Ni un triste ramo de flores
«Homenaje a Montserrat Caballé». Obras: de Donizetti, Verdi, Charpentier, Strauss, Wagner, Puccini y Bellini. Intérpretes: M.Devia, J.Nuccio, I.Churilova, M.Martí, A.Blancas y A.Petersen. Orquesta: Titular del Teatro Real. Dirección: A.Albiach y J.M.Pérez-Sierra. Presentación: Emilio Sagi. Escenario: Teatro Real.
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En el Teatro Real no se han dado bien los homenajes. Aún muchos recordamos lo sucedido el 7 de enero de 2000 en el dedicado a Alfredo Kraus, cuando los anunciados Pavarotti, Vargas o Bayo nunca llegaron a pisar el escenario y de ello se informó en plena gala. La reacción del público y la de su entonces director general propició un escándalo mayúsculo que acabó costando el cargo a éste último. Posiblemente, para evitar algo parecido, el Real no anunció los participantes hasta los últimos días y entonces para mover una taquilla remolona. En otros sitios sí han funcionado, muy especialmente en el Met, y este mismo año Cecilia Bartoli tuvo éxito en Salzburgo con su gala dedicada a Rossini y muchos también recordamos aquella inmensa de 1972 para celebrar los 125 años del Liceo, donde Lauri Volpi coronó a los 80 años el «Nessun dorma» con un impactante si bemol que casi le hizo perder el equilibrio.
Se precisan varias cosas para que un homenaje funcione: la importancia del homenajeado, el peso en el circuito de quien lo promueve, los precios de las entradas, la promoción y tiempo. ¡Qué duda cabe que Montserrat Caballé es una de las grandes sopranos de la historia, una leyenda! El Real también ha tenido tiempo para prepararlo desde que se pensó en él a primeros de año y la promoción no ha faltado al final. Sin embargo, el peso del teatro no es lamentablemente el que se nos quiere transmitir constantemente y los precios de las localidades –190 la butaca– resultan desproporcionados. Los artistas que participan en estas ocasiones han de estar muy ligados a la figura homenajeada, pues no suelen cobrar por acudir. Montserrat Caballé sigue cantando, pero pocos colegas de su época permanecen en activo. En estos casos existe una forma de arropar al homenajeado, rodeándole de personas queridas. Artistas que no tendrían por qué cantar e incluso personas ajenas al canto, pues la ópera incluye muchas profesiones con las que los cantantes trabajan, empezando por esos apuntadores que tanto les ayudan y Caballé bien lo sabe. Joan Dornemann sería un claro ejemplo.
Joan Matabosch es ferviente admirador de la soprano y ya en enero de 2012 le organizó una gala en el Liceo. Él glosa su figura en las notas al programa de mano –alicorto, sin biografías de los participantes, sin obras y fechas de la carrera de la soprano en Madrid– y sin duda ha preparado el acto con cariño. Pero la Superba merecía mucho más boato y enjundia a su alrededor, por más que Emilio Sagi echase una mano como presentador, empezando por el palco real y no aquél lateral desde el que recibió casi dos minutos de aplausos de un público en pie tras un vídeo de 1979 en el Real con una vivaldiana «Sposa son disprezzata», de imborrable recuerdo.
Seis cantantes rememoraron algunas de las páginas que Caballé bordó: Jessica Nuccio puso entusiasmo en dos arias de «Traviata», Irina Churilova mostró temperamento en «Forza del destino» y delicadeza en «Butterly», Ann Peterson supo resolver el final de Isolda, Ángeles Blancas exhibió carácter en «Salomé», Montserrat Martí, con voz crecida y habiendo aprendido mucho de las medias voces maternas en «Louise» y, finalmente, Mariella Devia. Cito a ésta la última porque es ella quien marcó la diferencia, quien realmente salvó la noche, quien nos hizo recordar con su arte el que tuvo Caballé. Abrió Devía con «Piangete voi» de «Anna Bolena», una obra que nunca trajo suerte a nuestra soprano. Tuvo que posponerla en el Liceo por embarazo cuando estaba en su mejor momento y los ya tardíos recuerdos de la Scala no son gratos. Devia abordó este aria y la escena final de «Il Pirata», ambas de Donizetti, casi como Caballé hizo en la Sala Pleyel parisina en 1966. Esos dos momentos y la «Casta diva» proyectada de la propia Montserrat cantando «Norma» en concierto, en el escenario del Teatro Real en 1971, nos trajeron lo mejor del bel canto y la enorme talla de dos de sus más grandes defensoras en las últimas décadas.
José Antonio Campos, presente en el acto, organizó en la Zarzuela en 1988 otro homenaje con la intervenciónn, entre otros, de Fedora Barbieri, Viorica Cortez, Ileana Cotrubjas, Giuseppe di Stefano, Dalmazio González, Enedina Lloris, Chris Merritt, Antonio Ordóñez, Joan Pons, Claire Powell, Freddie Mercury... y la Reina Doña Sofía. Esta vez los seis citados, felicitaciones en vídeo de Domingo, Fleming y Carreras y un secretario de Estado como máximo representante oficial. No se vio ni un triste ramo de flores. Decididamente, otros tiempos fueron mejores y tuvimos más poder en el mundo musical. ¡Qué pena! Menos mal que estuvo Devia y que Montserrat Caballé volvió a conquistarnos al final con sus palabras llanas.
Siempre «Casta diva»
El momento más esperado era la subida al escenario de Montserrat Caballé. Se hizo esperar, pero llegó. Del brazo de Emilio Sagi, a quien ella adora, la soprano tuvo palabras muy cariñosas para Joan Matabosch, actual director del coliseo, y José Antonio Campos, otra de sus debilidades y que tanto hizo por ella en la capital. Jamás le olvida. También lanzó un piropo a la Orquesta Sinfónica de Madrid. Bromeó con su movilidad y prometió que cuando pueda volver a caminar estará en el escenario al Real. A ella también la recordaron Plácido, con quien tanto ha querido, y que hoy inauguraba temporada en Valencia con «Manon Lescaut», René Fleming, que la lanzó un inflamado «bravissima diva», y José Careras. Y fue, por ella misma, una vez más, «Casta diva».