide.
–Hablando de su propuesta, ¿por qué dice que este país no es muy rockero?
–Porque nunca lo ha sido. Todavía el asunto folclórico gana por goleada. Hacer lo que yo llamo flamenquito de salón es un cheque en blanco.
–Hay savia nueva en el rock, pero seguimos pagando por ver a los Rolling, Deep Purple, Who...
–Si quieres ir a aquello de que el rock está muerto, lo dicen desde el 74... ¡Se muere, se muere, pero no deja de dar nombres buenos!
–Escribió para Luz Casal «Besaré el suelo otra vez», ¿no le tienta componer para otros?
–Fue un hito porque la admiro profundamente en lo personal y en lo profesional. Tengo un problema y es que sólo le puedo hacer una canción a alguien que me guste mucho, mucho.
–Ahora que ha llovido: ¿Qué tal fue su experiencia «inhumana» con 40 tipos vestidos de fraile?
–(Risas) Corta, gracias a Dios. Por siete mil pesetas fui guitarra de aquellos conciertos en grupo. Me metieron en un autobús y, en el tiempo que duró el trayecto, me tuve que aprender todas las canciones, que, dicho sea de paso, tampoco eran muy difíciles. Bueno, tuvo su encanto...
–Ha compuesto muchos temas con trasfondo social, ¿ha tenido tentaciones políticas?
–Soy muy poco corporativista. No hay revolución colectiva si no hay libertad individual. Todo lo que sea tratarnos como si fuésemos ovejas con un único dogma no me interesa.
–Pero le han tentado políticos para tocar en sus mítines.
–Hace años. Además, los dos grandes partidos y para una misma región. Pero el poder me da urticaria y me alejo de él. Me hubiera ido mejor pensar de otra forma.
–Amén de la gira, trabaja en un nuevo disco con su «humilde visión de estos últimos siete años».
–¡Y tengo material de sobra con todo lo que hemos vivido! El conocimiento es lo que queda después de haber aprendido algo y haberlo olvidado. Tras coger distancia, tengo un poco más de reflexión sobre las cosas.
–A un músico de su trayectoria, ¿qué le mueve a recuperar un tema en un directo?
–Un concierto es una fiesta en la que soy el anfitrión. Si el público quiere que toque «El Dorado», lo hago. ¿No llevan los Stones 40 años haciendo «Honky tonk woman»? ¡Y que no paren!
–Lo que pocos saben es que podía haber llegado a ser Don Carlos, profesor de Literatura...
–Es mi frustración. Me inoculó el virus Agustín, mi profesor de Lengua. Con 12 años me hacía leer libros muy comprometidos. No me hice profesor pero consiguió de mí un gran lector.
–También hubiera sido un gran jugador de balonmano.
–Puede ser, pero las lesiones no me respetaron. Lo que aprendí es que los sueños son intercambiables. Le puse el mismo empeño en ser músico que deportista.
–Después, trabajó en una empresa de fontanería.
–De electricidad. Pero si quieres saber mi opinión sobre las «cañerías» del país le diré que están muy sucias.
–Y luego está su pasión por la fotografía.
–Me fascina. Pero no las puestas de sol ni los bodegones. Lo mío son las caras, los gestos, las emociones. Todo lo humano me fascina.
–¿Y es nikonista o canonista?
–¡Olimpista! –de Olympus-. Es como cuando te dicen: ¿Beatles o Stones? Yo digo: Los Who.
–Sabe que es de los pocos que admite que le gusta la tele....
–Es que todo el mundo se pone muy exquisito. Como si no verla fuera síntoma de cierto nivel intelectual. Lo único que hay que hacer es discriminar porque es una fuente de información como cualquier otra.
–Vivimos un momento musical con una tendencia hacia lo electrónico y la música dance.
–Bueno... A mí si me hablas de Depeche Mode, vale, pero si entramos en otros autores...
–¿Como Pitbull?
–(Risas) ¡Cómo ha trascendido! Sí, me parece una música desastrosa. Pero si hay público que lo consume, estupendo para ellos.
–Tiene fama de tipo coherente, apelando a ello le pregunto: ¿cómo ve España?
–Hace poco volví a leer «El Criticón» y me di cuenta de que no tenemos arreglo. Parecía escrito ayer. Saldremos de la crisis porque todo es cíclico, pero me preocupa qué conciencia ciudadana nos quedará. La crisis no me asusta, sino pensar en los que nos tienen que sacar de ella.