Sevilla

Vainica Doble, esa inmensa minoría

La portada de «Carbono 14», como todo el disco, se salía de lo normal
La portada de «Carbono 14», como todo el disco, se salía de lo normallarazon

Reeditan «Carbono 14», el disco con el que el dúo trató de resucitar y abrirse al gran público pero que, como todo en su historia, fue un fracaso comercial

La historia de Vainica Doble es una de esas epopeyas a la española en las que la gloria y la miseria se dan la mano. Carmen Santonja (que falleció en 2000) y Gloria Van Aerssen (nacida en 1934), Vainica Doble, fueron capaces de concitar entre sus seguidores a una larga lista de intelectuales, pintores, músicos, bohemios y personalidades de la cultura aunque sus discos se vendieron en cantidades ridículas. Sus temas influyeron a músicos de varias generaciones en España que alcanzan hasta el «indie» de Le Mans, La Buena Vida o Los Planetas, y sus vidas fueron de película. «Carbono 14» (1997) fue un trabajo tardío que supuso el último intento por hacer que sus carreras llegasen al gran público aunque terminó como todos: siendo un rotundo fracaso. Colaboraciones de lujo, una canción dedicada a Satanás y una orquesta sinfónica fueron ingredientes de un gran delirio del pop español.

Miguel Ángel Arenas, «Capi», era el productor del trabajo y hoy está «alucinado con que se reedite, porque es parte de una historia muy triste para mí». Capi, que había sido una figura central en la Movida, llevaba desde 1982 tratando de grabar con Vainica Doble por pura admiración de sus canciones. «Hubo varios intentos, pero no salió. Y ya en 1997 me encuentro con que ellas estaban en una situación económica muy precaria. Así que las ofrecí hacer un disco que las abriera al gran público, que las hiciese despegar, pero uno bien hecho. Yo acababa de grabar ‘‘Corazón partío’’ con Alejandro Sanz –Capi fue su descubridor–, que había vendido 18 millones de copias. Tenía un puesto directivo en Universal y era mi ilusión grabar con ellas. Pero puedes imaginar que no lo hacía por dinero», cuenta el productor. La historia de Vainica Doble estaba marcada por un cancionero lleno de inteligencia, de humor y de altura literaria aunque con pose arrabalera, coplera cuando no directamente de cachondeo. Su falta de pretensiones había enamorado al público que huía de los productos comerciales. La cuestión es que su carrera comercial llevaba las alas cortadas. «Gloria sufría un pánico escénico total. Sólo dieron tres conciertos en toda su vida y en uno de ellos se puso detrás de un telón. Así que no tenían de qué vivir porque nadie compraba aquellos discos tan minoritarios».

Vivir de las sintonías de televisión

Tanto Gloria como Carmen habían conseguido que las sintonías de televisión (para los programas de Jaime de Armiñán, con el gran éxito de «Con las manos en la masa», dirigido y presentado por Elena Santonja, hermana de Carmen y mujer del cineasta) se convirtieran en su modo de obtener ingresos. Hasta que, como todo, se acabó. «Yo creo que a estas señoras les pertenece un lugar en otra historia. Tendrían que haber vendido millones de discos porque, a mi juicio, su obra es alucinante. De las más importantes de nuestra música por literatura, modernidad, ruptura y conocimientos... son tremendas. Fueron la fuente de inspiración de toda la Movida madrileña», añade Capi.

Ambas procedían de buenas familias. Gloria era hija de un noble holandés que se instaló en Sevilla como cónsul. «Pero se arruinó. Y fue tan así que las putas de la Alameda de Hércules le tuvieron recogido hasta su muerte», dice Capi. Carmen venía de un clan de intelectuales: era nieta de Jaime Rosales. «Fueron de la generación hippy, nacidas en los años 30. Personas que asistieron al festival de la isla de Wight en los 70 y conocieron a los Rolling Stones, eran modernísimas y guapas. Pertenecían a las divinas de Madrid. Se dedicaron a la música porque su educación era de las de profesora de piano. Escuchaban a Mozart desde pequeñas, y la ópera italiana y el barroco. Fueron muy cultas: leían a Dostoievski con diez años. Pertenecían a la élite». Escribían sus canciones porque poseían un gran talento musical, pero ninguna posibilidad de actuar, así que eran su propio enemigo artístico. Sobrevivieron «picoteando como podían». Para el trabajo que esperaba que fuera la resurrección de Vainica Doble, la compañía puso unos medios generosos. «Gastamos muchísimo dinero». Contrató para la grabación a la London Symphonic Orchestra y a músicos como Joan Bibiloni y Pepe Robles. Miguel Ángel Collado fue el arreglista y colaboraron Miguel Bosé, Ismael Serrano, Pepe de Lucía y Alejandro Sanz, y pusieron voces Jorge Berlanga, Paco Clavel y Germán Coppini, entre otros. Pero no logró ninguna repercusión salvo algunas críticas «espantosas», dice el que fuera productor de Alaska y Radio Futura al mismo tiempo que de Los Pecos en los 80. «Fue duro. Porque Vainica Doble no eran gente que empezase sino artistas con mucho polvo del camino encima. Los miedos adultos, las adicciones alcohólicas, el peso de la leyenda y la gestión de mi propia admiración fueron complicados de llevar. Aunque para mí era un sueño. Y una aventura de vida. Para lo que no estaba preparado es para que, al fracasar, aquellos palmeros que tenían alrededor, esos progres de bareto, les dijesen que yo las había engañado», lamenta el productor.

Figurantes con Berlanga

Lo cierto es que con el disco pagaron algunas facturas. «En aquella época estaban tan ‘‘caninas’’ que Berlanga las sacó en “Patrimonio Nacional” como figurantes, vestidas de monjas y no se las reconoce». Pero en el trabajo está su sello de identidad, la escritura. Dejaron versos como «desde que eres mi marido ya no te quiero» y «trabajo y economía, no lo olvides holgazana, son segura lotería», entre otras perlas. Incluso una canción dedicada a un virus de ordenador: «Un germen sin conciencia, la oveja más negra de la ciencia». El álbum no sonaba artesanal como los anteriores y tampoco logró su objetivo de trascender. Pero tenía una portada absolutamente genial. «La llamada Prensa seria, que estos días me quiere volver a llamar por teléfono, puso de vuelta el disco. Porque en este país sólo se alaba lo minoritario», comenta su productor. «Después del disco incluso nos preocupamos por recopilar su material, porque eran tan desastres que jamás cuidaron de su propiedad intelectual ni cobraban de ella». Miguel Ángel Arenas mira hacia atrás y se lamenta: «No sé por qué, siendo tan geniales, siempre oscilaron entre la miseria y lo miserable. Aunque desde pequeño me fascinaron, las admiraba profundamente. Hacer aquel disco me costó millones pero bien empleados estuvieron para la aventura vital que supuso conocerlas».