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El zorro en el gallinero

La Razón

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La mayoría de nuestras instituciones culturales con peso están en manos de los políticos. Hay excepciones en las que la sociedad civil ha tomado el protagonismo, pero son pocas. Los políticos suelen cambiar en plazos aún menores que una legislatura y gran parte de los que encabezan estas instituciones antes de acceder a esos cargos han estado ajenos tanto a su gestión como a su contenido cultural. El resultado son decisiones erráticas. Hoy nos centramos en un mal muy extendido. ¿En cuantas ocasiones se encarga la gestión a directores musicales o escénicos? Más de las deseables. Ahora se da esta situación en varias instituciones españolas, como el Festival de Santander, la Semana Religiosa conquense o el Palau de les Arts y se rumorea que otro tanto podría acaecer en el Festival de Granada. De entrada una cosa es dirigir una orquesta y otra gestionar. ¿Acaso los responsables de las entidades citadas tienen experiencia en esto último? ¿Cómo puede sacar tiempo un director de orquesta en plenos inicios de una carrera internacional para planificar y gestionar un festival? ¿Quizá a través de un segundo?
Pero aún hay otro aspecto de no menor relevancia. Igual que una empresa jamás dejaría a su tesorero ser el contable, una institución no puede permitir que su responsable se halle libre de gestionarla en función de sus intereses personales. ¿Cuáles pueden ser éstos? De entrada los del agente que lleva su carrera. Es frecuente que directores escénicos o de orquesta se apoyen excesivamente en sus agentes a la hora de contratar solistas. De otro, la tentación de los «intercambios». De hecho ¿por qué un director de orquesta o escénico de peso accedería a encadenarse a una institución por menos de 60.000€ anuales a no ser completando ingresos con tales intercambios? Pero los políticos no se enteran, no quieren enterarse o se hallan en una rueda similar y, así, el zorro se merienda el gallinero.