Cómo sacarle los colores a Shakespeare
Alfredo Sanzol se mete en la mente del Bardo a través de sus comedias para crear «La ternura», un montaje original sobre leñadores y princesas que estrena en La Abadía.
Creada:
Última actualización:
Alfredo Sanzol se mete en la mente del Bardo a través de sus comedias para crear «La ternura», un montaje original sobre leñadores y princesas que estrena en La Abadía.
Unir a Alfredo Sanzol y a Andrés Lima en un mismo espacio es juntar a dos colegas. No lo esconden. Lejos de egos personales. Lo que comienza como una rueda de prensa sin más va evolucionando a un compadreo y «buenrollismo» entre ambos en el que uno retroalimenta al otro y viceversa. Habla Lima, Sanzol pone caritas. Sanzol dice «sí», Lima «no». Se sujetan el micro si es necesario. Posan la mano en rodilla ajena. Bromean, ríen, hablan de esto y de aquello. La conversación se mueve por cualquier arista que se les pase por la cabeza. Improvisan un pequeño «show» sin darse cuenta. La excusa para la reunión: presentar la vuelta del Teatro de la Ciudad a La Abadía con un nuevo ciclo de piezas. Si en 2015 el objeto de estudio era la tragedia clásica –«Antígona», «Medea» y «Edipo Rey»–, esta vez, e inspirados por Shakespeare, se han detenido en la comedia, dando como resultado «La ternura», de Sanzol, y «Sueño», de Lima –que no llega a la Sala Juan de la Cruz hasta el 10 de mayo, así que aquí se aparca su participación por hoy–.
Entre las idas y vueltas de sus palabras, Alfredo Sanzol se detiene en su método: «Leer y releer». Empezó con Cervantes cuando era un chaval imberbe, «apenas doce o trece años», dice. A base de devorar «El Quijote» una y otra vez acabó metiéndose en el imaginario del autor –o al autor en su imaginario– y alcanzando un punto de escritura cercano –sin ofender a los puristas–. Lo mismo hizo con las comedias del Bardo, aunque guardando de nuevo las distancias: «Si lo que Shakespeare hizo fue cuero, lo mío es sky –polipiel–», bromea Sanzol.
Juegos y engaños
Así, «La tempestad» y «Noche de Reyes» quedan muy presentes en el nuevo montaje, como también se pueden ver trazas de «Como gustéis», de «Mucho ruido y pocas nueces» y del «Sueño de una noche de verano». Persecuciones y amores no correspondidos. Juegos, engaños, cambios de identidad, personalidades confundidas, la naturaleza como un lugar mágico... Son los elementos que el autor ha interiorizado –«su estilo, su forma, su atmósfera, sus personajes, sus argumentos, sus trucos...», enumera– para hacerlos suyos en este original que significa «La ternura»: «Quiero que sea una comedia romántica con islas desiertas, naufragios monumentales, reyes frágiles y reinas soñadoras –argumenta el director–. Leñadores miedosos y pastoras tempestuosas, seres mágicos, situaciones imposibles, amores posibles, cambios de identidad, pasiones desatadas, odios irracionales, deseos incendiarios, giros sorprendentes, fantasmas borrachos, apariciones, desapariciones, encuentros, desencuentros y un deseo que une a todos: el deseo de encontrar la ternura como sea, donde sea, con quien sea».
Es, como la define Sanzol, una «fantasía imposible». La historia de una reina «algo maga», dicen, y sus dos hijas que viajan en la Armada Invencible obligadas por Felipe II a casarse en matrimonios de conveniencia con nobles ingleses una vez completada la añorada invasión de Inglaterra. Pero la Reina Esmeralda –«cada personaje va acompañado de un color que es un reflejo de su alma»– tiene una espina clavada: odia a los hombres por encima de todo. Siempre le han «condicionado la vida y quitado la libertad», así que no está dispuesta a que sus hijas tengan un destino marcado de antemano. Por ello, cuando la flota pasa cerca de una isla que la Reina considera desierta crea una tempestad que hunde el barco en el que viajan y así poder escapar. La idea que ronda en su mente: quedarse a vivir allí con las princesas para «no volver a ver un hombre en su vida». El problema es que dan con un lugar en el que desde hace 20 años vive un leñador con sus dos hijos, en una situación similar; huyeron hasta este lugar para «no volver a ver una mujer en su vida». En cuanto las damas descubren que no están solas se visten de hombres para protegerse del mal, que no es otro que el dolor que puede causar el amor. Un sentimiento compartido por el padre de las criaturas, que ha privado a Leñador Azul Cielo –llegó a la isla con solo cuatro años– de la realidad a golpe de repetirle que las mujeres no son más que fantasías.
Viaje tragicómico
Con el choque se desatan las luchas entre impulsos y razón o deseos y realidad de unos personajes empapados del espíritu del dramaturgo inglés. Son ellos mismos los encargados de anticipar unos planes que nunca salen bien sobre un escenario en el que nada es lo que parece. Y donde se abre el abanico cómico de lo bufo a lo sofisticado. Una trama de leñadores y princesas en la que Sanzol ha recuperado el elenco que ya dirigió en «Edipo» –Paco Déniz, Elena González, Natalia Hernández, Juan Antonio Lumbreas y Eva Trancón, más la incorporación de Javier Lara–: «Me gustaba la idea de que ellos también hicieran el viaje de la tragedia a la comedia».
Un género que define como «un tipo de ficción en la que los personajes, cuando están a punto de hundirse, sufren un giro que les hace resucitar. Es la superación del dolor. Deja al espectador en un lugar en el que existe la esperanza», dice un director que se pone tierno para justificar el nombre de la obra: «Porque habla de la fuerza y de la valentía para amar. La ternura es la manera en la que el amor se expresa. Sin ternura el amor no se ve. Lo son las caricias, la escucha, los pequeños gestos, las sonrisas, los besos, la espera, el respeto, la delicadeza. Una sociedad sin ternura es una sociedad en guerra». Por ello, Sanzol concluye diciendo que «si queremos amar nos tenemos que arriesgar a sufrir porque ahí está la imposibilidad de protegernos del daño que produce el amor».