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Las tormentas de Luis Albert Segura

El que fuera alma y motor de L. A. detiene la que ha sido su banda durante 14 años para iniciar carrera en solitario y en castellano con su disco «Amenaza Tormenta».
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El que fuera alma y motor de L. A. detiene la que ha sido su banda durante 14 años para iniciar carrera en solitario y en castellano con su disco «Amenaza Tormenta».
Hace exactamente un año, Mallorca sufría las terribles inundaciones que le costaron la vida a 12 personas y arrasaron buena parte de la isla. Por la televisión, a todas horas, arreciaban las desgracias y los malos augurios climáticos. Seguramente por esa razón se fue filtrando en el subconsciente de Luis Albert Segura, que fuera alma y motor de L. A., mallorquín y residente en la isla, el título de su nuevo trabajo: «Amenaza tormenta», un álbum que supone un antes y un después en su carrera. «Los cambios eran necesarios. L. A. se queda en ‘‘stand by’’ pero yo necesitaba arriesgar, no seguir en el mismo McDonald’s haciendo una hamburguesa diferente. Esto es un cambio radical. Lo necesitaba y ha sido liberador», asegura el artista, que detiene su banda durante los últimos diez años para embarcarse en un proyecto nuevo que presenta en Mallorca (hoy), Madrid (17 de octubre), Barcelona (18), León (25) y Santander (26).
«No ha sido un trauma parar la banda anterior porque era una opción ya madurada. Tengo una pizarra con cosas pendientes y una era cantar en castellano, pero siempre había dicho que lo haría cuando me sintiera preparado», cuenta sobre uno de los cambios más llamativos de esta etapa, el idioma, un cambio que le hizo sentirse más expuesto, más desnudo. «Sí, muy en pelotas –explica gráficamente–. Como cuando se te caen los pantalones enmedio de la clase. A mis 40 años, me vi perdido y fue rejuvenecedor. Me siento como un chaval empezando de cero. Me da vértigo y cagalera pero es lo que necesito», explica Segura, que hasta hace no mucho tenía un contrato con Sony y con Live Nation y ahora se busca solo la vida.
La liberación del idioma
Por todo lo anterior, entre otras cosas, las letras contienen un cierto desafío, un avance hacia lo desconocido y un mundo que se derrumba. «He dado rienda suelta a cosas que antes no podía expresar al cien por cien porque cantaba en inglés, que, aunque domines, no es tu idioma materno y siempre te impide conocer los matices perfectamente. He notado la liberación. Y es normal. Simplemente al cambiar el idioma me comenzaron a salir letras compulsivamente, y además con un contenido y desde un punto de vista más personal. He indagado en mi interior y ya no escribo como si se tratase de una película, sino que soy yo», reconoce.
Así que, de alguna manera, se abrió la puerta de los sentimientos al cambiar el vehículo, el lenguaje. «De hecho, hay cosas muy personales que va a resultar extraño ver a la gente cantándolas. Porque hablan de mí con mucha claridad y profundidad. Puede que antes cantase sobre temas más banales, o asuntos más maquillados por lo menos. El idioma ha supuesto la llavecita para abrir la puerta. Me he quitado un tapón, de necesidad de expresar cosas». También ha cambiado en su estética musical. «Trato de abrirme, ya no pretendo sonar todo el rato como Pearl Jam. De hecho, para este proyecto, escuché muchísima música española de los últimos 30 años, pero no cuajó. Y en vez de tratar de hacer algo como Los Secretos o Nacha Pop, me volqué con clásicos como Bowie o Los Beatles para intentar hacer algo en español diferente, con cuerdas a tope y un estilo anglosajón, pero en castellano. Estoy buscando el camino y sé que es un salto mortal, pero la satisfacción es incalculable», apunta Segura. «Podría haber seguido con L. A. y meter violines por todas partes, pero es un proyecto que ya tiene su identidad y resulta injusto cargarme su carrera por un capricho. Quizá en el 15 aniversario de la banda, que es el año que viene, volvemos a reunirnos si nos apetece dar unos cuantos guitarrazos».
Sin embargo, de momento Segura sentía la necesidad de complicarse la vida con una banda de 11 músicos que incluyen un trío de cuerda. «Claro, para volver algún día a L. A. tengo que complacer mis necesidades, a mi cerebro y a mi corazón. Y sí: el proceso ha resultado como pasar de Guatemala a Guatepeor. Pero mi obsesión era tener una ‘‘big band’’ detrás. Quiero disfrutar de cantar como creo que puedo sin tanto volumen y sin guitarra», explica. Y así, en este proceso, ahí tenemos es el segundo escudo que cae, tras el idioma. Porque la guitarra también es un escudo que protege al artista del público. «Exacto. Otra vez, en pelotas (ríe). Pero creo que en eso consiste ser artista. En desafiarse».
El fin del mundo
¿Y las tormentas? «En el álbum hay de las dos, de las vitales, que las sufrimos siempre, y de las reales. El título, además, pienso que habla de la naturaleza y de lo imparable que es y lo pequeños que no nos damos cuenta de que somos», comenta el artista, que estaba impactado por las riadas de agua arrasando con todo en su isla y de lo bobo y presuntuoso que resulta que los hombres piensen que son más fuertes o más listos que la naturaleza. De esa noción salen canciones como «El cielo se rompe» y «La tierra giró». «De alguna manera, sí. Aunque la primera es literalmente del impacto que me causó la película ‘‘Melancolía’’ de Lars Von Trier. Me dejó noqueado. Salí roto de ahí. Durante un par de días tuve una sensación tremenda, por cómo plantea lo insignificantes que somos y lo poco que podemos hacer contra la naturaleza. Esa es la idea musical y poética del fin del mundo».