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Populismo, ese mito griego

larazon

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El libro «Historia del pensamiento político griego» analiza la vigencia de las doctrinas clásicas y alerta del peligro de la demagogia.
Desde que la avaricia se apoderó del político, la parcialidad de la justicia y la apatía del ciudadano, vivir en democracia se ha convertido más en una lucha que en una convivencia. Cuando el servicio público es un medio y no un fin, mucho menos un honor, y cuando conceptos como el de patria quedan postergados, el escritor y profesor de Historia Antigua de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) David Hernández de la Fuente propone echar un vistazo a la experiencia griega, con sus luces y sus sombras, para repensar el régimen que en su día nació para ser representativo de todas las clases sociales. Nada más de actualidad, con el vuelco electoral en la Grecia moderna, que volver la vista a historia de la democracia antigua.
Como todo lo heredado de los griegos, el sistema democrático llega a nuestros días transformado por las restauraciones que ha sufrido a lo largo de la Historia. En este presente de profunda crisis, no sólo económica sino también política y social, se ha de acudir a los modelos clásicos para repensar el futuro. En este sentido, Hernández de la Fuente analiza las doctrinas políticas clásicas y las expone en su libro «Historia del pensamiento político griego» (Editorial Trotta), escrito junto al catedrático de Historia Antigua de la Universidad de Potsdam Pedro Barceló planteado como una «herramienta para la reflexión». «No es un libro de filosofía teórica, sino un compendio interdisciplinario que expone desde la perspectiva histórica las alternativas y etapas que conducen a la construcción de la realidad política helena, su teoría y su praxis, desde la época arcaica hasta la crisis de la polis clásica». Porque no hay que olvidar que Atenas, como pionera en modelo de estado participativo, también lo fue en su fracaso. El desgobierno de los demagogos en la asamblea y la errada dirección de la guerra contra Esparta acabó precipitando su derrumbe. «Pero incluso en este momento, la crítica del sistema es lo que después ha dado alas a la historia de la política y de su teorización en Occidente», afirma Hernández de la Fuente.
Para el historiador, «deberíamos aprender a crear una comunidad identificada colectivamente con valores como el bien común, más que con un difuso interés público. Hoy en día se habla de interés general y esa es acaso una diferencia clave con el ideario de la política antigua: la ausencia de valores universalmente aceptados como Bienes, con mayúscula, como acusaba Sócrates en los diálogos de Platón. Ese relativismo llevó a la crisis del sistema democrático ateniense. Estamos repitiendo la historia con una sofística moderna, desde luego mucho más banal que la antigua».
La participación ciudadana, en crisis
Actualmente, cuando las cátedras de teoría y pensamiento políticos trabajan por reconducir el sistema, olvidan que «es el sentido de participación ciudadana lo que está en crisis profunda. Hay que implicar a los ciudadanos en una praxis política accesible para todos», a juicio de Hernández de la Fuente, quien critica que «los politólogos están alejados de lo que la sociedad está pidiendo. Es necesario volver la mirada a la experiencia griega». La democracia no se refunda con modelos ajenos a la tradición. «El primer ciudadano occidental fue griego y su modelo fue pionero en el desarrollo de un “patriotismo constitucional”, como diría Habermas, con la idea de que uno ha de sentirse orgulloso de la comunidad a la que pertenece, pero no por temas étnicos o tribales –dejando atrás el romanticismo político y nacionalista–, sino por un sentido cívico de pertenencia a un proyecto común».
Llama la atención que el laboratorio conceptual que presenta retos a las ideas políticas actuales siga estando hoy en Grecia. Dando la voz al ciudadano, se acepta su veredicto, pero la experiencia histórica nos demuestra los peligros de la demagogia y de la democracia radical. En la democracia antigua, concluye el autor, «los votantes también se equivocaron y dieron alas a opciones de demagogos populistas como Cleón que acabaron acarreando desastres para la ciudad».