Pintura

¿Qué tienen en común "Las tres Gracias"de Rubens y el Taj Mahal?

El Museo del Prado amplia su web con un programa de inteligencia artificial que vincula las obras con su época. «Las tres Gracias», por ejemplo, se pintaron cuando se erigía el Taj Mahal
El Museo del Prado amplia su web con un programa de inteligencia artificial que vincula las obras con su época. «Las tres Gracias», por ejemplo, se pintaron cuando se erigía el Taj Mahallarazon

La belleza es una de las formas disimuladas de la soledad. El visitante de museos contempla un lienzo en ese aislamiento inevitable que es «la mirada del espectador», sin reparar que un cuadro no es el brote espontáneo de una genialidad ni el resultado de ninguna espontaneidad más o menos talentosa, sino el resultado de un mundo, de una época, que, en el fondo, no es más que la suma de sus inquietudes, pasiones, esteticismos, locuras y frustraciones. El pintor siempre ha tenido más que ver con el actor que participa de una compañía de teatro que con el loco enclaustrado en su torre de marfil o el eremita encerrado en su cueva. El Museo del Prado ha decidido sacar de ese aislamiento/soledad que envuelven los cuadros de su colección, vamos ponerlos en relación de sus variadas «contemporaneidades» para ampliar el marco de su contexto. La pinacoteca ha tirado de la inteligencia artificial para ahondar en las posibilidades de su web y que el navegante curioso de internet que consulte, por ejemplo, «Las tres Gracias» de Rubens descubra que se pintó al mismo tiempo que se construía ese imperio blanco que hoy llamamos Taj Mahal; que «El jardín de las delicias» se terminó mientras se levantaba en Moscú la torre Spasskaya, el símbolo medieval de ese comunismo tan siglo XX que vivieron o padecieron; que las obras de Caravaggio, El Greco o Carraci fueron realizadas mientras Shakespeare escribía desde las catabumbas del ingenio sus distintas dramaturgias, probándose así que ese siglo de Oro de la literatura que fue el XVI no estuvieron desprovistas de mirada, que no eran unas décadas ciegas, sin más imágenes que las metáforas de la poesía, sino que también era sociedad muy abundante y rica en otras figuras y colores, las que aportaban las telas y tapices de los artistas. Con esta nueva herramienta, El Prado, aparte de hacer más explicativo o, lo que es igual, más accesible al público los textos y fichas que acompañan las entradas de los cuadros, les añade una profundidad que no es teórica, sino histórica, científica, arquitectónica y literaria. Es una manera de completar o redondear una obra de arte, de observarla bajo la lupa completa de su época. Goya no resultó un sordo con don en la muñeca para el dibujo y el grabado, sino un pintor que vivió el imperio francés, las guerras napoleónicas y las independencias de las colonias; que Tiziano pintó «Carlos V en la batalla de Mühlberg» cuando esa falla teológica que fueron las guerras de religión dividían el Viejo Continente; que un año después de pintarse el «Fusilamiento de Torrijos», Vang Gogh se desmarcaba con ese lienzo imprevisto que fue «La noche estrellada»; o que cuando Goya remataba «El pelele», Mozart componía la sinfonía número 40, que más que una partitura es todo un resumen de una inteligencia creativa.