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Ramón Salazar: «No quiero enamorarme de lo que ruedo»

Estrena en la sección Panorama «La enfermedad del domingo», el retrato de una madre y su hija reunidas tras 35 años de ausencia.
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Estrena en la sección Panorama «La enfermedad del domingo», el retrato de una madre y su hija reunidas tras 35 años de ausencia.
Con «La enfermedad del domingo», que ayer se presentó en la sección Panorama, Ramón Salazar vuelve a la Berlinale después de estrenar «Piedras», en la sección oficial, en 2002. Austera, dolorosa obra de cámara sobre las relaciones entre una madre y una hija que llevan más de tres décadas sin verse, la película es un ritual de gestos y rechazos, de silencios y réplicas hirientes, interpretado con elegante contención por Bárbara Lennie y Susi Sánchez.
–Hábleme de «Domingo», un corto que no sé si funciona como precuela...
–Una de nuestras máximas era que, en la película, nada fuera verbalizado, por lo que todo el trabajo previo consistía en saber lo que había pasado entre estas dos mujeres en estos 35 años. Era necesario construir el día del abandono, narrarlo con detalle para que las actrices supieran cómo fue. Le propuse al productor rodar un corto, que titulé «Domingo», que cubría esa parte de la trama.
–En sus películas el universo femenino es el protagonista. ¿Qué le atrae de la mujer para convertirla en el centro de su imaginario?
–Ser homosexual en los 70 y 80 no fue nada fácil. De pequeño sufrí mucho acoso por parte de alumnos y profesores. La figura de la mujer –mis abuelas, mi madre, mis tías o mis compañeras de instituto– siempre me hizo de parapeto. Ellas me defendieron, para mí eran y son heroínas, porque probablemente me salvaron la vida, y ahora les devuelvo el favor.
–«La enfermedad del domingo» tiene un tono muy bergmaniano, me recuerda mucho a «Sonata de otoño».
–Cuando arranco una historia que puede tener similitudes con películas que ya he visto intento no revisitarlas durante el proceso de creación. Trato de huir de todo lo cinematográfico, pero tengo muchas referencias fotográficas. Por un lado, estaba el álbum familiar de Serge Gainsbourg y Jane Birkin, y, por otro, una fotografía de Matías Costa de una mujer en un lago, de espaldas. Entre estos dos trabajos se situaba mi historia.
–Me llamó la atención el sonido de diapositiva que utiliza como transición entre los días de convivencia de las protagonistas.
–La película es un álbum familiar. Tiene esa cosa tan triste y efímera de que esos diez días sean recordados como diez diapositivas. Que esos 35 años de vacío entre ellas sean una memoria fugaz. En esa fugacidad también está la intención de huir de lo melodramático: es necesario cerrar una herida pero la experiencia se vive como en un sueño, como algo que podría no haber ocurrido.
–¿Cómo trabajó con Bárbara Lennie y Susi Sánchez?
Tenía planificado un mes y medio de ensayos. Llegaron a Barcelona, hicimos tres lecturas y me di cuenta de que lo que realmente servía era que no se conocieran. Anulé los ensayos y trabajé con ellas por separado. Son actrices muy distintas, y advertí que esas diferencias podían apoyar en positivo a la película. Son dos desconocidas que, a lo largo de la historia, se van ecualizando. Por eso rodamos en orden cronológico, para que el proceso fuera el mismo que el de sus personajes.
–¿Considera «La enfermedad del domingo» como una película de madurez?
En mis otras cintas el ego estaba muy presente, y en esta quiero desaparecer como director, y he descubierto que es el lugar donde quiero estar. No exhibirme con la cámara, no enamorarme de lo que ruedo, y dejar que la película hable. No sé si tiene que ver con la madurez, pero es donde ahora mismo me siento más cómodo.