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El regreso a la vida de Carmen Maura

La actriz vuelve a girar con una obra, «La golondrina», 45 años después de su última «tournée». El texto de Guillem Clua llega a Madrid para hablar de terrorismo, de homosexualidad y de cómo encontrar un nuevo sentido para subsistir.
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La actriz vuelve a girar con una obra, «La golondrina», 45 años después de su última «tournée». El texto de Guillem Clua llega a Madrid para hablar de terrorismo, de homosexualidad y de cómo encontrar un nuevo sentido para subsistir.
No tiene empacho el director Josep Maria Mestres en afirmar que «La golondrina» es «uno de los grandes textos de la dramaturgia contemporánea» y que «se convertirá, sin duda, en un clásico». Y algo parecido ha debido de ver Carmen Maura en esta obra escrita por Guillem Clua para que se haya decidido a regresar al teatro con ella. En su larguísima carrera profesional, solo muy esporádicamente ha pisado los escenarios la popular actriz, que se subió a uno por última vez hace casi un lustro –a las órdenes de Mariano de Paco en «Carlota», de Miguel Mihura– y que llevaba nada menos que 45 años sin hacer una gira. Sin embargo, no le está resultando difícil a la artista su reincorporación a las tablas; más bien al contrario: asegura estar «pasándolo genial» como protagonista, junto a Félix Gómez, de una función con cuyo argumento los productores andan muy cautelosos para no destriparlo más de la cuenta. «El teatro solo es divertido si funciona de puta madre –aclara Maura–, y nosotros estamos teniendo en la gira un exitazo increíble. Así que yo estoy muy feliz».
Escrita para dos únicos personajes, «La golondrina» cuenta el encuentro de una rígida profesora de canto llamada Amelia (Carmen Maura) con un hombre joven, Ramón (Félix Gómez), que acude a ella para mejorar su técnica vocal. Ramón tiene la intención de cantar en el memorial de su madre, que ha fallecido recientemente, una canción llamada «La golondrina» que, curiosamente, tiene un significado muy especial también para Amelia. Pronto descubrirán que sus vidas están más conectadas de lo que parece porque ambos están marcados por un atentado islamista perpetrado en la ciudad un año antes; la diferente percepción que cada uno de ellos tiene de aquel acontecimiento y de su significado, y la diferente forma de encararlo, constituyen el motor de todo el conflicto dramático.
Tiempos de polarización
«Escribí la obra poco después del atentado de signo islamista que hubo en Orlando en 2016 –explica Clua–. Aquel hecho trastocó muchas cosas en mi vida. Tuve la necesidad de contar esta historia, sabiendo que, ante unos hechos tan horribles, es muy difícil sacar conclusiones serenas y entender las cosas desde la sensatez. Vivimos unos tiempos de polarización absoluta en los que solo hay blanco o negro; en los que tienes que posicionarte en un extremo o en otro, casi aunque no quieras. Por eso, cuando me puse a trabajar en el texto, la pregunta de la que partía fue esta: ¿es posible encontrar un punto en común entre dos personajes que se enfrentan a este hecho desde posiciones tan contrapuestas? ¿Es posible que puedan tirar hacia adelante juntos, sin destruirse el uno al otro, sin volverse locos y, sobre todo, encontrando de nuevo un sentido a la vida?
Y, aunque los responsables del montaje tratan de dejar esa pregunta en el aire para que sea el espectador quien saque sus propias conclusiones viendo la función, uno intuye, antes del estreno, que la respuesta que da Clua en su obra es que sí es posible finalmente ese entendimiento entre los personajes. Al menos, eso es lo que cabe colegir de las palabras de Carmen Maura: «La función transmite una serie de sentimientos que parten del hecho central del atentado y que luego se expanden a otros lugares; transmite cosas positivas. Es una función que acaba bien. Y eso es muy bonito. Yo, en cierto modo, la he hecho por este motivo. El público sale del teatro con el deseo de expresar su amor, con la necesidad de decir “te quiero” a la gente a la que quiere».
La realidad del odio
Junto con el terrorismo, la homosexualidad es el otro asunto fundamental en la obra. Precisamente, aquella masacre de Orlando que inspiró a Clua, en la que hubo nada menos que 50 muertos y 53 heridos, se produjo en un bar o discoteca gay. «Desde luego, eso fue una llamada de atención a mí escritura –reconoce el autor–. Creo que yo y gran parte del colectivo LGTBI habíamos estado viviendo con una cierta complacencia porque pensábamos que habíamos conseguido muchas cosas, muchos derechos, y que habíamos logrado encajar en una sociedad que por fin nos aceptaba como somos. Hasta que, de repente, llega un señor y se pone a matar gente solo por pertenecer a este colectivo LGTBI. Entonces te das cuenta que la realidad del odio y la realidad de destruir al diferente, aunque habían estado ocultas, seguían existiendo. De hecho, ahora están resurgiendo con algunos partidos políticos». «Y además la función permite ver a una madre frente a la homosexualidad –añade Maura–, y eso no es muy habitual. En estos temas, casi nunca se ha oído a una madre hablando, y eso es lo que más define a mi personaje, su condición de madre».
Sin duda son dos cuestiones, el terrorismo y la homosexualidad, muy candentes en la actualidad social y política; dos temas que el autor dice haberse planteado con «compromiso moral», pero sin la necesidad de relacionarlos con hechos reales concretos: «“La golondrina” no habla de algo específico; creo que es una pieza muy universal. De hecho, está teniendo ya varias producciones internacionales; y creo que eso se debe a que en cualquier parte se entiende de qué habla realmente la obra».
Reparto de lujo
Una de las incógnitas en «La golondrina» es saber si la complicidad que tienen los dos protagonistas ante la prensa se corresponde con la que exhiben sobre el escenario. Desde luego, su director no puede estar más satisfecho con ellos: «Carmen (Maura)
–dice Mestres–; tiene el don de la verdad escénica absoluta, como los músicos que tienen el don del oído absoluto: ella te da la nota adecuada sin tener una referencia previa. Es increíble; es imposible pillarla en un renuncio. ¡Y qué decir de Félix (Gómez)! Posee un talento y una sensibilidad exquisitas; y, además, no le da miedo mostrar su vulnerabilidad en escena, lo cual es oro para un director».

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