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Plácido Domingo: «La corrupción es un mal que no podemos permitirnos»

Cumplió ayer 76 y lo celebró con su familia en Madrid. No se perdió el partido de su equipo, con victoria blanca. Fue la guinda.
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Cumplió ayer 76 y lo celebró con su familia en Madrid. No se perdió el partido de su equipo, con victoria blanca. Fue la guinda.
Gracias. Hay muchas maneras de comenzar una entrevista, pero creo que con estas siete letras, que tanto pudor nos da a veces pronunciar, era la única de hacerlo con Plácido Domingo. Dirige hoy en la Ópera de Viena «Romeo y Julieta», de Charles Gounod. El ensayo general cuenta que ha ido estupendamente. Juan Diego Flórez, Gabriel Bermúdez y Aida Garifullina, ganadora del prestigioso concurso Operalia en 2013, forman el triángulo de cabecera. Menudo tío. Ha pasado dos días en Madrid. El plan, aunque apretado, perfecto: el viernes noche, celebración de su cumpleaños, 76, en Madrid con la familia, incluidos sus tres hijos. La tarta, de chocolate. El sábado ver el Real Madrid-Málaga con un 2-1 que le ha dado la vida. Y después volver a Viena para calzarse el frac y dirigir. Hoy no hablan Canio, ni Otello; tampoco Simon, Edgardo o Manrico. Quien responde a estas preguntas con voz autorizada es Plácido Domingo. Gracias, otra vez, maestro.
–¿Cómo es un día normal en su vida?
–Tengo tal entusiasmo por mi carrera que no creo que haya demasiados días que se pueden llamar «normales». Cuando no canto o no tengo ensayo, si puedo lo dedico a mi familia. Trato de ver a mis nietos, sobre todo cuando estoy en Nueva York, a los pequeños de mi hijo Álvaro. Hay días en que salgo del teatro y paso a verlos y si el tiempo es bueno echamos un partido en Central Park, o les llevo a la ópera, al cine o a ver un musical. Esos son un lujo de días. Y siempre que puedo, hacer deporte, aunque muchos días libres no tengo. Cuando estoy en España me veo con mis primos. Hay uno que siempre me pregunta: «¿Plácido, cuándo nos vemos?». Y yo le digo que en la próxima cena que tengamos. Además, no hay un día de mi vida que no estudie, no puedo pasar sin hacerlo, para mí es lo habitual.
–¿Madruga?
–No. Las mejores horas para mí son las de la noche. Si me retiro sobre las once o la medianoche estudio un par de horas, hasta las tres de la madrugada y si tengo función, más. Me encanta, por ejemplo, que en España los ensayos sean por la tarde, a diferencia de lo que sucede en el Met o en Viena, porque eso de levantarme a las siete y media de la mañana no va conmigo.
–Marta, su esposa, es una pieza fundamental en su vida.
–Soy muy afortunado porque tengo una mujer con cultura, conocimientos y entusiasmo. Si a mi me gusta la ópera, a ella, más. Tiene ojo clínico, se da cuenta de todo, si algo desentona desde el punto de vista estético lo percibe inmediatamente. Es mi ayuda permanente. Juntos hemos trabajado, ensayado, estudiado, analizado cada montaje, cada personaje.
–Hoy la escena es muchas veces minimalista y al cantante se le pide mucho más que cantar.
–Estudio muy bien las producciones que son menos tradicionales, que no me parecen mal, pero siempre que tengan un sentido y una razón de ser y que esté de acuerdo con ellas. Marta y yo trabajamos antes y después del ensayo y adelantamos mucho gracias a que podemos grabar con el móvil para después analizar.
–Ayer celebró su cumpleaños con su familia.
–Sí, en Madrid. El mejor regalo es sentir que tengo buena salud después de pasar un año muy especial como fue el pasado. No tuve que cancelar ninguna de las sesenta y seis funciones y me sentí estupendamente. Estoy en un buen estado vocal. El regalo es poder estar con los míos.
–Y la guinda, la victoria del Real Madrid.
–Claro, y menuda guinda que ha sido. El fútbol es así, caprichoso. Yo siempre digo que el balón es redondo y que corre para todos. Hemos tenido un comienzo de año muy intenso y no hemos parado. Se han juntado, además, la Copa y la Liga y vamos a ver si llegamos a semifinales en Balaídos. Yo estoy bastante confiado porque sé que tenemos un muy buen equipo, pero nunca se sabe (Y vive Dios que hubo guinda).
–El fútbol le apasiona, lo sabemos, pero ahora mismo los ojos de todo el planeta no miran a un esférico, sino a Donald Trump, nuevo presidente de Estados Unidos. ¿Le conoce?
