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Ocampo, una escritora que vale tres fortunas

La Fundación Banco Santander presenta la obra de la intelectual argentina en la que se destapa como «una de las mejores memorialistas en español del XX»
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La Fundación Banco Santander presenta la obra de la intelectual argentina en la que se destapa como «una de las mejores memorialistas en español del XX»
La de su tía, la de su marido y la parte correspondiente de la de su padre: las tres fortunas con las que Victoria Ocampo podría haber pasado, sin ningún tipo de problema, toda su vida. Sólo tenía que disfrutar del lujo a golpe de talonario y pasear su deseado rostro en una cuidada «tourné» de eventos. Negativo. Decidió dilapidar sus arcas, sí, pero no como las rubias y voluptuosas herederas americanas hacen hoy entre Beverly Hills y Dubái. En lugar de eso, de ejercer de musa, de diva, escogió gastar su dinero en favor de la cultura. «Ser una activista, una líder y una política» –en palabras de Laura Freixas–. Una mecenas, y algo más, explica Carlos Pardo, prologuista y antólogo del volumen que se presentó ayer: «Darse. Autobiografía y testimonios» (Fundación Banco Santander).
«Fue una compinche de la vanguardia y la innovación», sigue Pardo, intentando desligarla de la imagen que ha trascendido de amante y gran promotora de la cultura, para situarla como «una verdadera escritora». Sus mejores obras no sólo fueron ella misma y la revista «Sur». Para demostrar que su legado fue más allá del valor de sus monedas se edita este libro en el que ha condensado la «gran escritora» que fue –una fusión de diez tomos de testimonios y seis autobiográficos, más las lecturas del resto de su obra. Y «a pesar de la pesadilla que ha sido dar con ellos»–. «Sin duda, una de las mejores escritoras de literatura memorística en español del siglo XX», apunta el prólogo en un acto de «justicia».
w género de «outsiders»
Hasta ahora, ha costado vindicar el papel de Ocampo en las letras, en lo que Pardo encuentra explicación en los dos prejuicios con los que se encontró: «El machismo de la época y el dedicarse a un género experimental y menor como era la autobiografía». No estaba bien visto, se identificaba con mujeres, homosexuales y otro tipo de «outsiders». Ahora, con un cambio de mentalidad de los lectores, ya se empieza a ver como una literatura de peso. Lo que Victoria Ocampo no conocía eran los complejos. «El pudor es el principal enemigo de la literatura y de la mujer», dejó la argentina como una de sus frases más célebres. «Sin miedo a hacer el ridículo». De su fuerza se valió para hablar de celos y el amor adúltero sin problemas. Reconoció de igual manera el no vivir con su marido, que haber llegado al final de su vida sin liquidez. Actuaba sin tapujos.
Así era. Y gustaba. Mucho. Pregúntenle a Ortega y Gasset –su primer editor– y a Keyserling, que intentaron llegar a más sin suerte. Porque Ocampo estuvo muy pronto cerca de las grandes figuras de la intelectualidad. Los trataba de tú a tú. Los citados, más Tagore, Camus, Stravinski, Gabriela Mistral, Borges –cuya fama mundial llega de la mano de la escritora–, y Woolf, entre otros, fueron sus amigos y protegidos. A quienes acogía en Villa Ocampo; y sin llegar a ser una «groupie». «Cada encuentro con un intelectual lo entendía como una excusa para comenzar un debate intelectual», apuntó Pardo durante la presentación del volumen.
Además de luchar contra el cartel de caza autógrafos, tuvo que hacerlo contra otros dos clichés: el de ser una figura literaria sin obra y una pija acomodada. Poco le importó, porque sabía quién era y qué quería. Y, como explica Juan Javier Negrín, «tenía una gran virtud y un defecto: era extremadamente generosa, pero lo era en exceso».

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