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Roca Rey: Puerta del Príncipe de más ímpetu que corazón

El diestro sumó tres trofeos y abrió la codiciada Puerta en la cuarta del abono sevillano
Corrida de toros en la Maestranza
Corrida de toros en la MaestranzaRaúl CaroEFE

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A Roca Rey se lo llevaban en volandas. En hombros. Nada menos que camino del Guadalquivir. Después de la inmensidad del día anterior de Daniel Luque, el peruano Roca Rey abría la codiciada llave maestra que le daba con la tecla del tesoro: el uno más dos o dos más uno, que suman tres para poder abrir la Puerta del Príncipe, que tiene su miga y su magia infinita. Tan estrecha y tan grande. Se le veía feliz. Antonio Chacón había bautizado la buena suerte ya con el tercio de banderillas. Para él fue la música mientras se desmonteraba. Y Roca no despreció ni un resquicio de la buena vibra que tenía Sevilla. Contextualicemos: llevamos ya un trofeo de su primero. Lo tenía ahí. A merced. Estas cosas no ocurren todas la tardes ni muchas veces en la vida. Roca apuró la suerte, se aferró a ella, buscó el paraíso en el más oscuro y recóndito lugar y no tuvo inconveniente en comenzar la faena de muleta de rodillas con dos pases cambiados, muy lentos, tanto que nos dio tiempo a radiografiar lo que iba a pasar. Le pasó cerca, pero eso para Roca no es un problema. Se maneja bien. Desafió el viento en los medios sabedor de que era su «aquí y ahora». El toro puso bien la cara, descolgada, abajo, le costaba viajar, la embestida corta y el empuje justo.
Roca le encontró la medida al dejarle el engaño en el hocico y ligarle los pases sin tiempo para respirar. Fue su resolución de conflicto ante la falta de más toro. Y el público encontró ahí la emoción. Hubo quizá dos o tres tandas con este patrón. Iba rodado. Siempre puesta, sin moverse, sin ceder terreno fue cosiendo en milimétrico espacio las arrancadas del toro y multiplicando el pan y los peces de la falta de transmisión del Cuvillo. Lo puso todo. A la faena le faltaba ese pellizco, esa trascendencia de acontecimiento que deben tener las faenas de doble premio en cosos como Sevilla. La plaza no lo dudó y el presidente tampoco. Fueron las dos orejas. La Puerta del Príncipe y la felicidad colectiva.
Corrida de toros en la Maestranza
Corrida de toros en la MaestranzaRaúl CaroEFE
Ya la faena de su segundo tuvo tintes raros. No fue pletórica ni de fogonazo sino de a ratos. De a pocos, pero no dejó de interesar nunca, porque todo ocurrió muy cerca y en ese terreno en el que no hay margen de error y sí compromiso de verdad. Aguantó las paradas del toro e impulsó su arrancada una cuarta más cuando las banderas se movían sin césar. Ahí abajo parecía otro mundo bajo su control. La espada fue un terremoto, como ocurrió con el toro que cerró plaza.
Diego Urdiales pareció cargar con una maldición. Y de qué manera. Le paró en seco la falta de casta y empuje del primero, que se quedaba a mitad de camino de todo y nada en cada arrancada. Y no salió mejor parado con un cuarto sin casta ni empuje.
Puede que el mayor desafío de Manzanares con el segundo fuera el viento. El toro tuvo muchas cosas buenas, porque contó con nobleza, se abría con ese punto de querer irse, pero se contuvo en la muleta con ritmo. Todo el que descompuso el viento y una desigual muleta de Manzanares que no logró estructurar. Otras teclas desarrolló el quinto, que tuvo faena, pero con ese quedarse más por abajo y hacer hilo. La faena de Manzanares mantuvo el interés, otra cosa fue la rotundidad. Con la espada perdió el rumbo. Ese que cogió Roca Rey derechito a la Puerta del Príncipe. No será de las de recordar, pero no la dejó escapar.
Sevilla. Cuarta de abono. Toros de Núñez del cuvillo. 1º, con peligro, muy orientado; 2º, noble y de buena condición; 3º, de corta arrancada y parado; 4º, apagado y deslucido; 5º, desigual, embiste punto por dentro, 6º, de media pero buena arrancada. Lleno de «No hay billetes».
Diego Urdiales, de albero y azabache, estocada (silencio); pinchazo, estocada (silencio).
Manzanares, de corinto y oro, dos pinchazos, estocada (silencio); pinchazo, media, siete descabellos, aviso (silencio).
Roca Rey, de azul y oro, estocada (oreja); estocada (dos orejas).