–Pues sí. Hace años coincidimos. Le conocí cuando aún estaba casado con Ivana y sus hijos eran pequeños. Vinieron en un par de ocasiones a la ópera a verme cantar y salimos a cenar y a dar una vuelta por Central Park, mientras sus hijos patinaban en la pista de hielo. Después de aquello cambió su vida y no le volví a ver más. Y hoy es el presidente de Estados Unidos.
–¿Le parece increíble?
–Me da que pensar.
–Sobre todo por lo que puede suponer su llegada a la Casa Blanca. ¿Cree que puede moderar su discurso?
–Ojalá lo haga y no sea tan drástico. Siempre existe ese temor, ese estar a la expectativa de lo que dirá y hará. Sus palabras durante la campaña electoral fueron tremendas, vaya discursos, aunque yo creo que de aquello a lo que ahora predica se ha moderado. Creo que se ha controlado, que se puede haber tranquilizado, lo que nos va a beneficiar a todos. Si le digo la verdad no se sabe qué es lo que puede suceder, la política es tan complicada y en este momento la historia está enredadísima. Miras a un lado y está el horror de los refugiados sirios, que es terrible, de la gente que muere cada día. Yo creo que uno de nuestros grandes problemas es que la nación más poderosa, que era Estados Unidos, hoy no creo que ya sea tal. ¿Y el poder que tienen China, Rusia, o India? Y sin olvidarnos de Corea. Estamos hablando de potencias de envergadura a las que no se puede hacer a un lado. Puede sonar a sueño, pero lo ideal sería poder trabajar en común, que EE UU y Rusia fueran capaces de entenderse para que las guerras frías que padecemos no se conviertan en guerra reales.
–¿Le pareció duro lo que dijo Trump de México? Sus ataques se han multiplicado cada día.
–Cómo no, yo he vivido en México y tengo allí a parte de mi familia. Es de pensárselo, me resulta durísimo; sin embargo, lo ha matizado, ha pasado de un discurso totalmente radical a no serlo tanto. También ha hablado de la inmigración, que dice que es un problema terrible para Europa. A veces lo escuchaba y me daba miedo. Cuando ganó nos sorprendimos la mayoría porque nos parecía imposible que pudiera llegar a convertirse en inquilino de la Casa Blanca. Y ese día ha llegado. Y ya es presidente. Fíjate qué paradoja. Yo, el 20 de enero de hace ocho años, estaba en Washington. Recuerdo la imagen de Obama, con aquellas calles abarrotadas. El entusiasmo que yo viví fue inmenso, enorme, histórico, se percibía en los rostros de la gente. ¿Dónde está hoy?
–¿Habría aceptado cantar el viernes en la toma de posesión de Donald Trump?
–Yo no me habría metido en ese lío ahora. Además, no tenía tiempo porque me pilla en Madrid y no creo honradamente que fuera el momento.
–¿Y ve un libreto de ópera sobre su vida? Yo creo que dar, desde luego da.
–Mira, el año pasado puede ver una ópera que me impresionó que se llama «Bel canto», basada en un hecho real, la toma de la embajada japonesa de Perú, con una música tremenda que se te metía dentro. A mí, por ejemplo, me han propuesto una obra sobre los tres últimos días de vida de Ayrton Senna para la Ópera de Los Ángeles y también para que se vea en Montecarlo y quién sabe si también en Madrid, a mi me gustaría, en el Teatro Real. Al ser Trump un personaje contemporáneo su vida se puede llevar perfectamente a escena y escribir un libreto. Ya verás lo que tarda Hollywood en rodar una película o en hacer una serie de televisión. Una cosa es que merezca tenerlo y otra, que lo vaya a tener.
–Trump en EE UU, el Brexit en Gran Bretaña, Marine Le Pen con fuerza en Francia. ¿Los populismos están experimentando un resurgir o es una fiebre con fecha de caducidad?
–Los populismos tienen que estar muy bien controlados. Yo creo en un Gobierno que te ayude a tener un tipo de vida y te dé oportunidades, que barra totalmente la corrupción, que es un mal que no podemos permitirnos, intolerable, un Gobierno en el que quien más tiene ayude a los que están más necesitados. Un socialismo real inclinado hacia la derecha me parece que es un Gobierno justo o uno de derechas en el que el socialismo esté presente, y es la mezcla de ambos lo que hemos tenido en España con la alternancia política. Me habría gustado poder ver una posibilidad de alianza entre los dos partidos principales y las otras fuerzas políticas emergentes. El año 2016 ha sido tremendo, votación tras votación si ser capaces de cerrar acuerdos y proyectando una imagen exterior sonrojante. Estábamos en peligro y lo hemos superado. Y hoy, gracias a Dios, hay un Gobierno estable con una oposición que debe ser positiva y huir de oponerse a todo por sistema. Es necesario tejer alianzas. España es un país que está creciendo y que va para arriba y no podemos retroceder por problemas internos. Por ejemplo, me preocupa la extrema lentitud de la Justicia en nuestro país. Si tenemos que procesar, ganemos tiempo ya.
