Del belcanto a Wagner
Crítica de ópera / Temporada de Múnich. «Norma», de Bellini. Voces: A. Antonenko, D. Powe, G. Juric, C. Giannattasio, A. Brower,. Orquesta y Coro Bayerische Staatoper. Dir. escénica: J. Rose. Dir. musical: A. Allemandi. «El holandés errante», de Wagner. Voces: P. Rose, C. Naglestad, K. F. Vogt, M. Grötzinger, J. Myllys. Dir. escénica: P. Konwitschny. Dir. musical: A. Fisch. Bayerische Staatoper. Múnich, 6-III- 2016.
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La ópera de Múnich montó la actual producción de «Norma» para lucimiento de Edita Gruberova. Por tanto era consciente de lo que la aún diva podía o no admitir y Jürgen Rose diseñó una puesta en escena de carácter tradicional en la que los pasamontañas y las metralletas no son más que una anécdota que convierte a los druidas en una especie de terroristas frente a los romanos, cuando es el jefe de ellos quien viola todas las reglas al amancebarse con la suma sacerdotisa. Antonello Allemandi fue responsable de la más ruidosa «Norma» que yo haya escuchado. Tanto sonaba la orquesta que el coro «Guerra, guerra!» se convirtió vocalmente en inaudible. Afortunadamente, Bellini no situó la orquesta al primer nivel y, también más afortunadamente, Ravel y otros compositores posteriores se percataron de que la mejor orquestación era la diseñada por Bellini y por ello se pudo disfrutar de las voces protagonistas. Norma es uno de los papeles más difíciles de la historia, pero Carmen Giannattasio sorprendió con una interpretación, quizá poco elegíaca en «Casta diva» u «Oh remembranza», más coherentemente dramática con él foso que tenía delante y, al final, hasta recordó tiempos pasados en el «Deh non volerli vittime». Angela Brower es más bien una soprano corta que una auténtica mezzo, pero Adalgisa a veces recae en sopranos y a ella no le faltan ni volumen ni musicalidad. Ambas más que notables para los tiempos que corren. No puede afirmarse lo mismo de Antonenko, una auténtica fuerza de la naturaleza ajena por completo al belcantsimo, más sí capaz de rivalizar con la orquesta a pesar de «comerse» el agudo final de su cabaletta. Oroveso, el padre de Norma, estuvo encarnado por quien más parecía su hijo en lo físico y vocal, pero es un joven de voz fresca e importante y con futuro por delante. Konwitschny no deja nunca indiferente. Su «Holandés» aporta dos novedades de consideración. De un lado las hilanderas no son tales o, al menos, no se están dedicando a sus labores sino a pedalear haciendo spinning con ropa de gimnasio. En bata blanca, proveniente de la sala masculina de musculación, aparece Erik. De otro, lo más grave, cambia el final. Senta no se arroja al mar ni embarca con el holandés, sino que hace explotar los barriles de pólvora de la taberna donde se celebra la fiesta final. Como todos mueren no puede sonar el final que Wagner escribió tal como lo deseó, sino que los últimos acordes suenan lejanos e inaudibles provenientes de una grabación enlatada. Para nota.
Las voces compensan tales desatinos escénicos. Michael Volle redondea el holandés con su poderosa voz, que no deja flecos por atar y el Dalan de Peter Rose le sigue a tono, mientras que no cabe reparo alguno a la Senta de Catherine Naglestad. Las tres voces adecuadas y potentes. Klaus Florian Vogt es un lujo como Erik, a pesar de que a su timbre angelical le falte cuerpo para el inicio de la escena final y raspe una nota. Otra cosa son los temores que pueda suscitar su próximo debut como «Tannhauser». Adam Fisher concertó con su rutinaria capacidad habitual.