Paul Preston, frente a 140 años de corrupción en España
El gran hispanista británico presenta «Un pueblo traicionado», donde analiza la incompetencia que trae la división social.
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El gran hispanista británico presenta «Un pueblo traicionado», donde analiza la incompetencia que trae la división social.
Paul Preston ha dedicado ocho años a reunir todo el material que forma parte de «Un pueblo traicionado» (Debate), un libro con el que recorre la historia de la corrupción en España desde la Restauración hasta la actualidad. Desde Londres, Preston habló ayer con este diario.
–Parece inevitable empezar a preguntarle por la exhumación de Franco.
–Por un lado, resulta evidente que ya era hora. A los casi 44 años de la muerte del dictador que haya un monumento dedicado a él parece mentira en una democracia. Un monumento, por ejemplo, en Berlín a Hitler sería inconcebible. Yo sé que hay muchos que dicen que es un monumento a los muertos de la Guerra Civil. Eso es mentira por varias razones. Toda la idea era de Franco, él seguía la construcción... Es un monumento que él quiso para desafiar a la Historia.
–En su libro apunta que el estado de pesimismo que tenemos en España ahora es parecido al de la crisis de 1898.
–Se puede explicar fácilmente el estado de depresión nacional que siguió al desastre del 98 porque hubo muchos muertos, muchos que fueron a Cuba para morir y ser mutilados, pero la Prensa de la época hablaba de aquello como una gran obra nacional. Hoy en día, tengo la impresión de que todas las revelaciones de la corrupción, todo el follón catalán y los errores de los políticos han provocado que la gente se desespere por la situación. Un poco lo que nos pasa aquí con el Brexit. Hay una gran diferencia y es que el nivel de vida es mucho más alto, pero tengo la impresión que existe desesperación por el contexto político.
–¿España es un país corrupto o de corruptos?
–España no es especialmente diferente de otros muchos. Si miramos la liga internacional que existe de los países corruptos, de los 150 que hay, España es el número 50, mientras que Gran Bretaña está en el 11. En Reino Unido hay corrupción masiva, pero legal, como es el manejo de las inversiones de rusos y árabes que llevan dinero que quién sabe si es negro, además de la inflación de la libra, que es parte de la motivación del Brexit. Son cosas que se hacen en la sombra, aunque no resultan tan llamativas como casos más grotescos o de picaresca que narro en el libro. También sigue esa idea en mi país de que quien entra en el servicio público lo hace por el bien público, mientras que en los países del sur subsiste la idea de que no está mal entrar en el servicio público para tu propio bolsillo.
–¿Por qué ha empezado por la Restauración?
–Si considera que haciendo esos 140 años he escrito 800 páginas, puede imaginar si hubiera empezado antes. Comencé con lo que conozco, y he dedicado al siglo XX cincuenta años. Para llegar a un mismo conocimiento de otras épocas haría otro libro. La motivación de éste era doble. Por un lado la sugerencia inicial del editor era hacer una historia de la España moderna y contemporánea que podría ser de referencia, como durante muchas décadas lo ha sido el de Raymond Carr. Al confrontarme con ese reto y hacerlo interesante para mí para que fuera un ejercicio útil, pensé que había que explicar por qué en esos años España fue un país tan conflictivo. Caí en ese triángulo: corrupción e incompetencia política es igual a división social. Eso me facilitó el filtro que haría interesante el libro.
–Hay algunos nombres en él que merecerían un libro aparte, como el de Juan March.
–Voy a contestarle con un rodeo. En este libro hay diferentes tipos de corrupción. Todo esto empieza desde el nivel más bajo, con figuras como el Lazarillo de Tormes, donde la explicación es la pobreza. Luego, en España y otros países que han sufrido dictaduras hay una corrupción institucional. Eso lo tenemos descaradamente en el libro con las dictaduras de Primo de Rivera y Franco. Por ejemplo, Primo, Franco y Queipo de Llano desviaban subscripciones patrióticas para sus propios bolsillos. Luego, y ahí llegamos a Juan March, hay una corrupción de los grandes bucaneros capitalistas. March no me parece especialmente español o mallorquín, sino especialmente capitalista.
–¿Lerroux está en esta línea?
–Es a pequeña escala. No llegó a ser, como March, uno de los hombres más ricos del mundo, pero su corrupción es muy llamativa. Lo de la ruleta del estraperlo es casi cómica. Él estaba casi en la plantilla de March, en esa red de sobornos.
–A nivel de lo que es la corrupción institucionalizada, ¿es durante el régimen de Franco cuando alcanza su plenitud?
–Si hablamos de España, sí. Hubo mucha corrupción en la Restauración, pero el personal cambiaba frecuentemente. Es irónico, aunque todavía persiste esa idea de que Franco era un dictador austero y no robaba. Yo mismo lo pensé cuando hacía su biografía. En los últimos años los trabajos de Mariano Sánchez Soler y Ángel Viñas nos han descubierto un nivel de corrupción increíble.