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Mad Cool, entre la angustia y la euforia

Las espléndidas actuaciones de Lizzzo y Robbie Williams casi hacen olvidar las aglomeraciones y los problemas en los accesos y las salidas de Mad Cool en su nueva ubicación de Villaverde. Pero no lo logran
Robbie Williams en Mad Cool. David Jar
Robbie Williams en Mad Cool. David JarDavid JarPHOTOGRAPHERS

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Mad Cool abrió sus puertas ayer convertido en un océano de marcas sobre el tapete de su característica alfombra verde. Con la sensación de ser figurantes en un decorado, miles de asistentes irrumpían a media tarde en una parcela improbable entre una carretera y un polígono industrial de aspecto distópico. Pero ¿qué demonios hace allí toda esa gente bajo un sol digno del día del juicio? El festival abría sus puertas justito de sombra y con nuevas incertidumbres que deberán ser resueltas en unas pocas horas, pero rebosante de marcas y de entusiasmo. La kilométrica cola de acceso no hacía presagiar nada bueno y se confirmó a la hora de desplazarse por el recinto, que duplicaba su espacio pero reducía considerablemente la libertad de movimientos de una masa llevada al límite del agobio. Y no es la primera vez que en el festival madrileño se fuerzan los límites de la comodidad.
Ese parece que es el destino de los macrofestivales: llevar al público al extremo, exprimir las posibilidades del negocio. En un festival se vende y se compra cada metro y cada segundo. Así es como se forman los carteles artísticos, con un cuidado diseño de nichos y de masas, de marcas y patrocinios, una lucha por nuestra atención y nuestra tarjeta de crédito. Y sin embargo, con toda esa lección bien aprendida, anoche la música se impuso: la presencia de Lizzo, el carisma de Robbie Williams y el rollazo de Machine Gun Kelly se alzaron triunfadores en una jornada que se guardaba para el final la prueba decisiva: volver a casa.
Lizzo en Mad Cool. David Jar
Lizzo en Mad Cool. David JarDavid JarPHOTOGRAPHERS
Machine Gun Kelly arrasó con un punk pop melódico adolescente y desacomplejado, diseñado para la épica. No se anduvieron con chiquitas. Llamaradas ascendentes por un escenario en forma de pirámides, invitaciones a tomar chupitos de Tequila y fumar hierba. Tocó la guitarra haciendo sonar las cuerdas con una copa de vino y regaló una versión de "Danza Kuduro". Pronunció más "fucks" de los que son reglamentarios pero ni siquiera se notó en una actuación espléndida en la que se metió a todo el mundo en el bolsillo de sus pantalones plateados. Lo de mezclar rap con heavy metal ya estaba inventado pero el texano lo hace con un sello único y una banda estupenda. No sabemos qué hará el tiempo con sus canciones de aliento juvenil pero a quién le importa el futuro si él ya es una estrella. Una capaz de hacer las cosas con ganas y que parezca que te importa todo entre poco y nada.
Así, Lizzo destrozó las caderas todo lo que lo permitían las estrecheces del recinto. O, como ella lo llamó, los miles de "motherfucking culos" apretujados delante. Menuda demostración de poder, de soul y R&B, de liberador ejercicio del baile empezando por el "booty" de Lizzo. Ella ha llevado a cabo una lucha contra la discriminación por el fisico en un mundo superficial porque las diosas no tienen prejuicios y los demás no deberíamos tenerlos. Rindió homenaje a sus compañeras, de Cardi B a Whitney Houston, de Etta James a Sister Rosetta Tharpe e hizo que todo el mundo se sintiera especial. Su mensaje quedó impreso en el aire, que vibraba rato después de que abandonase el escenario.
Robbie Williams en Mad Cool. David Jar
Robbie Williams en Mad Cool. David JarDavid JarPHOTOGRAPHERS
Con el tiempo justo, Robbie Williams apareció en el escenario rodeado de una big band y con un traje de dorados brillos. Otra demostración de que los complejos y las ideas preconcebidas hay que desterrarlas. "Let me entertain you", proclamó al poco de comenzar y después, "Land of the 1000 dances", que le dejó sin aliento. "Es Covid persistente, no es mi edad, cabrones", proclamó exhausto. Como una especie de comediante, realizó introducciones, discursos y se rio de sí mismo poniendo el primer vídeo de Take That y dejando en pantalla congelado su propio culo, su "bum bum" de 17 años. Y precisó que a los demás miembros del grupo no les caía bien. "Yo buscaba mi momento para brillar y resulta que Gary Barlow cantaba la mayor parte del tiempo. Así que voy a cantar esa canción ahora". Y no la dejó terminar antes de volver con otro discurso. "Voy a romper las reglas", dijo. "Todas", añadió. Y recordó los años que sólo quería "champán y cocaína e su bolsillo". Y, sin saber muy bien cómo, cantó "Don't Look Back In Anger", de Oasis, en lo que empezaba a parecerse un despropósito, una locura épica. Un gigantesco "porque yo lo valgo". Robbie interpeló a un fan de la primera fila al que todo el público adoró y todo lo que sucedió después fue digno de una bestia del escenario, de un ídolo de la comedia. De un pedazo de artista.
Robbie Williams en Mad Cool. David Jar
Robbie Williams en Mad Cool. David JarDavid JarPHOTOGRAPHERS