Crítica de cine

«Universo Barroco»

Obras de J. S. Bach, G. P. Telemann y G. F. Haendel. Kate Lindsay, mezzo, Steve Davislim, tenor. Balthasar-Neumann Ensemble. Director: Thomas Hengelbrock. CNDM. Auditorio Nacional de Música, Madrid. 24-II-2014.

La Razón
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Una sesión barroca en vena cuando los mimbres que la visten son de calidad siempre resulta estimulante. El conjunto creado y dirigido por Thomas Hengelbrock, músico muy activo en el Teatro Real a lo largo de las últimas temporadas, es compacto, sólido, afinado y viene compuesto por instrumentistas de talla, bien adiestrados. De los cinco violines primeros, tres tocan sentados, el resto, con las cuatro violas y los cinco segundos, actúan de pie, como los trompetas. Instrumentos originales de época, por supuesto.

Ataques secos, con poco vibrato, crudas sonoridades, sin veladuras, directas y agresivas, adecuadamente planificadas por las manos –sin batuta– de su director. La «Suite nº 4 BWV 1069» de Bach se presentó en sus movimientos extremos con relativa claridad. Pero en la «Bourré» se distinguieron perfectamente los contrapuntos y en los «Minuetos» las cuerdas sonaron tersas, con un dibujo muy fino. Ni el arpa ni la tiorba, como suele suceder, se escucharon. Brioso y brillante el «Concierto para tres trompetas, timbales, dos oboes, cuerdas y continuo TWV 54: D3» de Telemann. En el tan vivaldiano «Largo» destacó el solo de oboe de Emma Black. En el «Vivace» final degustamos de dinámicas muy contrastadas.

Un «pasticio» de Haendel

La segunda parte venía configurada por un «pasticcio», es decir una pieza en la que se suceden arias, recitativos y dúos, en este caso de dos óperas de Haendel, «Armida» y «Rinaldo», estructurados para dar cauce a una simple acción, a un diálogo amoroso entre dos personajes, hábilmente dispuesto por el propio director. Actuaron la mezzo Kate Lindsay, de timbre agradable, casi de soprano, con graves débiles, agudos frescos, filados musicales y apreciable coloratura, y el tenor Steve Davislim, lírico, algo opaco, relativamente afinado y algo torpón en agilidades. Aunque realmente su tinte se preste al cometido. Hengelbrock supo diferenciar muy bien los distintos aires danzables y acompañó con delicadeza a la mezzo la famosa página «Lascia ch'io pianga», que Haendel empleó en distintas obras vocales.