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La música rejuvenece

La Razón

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Muy mal hemos empezado el año. Apenas hemos acabado de llorar a José Luis Pérez de Arteaga –dudo que terminemos alguna vez– cuando esta semana desaparece el más grande bajo wagneriano de los últimos cincuenta años. Kurt Möll era el único al que personalmente fui capaz de, no sólo aguantar, sino disfrutar con el monólogo de Gurnemanz en «Parsifal». ¡Y qué decir del rey Marke, de Sarastro o el barón Ochs! Hace diez años que se retiró, pero su recuerdo lírico será imborrable. Nos llega ahora la noticia del fallecimiento de Alberto Zedda, el joven-anciano que a todos nos parecía inmortal, y con él sucede lo que con José Luis, que por muchos y muy grandes que fueran sus méritos, aún pesan más sus valores personales. Murió, en paz, casi escuchando «La cenerentola», que debía estar dirigiendo él mismo en la semana dedicada en Pésaro en su 225 aniversario.
Conocí a Alberto el pasado siglo y con él es imposible recordar la fecha exacta porque siempre fue igual de joven. Nació en Pésaro, estudió en Milán con Votto y, sobre todo con Giulini, a quien le debía mucho, y debutó en 1956 con «El barbero de Sevilla». Fue precursor del revisionismo de partituras y dedicó gran parte de su vida a redescubrir a Rossini. También a sus derechos de autor. Y también investigó a Bellini, Donizetti, Vivaldi, Haendel...y hasta a Verdi. Recuerdo que una noche, cenando en casa de los padres del director de orquesta José Miguel Sierra, nos contó que iba a dirigir «Otello». Le pregunté si tenía tantos tenores como exige la partitura y él me contestó: «¡Si sólo hacen falta tres!», a lo que , en broma entre los licores, le repliqué: «¿No irás ahora a revisionar a Verdi?». Se echó a reír, porque eso es justo lo que iba a hacer. Creo que lo último que le vi dirigir fue «Falstaff» en La Coruña, dentro de ese Festival de los Amigos de la Ópera. Una vez más admiré su energía vital, sin entender de dónde la sacaba de un cuerpo tan minúsculo. ¡Qué hombre más pequeño y más grande! Y era capaz de contagiar su vitalidad a cuantos le rodeabamos, empezando por Cristina, su esposa y, naturalmente, a las orquestas con las que trabajaba. «Mi fuerza está en la juventud que me proporciona siempre la música», decía. Y era verdad. De ahí que se rodease de jóvenes artistas, a muchos de los cuales descubrió. Ya nos gustaría alcanzar los 89 años con tu energía. ¿Qué estarás contando allá en las alturas? Cómo me gustaría escucharlo!.

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