–¿Cómo ve a España ahora mismo?
–La veo bien. Hay que entender este momento desde los dos puntos de vista, desde el de quien está en el Gobierno y desde el de quien ejerce la oposición, que debe colaborar y trabajar para ayudar. La diversidad política es buen síntoma.
–¿Qué me dice de Ciudadanos y Podemos?
–Son la novedad, han despertado enorme interés y las simpatías de muchos españoles. Podemos tiene una gran fuerza pero para que la conserven deben ser prudentes y buscar el equilibrio. A Ciudadanos le veo como un grupo más tranquilo. No olvidemos que dieron apoyo al Partido Popular. Necesitamos el Gobierno que tenemos y le veo para que dure cuatro años. No podemos exponernos a retroceder todo lo que hemos conseguido con tanto esfuerzo. Con alianzas y pensando siempre, lo subrayo, en España y los españoles, saldremos adelante y conseguiremos que el empleo aumente, que el IPC vaya bien y que nos situemos donde estábamos hace quince o dieciséis años. Yo veo ese auge económico y que la gente está más feliz. La crispación de hace unos años no la percibo. Yo sé que cuando estoy en Madrid, Valencia o Barcelona y quiero salir con Marta a una terraza veo que están llenas. Y entonces me digo, ¿esto es un sueño o es la realidad? Es real.
–¿Ha visto ya «La La Land»?
–Todavía no, pero estoy deseando.
–Y la última película en cine ¿cuál ha sido?
–«Rogue One», la de «La guerra de las galaxias».
–No me diga que es fan de la saga.
–No las entiendo, te digo la verdad. Salgo del cine sin comprender una palabra. ¿Por qué no montan una escuela para explicar en qué consiste la mitología galáctica? Yo me apuntaría.
–Sé que no me a a dar un nombre, pero seguro que tiene favoritos a la hora de pensar en el relevo.
–¿De quién?
–De Plácido Domingo.
–Ya. Tenemos muchos cantantes extraordinarios, con voces fabulosas. En mi generación había grandes tiburones como Kraus, Lorengar, Caballé, Berganza, Lavirgen y tantos más. Después ha habido buenas voces y también yo diría que un receso. De Operalia salieron grandes como Ainhoa Arteta, Miguel Ángel Zapater, Auxiliadora Toledano, Israel Lozano; después hubo un hueco y ahora vuelve a haber efervescencia. Y no me quiero olvidar de la generación de Bros, que son bárbaros, pero si los nombro a todos no acabamos.
–Creo que Javier Camarena le gusta.
–Canta como los ángeles, es increíble. Le voy a dirigir en «Los pescadores de perlas», con Davinia Rodríguez. Están saliendo tan grandes cantantes de Canarias...
–¿Y qué me dice de Jonas Kaufmann?
–Es un grandísimo tenor, extraordinario y uno de los más completos, y en cierta manera me ilusiona aún más saber que está siguiendo un poco mi camino con un repertorio que va en la misma dirección que el mío. Me entusiasma cómo canta y su corrección con la partitura. No tengo ninguna duda de que es el número uno.
–En su agenda abundan cada vez más las funciones en las que dirige.
–Así es. Este año dirigiré más que nunca, pero está hecho con toda la intención. Estamos cerrando contratos a tres años vista, hasta 2020, y no sé si dentro de tres voy a poder seguir cantando, por eso he ideado un sistema: si me retiro antes no voy a dejar la función colgada, la dirigiré.
–Tiene soluciones para todo, pero llegará, en efecto, un día en que no cante ópera.
–Creo que me retiraré de la ópera antes que de cantar porque requiere una energía enorme y es bastante más cansado. Mi voz sigue estando ahí, pero si físicamente no me siento con fuerzas lo dejaré. Pero de momento no me jubilo.
–¿Es verdad que pidió a los dibujantes de los Simpson que le adelgazaran?
–Qué bueno. Mi personaje estaba en una sauna y salía ligero de ropa, así que les dije que yo no estaba para exhibirme y que si me podían hacer un poquito más normal, mejor.
–No sé si Adele y Lady Gaga son dos artistas que están en su punto de mira.
–Me encantan, son dos voces con las que me gustaría mucho poder trabajar. Y tampoco me importaría con Celine Dion, con la que teníamos un proyecto pero no pudo ser. Podríamos grabar un «crossover». Sería cuestión de ponermos de acuerdo, aunque tienen una vida tan extraordinariamente activa que la mía a su lado es como un juego de niños.