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José Luis Perales: «Gustan más las canciones menos felices»

José Luis Perales / Cantautor y escritor. Tantas canciones ha escrito para él mismo y para otros que un día fue infiel y una se la quedó para él: «Y cómo es él», que iba a ser para Julio Iglesias
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Tantas canciones ha escrito para él mismo y para otros que un día fue infiel y una se la quedó para él: «Y cómo es él», que iba a ser para Julio Iglesias
No sé de nadie que se haya resistido a José Luis Perales, que no conozca una canción suya, que no sepa quién es. Más allá de los años que lleva en esto de la música, Perales es un referente por sus letras, por lo que han provocado y por lo que han acompañado, tanto en las voces de otros (ha compuesto para los más grandes intérpretes musicales) como en la suya. Algunos se han enamorado con sus canciones, otros se han desenamorado e incluso hubo algún académico (Pérez-Reverte) que le ha dedicado un artículo a su velero llamado «Libertad». Como lo leen. Perales es mucho Perales. Por eso ha llegado a donde ha llegado en «calma», título, por cierto, de su último disco, en el que ha trabajado con su hijo Pablo, como en el anterior, y con una novela bajo el brazo, que promete que no será la última.
Ando repasando los títulos de las canciones del artista y no sé por qué, pero tengo la impresión de que hay más de desamor que de amor. «Sí. Yo también lo ignoro, pero a la gente le gustan más las menos felices. Hay una especie de masoquismo en esto de las canciones. Las de amor gustan, pero las de desgarro más. Mira las mexicanas, las rancheras, los tangos... Son puro desgarro: que se va, que me muero, que me matas, esas cosas. Pero tampoco me puedo quejar de las de amor. Las románticas también las pide mucho la gente y son las que más promocionan las compañías de discos», reflexiona José Luis Perales.
- Fama de «romanticón»
Y eso que dicen que el amor es menos creativo, que es en la tristeza y en las crisis cuando de verdad se crea. Aunque, claro, Perales ha creado en cualquier momento y en cualquier situación. Si no, sería imposible que contara con la superproducción de todo tipo con la que cuenta. No hay que olvidar que es un cantautor, por mucho que tenga imagen de cantante romántico. «Cuando empecé a cantar, la verdad es que tenía otro tipo de música también, como todos los cantautores, que siempre al principio tenemos ganas de mostrar nuestra tierra, sus costumbres, sus desigualdades sociales, la marginación... Empecé hablando mucho de la mía y de mi pueblo. Reivindicaba al labrador marginado, a la gente olvidada, a los políticos que no se iban nunca, pero luego resulta que las canciones románticas eran justo las que elegían las compañías de discos y las que más le gustaban a la gente. Por eso al final me quedé con la imagen de cantante romántico, hasta romanticón.. .Y está bien, pero no es todo», enfatiza.
Desde luego que no. Es una parte. Y tiene otras muchas. La propiamente literaria, por ejemplo, que ha dejado probada en una novela de éxito, «La melodía del tiempo» (Plaza y Janés). «Siempre me ha gustado escribir. De hecho, hace muchos años mi hermana estuvo en un colegio de maestra en una aldea de los Montes Universales. Fue la última, después cerró la escuela y se acumularon los niños en otra de un pueblo más grande. Entonces empecé a escribir un libro que se llamaba «La última maestra», pero como la describía, me pidió que le dejara escribirla a ella... Luego no lo hizo y se quedó ahí, así que llevo tiempo con ganas de escribirla. Y pienso seguir escribiendo».
En realidad, siempre lo ha hecho, aunque fuera en corto, en esas canciones llenas de cosas, de sentimientos, de historias vividas o por vivir. Pero, de pronto, sintió la necesidad de algo más. «Siempre procuro contar alguna historia, pero ya tenía ganas de una más larga de las que concentro en tres minutos y de tener más tiempo de llevar al personaje a otros mundos, hacerlo, feliz, infeliz, juntarse, separarse, morir, resucitar..., cualquier cosa. Hace como cuatro años, estaba yo en Montevideo en un hotel que está justo encima del Río de la Plata y la Costalera. Me quedaban muchas horas hasta el concierto, que siempre son muy aburridas, y de repente se me ocurrió escribir de la gente que pasaba por ahí. La señora que paseaba con dos perros, la pareja que se sentó en un balcón colonial, el chico que tocaba siempre la misma melodía en el saxofón... Lo publiqué en un post y como la gente respondió, empecé a animarme y a escribir uno casi cada mes en mi web».
Está claro que todo lo que cuenta Perales interesa. En blogs, en novelas o en canciones, que aunque algunas han funcionado más que otras, no hay ninguna suya que haya resultado un fracaso. «No creas. Ten en cuenta que he hecho muchas. Algunas se han quedado perdidas en un cajón. Tú llevabas tan contento a la compañía esa que tanto te gustaba y el que lo sabe todo siempre se quedaba con la más comercial, con la más pegadiza, y rechazaba esa. Al año siguiente tratabas de volver a colarla, pero nada... Hasta ahora, que es mi hijo quien produce el disco, ha descubierto entre los papeles amarillos que tengo en mi estudio, en un cassette medio podrido que apenas suena, esa canción. La ha modernizado con unos musicos americanos en Los Ángeles, ha hecho unas grabaciones estupendas y la ha rescatado. Y yo estoy feliz de la vida. Curiosamente, es una de las dos que más gusta de este álbum, cuenta.
Hablamos sobre todas esas canciones que hizo para otros, pensando en ellos y que nunca o casi nunca cantó él mismo. «Sólo en un caso concebí una para otro y luego le fui totalmente infiel. Fue a Julio Iglesias. Escribí para él “Y cómo es el” y en la compañía me dijeron que no se la podía dar, que era un pedazo de canción. Y ahí sí tuvieron mucha visión porque cuando apareció fue número uno en toda América, incluso antes que en España».
No fue su único éxito, claro. En realidad, han sido tantos que cabe pensar que es uno de nuestros pocos cantantes millonarios. «Pues ni soy millonario ni me quejo de no tener dinero, ni de no vivir bien, ni de tener una buena casa y ser feliz. Y, sobre todo, tengo tiempo, que es un gran lujo: tomarte el tiempo que quieras, prescindir de hacer discos o conciertos para escribir una novela, seguir componiendo, hacer cerámica, escultura, viajar, ver museos... Nunca me he dedicado a amasar dinero, ésa no es mi vocación».

Personal e intransferible

José Luis Perales nació en Castejón (Cuenca) en 1945. Está «casadísimo» y tiene dos hijos, que son de lo que más orgulloso se siente en la vida. Se arrepiente «de alguna canción que me hubiera gustado no hacer, aunque no diré cuál, y también de alguien que la cantó, aunque, en ese caso, le puse el pseudónimo para que no supieran de quién era». Dice que le «cuesta un poquito perdonar cuando me hacen mucho daño» y que olvida «unas cosas más que otras». Le hace reír «un chiste buenísimo» y llorar «un niño con la mirada triste». A una isla desierta se llevaría... «nada. Iría yo solo y lo iba a pasar pipa con las ballenas». Le gusta comer «bien». «El pescado, por ejemplo, al que me estoy acostumbrando porque, de pequeño, en mi pueblo no había... Y me gustan muchísimo las ostras». Y beber «vino de Rioja, básicamente, aunque el del Duero también me gusta». Sus manías son inconfesables y respecto a los vicios: «Me quité del tabaco y tengo algunos otros, pero ahora no sé cuáles». Ya no se le repiten los sueños, de mayor le gustaría ser músico y si volviera a nacer sería pianista.