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Una nueva era para el mercado

larazon

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Las nuevas reglas del juego del mercado del arte ya se están escribiendo y tienen un claro principio: bienvenido a la globalización con compradores de más de 40 países, que pujan de forma agresiva, están comprendidos en una franja de edad de entre 40 y 50 años y saben de arte. «¿Cómo debemos empezar?», se preguntó el subastador Jussi Pylkkänen, presidente de Christie's Europa y Oriente Medio, antes de dar comienzo a la puja por «Tres estudios de Lucian Freud». Quiso quitar hierro al asunto. Se notaba cierto relajo en el ambiente a pesar de la tensión. Había volado de Londres a Nueva York para vender el Francis Bacon. El lote era el 8A. El nombre en boca de todos para pulverizar su propia marca era el de Jeff Koons con «Balloon Dog (Orange)», estimado en 35 y 55 millones, y que se vendió por 58,405. El equipo de Christie's había colocado la escultura inmensa a la entrada de la galería, cerca de la plaza del Rockefeller Center, un reclamo para curiosos y turistas, que no pararon de fotografiarse a su lado. Koons era claro favorito, pero cuando Christie's anunció que había decidido mover el lote de Bacon del número 32 al 8A debido al interés que los compradores habían mostrado por la obra del artista, quedó claro que no era cuestión de «si se iba a lograr un nuevo récord», sino «de cuántos millones de dólares se iban a recaudar».
Veinte minutos históricos
El tríptico del pintor irlandés de origen inglés, que desarrolló gran parte de su producción en Londres, fue el único lote que se pudo ver en la gran sala de la galería. Uno de los trabajos más icónicos del polémico artista, que sirve para unir a dos de los mejores pintores figurativos. Fue ejecutado 25 años después de que Bacon y Lucian Freud se conocieran. Y durante la venta que se remató el martes se convirtió, hacia las ocho de la tarde (dos de la madrugada en España), en el cuadro más caro del mundo vendido en subasta. Fue una puja de 20 minutos. El subastador Jussi Pylkkänen empezó con 80 millones de dólares. Nada más arrancar había cinco compradores en la sala con la mano levantada y dos al teléfono. Mientras, Pylkkänen no pudo evitar las bromas al tiempo que hacía todo lo posible para mantener la barbilla baja, una técnica, cuenta, que le enseñaron en Londres para no dar la sensación de arrogancia. Quizá, estaba en su derecho. Después de todo, dirigía el espectáculo en una noche de récords. Quedaron el galerista de Nueva York Larry Gagosian y el coleccionista coreano Hong Guy en la sala y otros al otro lado de la línea telefónica en Estados Unidos y China. Hong estuvo dispuesto a subir hasta cien millones. El subastador no podía parar de sonreír. Mentalmente echó las cuentas y supo que si sumaba la comisión de la casa por la venta, le faltaba muy poco para superar el récord de Sotheby's del año pasado con «El Grito» de Edvard Munch, de 119,9 millones de dólares. En apenas un minuto de colocó en 120. En cambio, los compradores telefónicos no estuvieron dispuestos a abandonar. Y entonces el coreano subió a 126. El galerista Bill Acquavella, que participó por teléfono en nombre de un comprador anónimo, no olvidará la noche, pues terminó con la puja con 127 millones de dólares, 142,405 con la comisión de la casa de subastas. Se escucharon gritos y aplausos. Pero, no había hecho más que empezar la velada. Todavía así quedaba el lote 12 con la firma de Jeff Koons. Y toda una noche de récords por delante: el de subasta más cara de la historia con 691,583 millones de dólares, que ya ostenta Jeff Koons como artista vivo más caro (y que hizo doblete al conseguir que su «perro naranja» sea la venta más cara de una escultura contemporánea) y que batió a Gerhard Richtner, que lo poseía desde mayo de 2013 con 37,125 millones de dólares. El compardor muestra cada vez más una irresistible atracción hacia el Pop, que se revaloriza y bate records. El presidente y jefe internacional de Arte de Posguerra y Arte Contemporáneo, Brett Gorvy, ya lo anticipó antes de la venta. Dijo con tono solemne: «Estamos al principio de algo muy grande. Ha llegado la globalización. Tenemos compradores de todo el mundo. Es el principio de una nueva era». En el tablero de monedas que guiaba las pujas se escribieron siete divisas diferentes, algo insólito también y que apoya la citada teoría del experto sobre la globalización: el dólar, el euro, la libra esterlina, el franco suizo, el yen, el dólar de Hong Kong y el rublo.
La globalización es la clave
Lo volvió a repetir el martes por la noche: «Hemos tenido 42 países pujando (en referencia a las nacionalidades de los compradores). Estamos al principio de una nueva era», indicó Gorvy, que quiso destacar el trabajo común para lograr la venta: «Trabajamos como un único equipo (en referencia a las oficinas que tiene Christie's en todo el mundo). Hemos recibido 10.000 visitas estos días previos a la subasta, el público ha demostrado un enorme interés, inusitado. Todos hemos contribuido a hacer de esta noche una noche diferente», apuntó exultante sobre el trabajo de la casa de subastas con presencia en 32 países. En los últimos años, el mercado global les ha llevado a ampliar su presencia en los mercados crecientes como Rusia, China, India y Emiratos Árabes, y a contabilizar con éxito ventas en Pekín, Bombay y Dubai.
Jussi Pylkkänen recordó que «hemos vendido once trabajos por encima de los 20 millones de dólares. Van a ir a diferentes partes del mundo », indicó en referencia a la procedencia de los vendedores y compradores. «No esperaba venir a Nueva York y vender 600 millones de dólares en arte», explicó el experto de la casa de subastas. El jefe de subastas Koji Inoue, de origen japonés, destacó que «todo ha sido un gran esfuerzo de equipo internacional. Ha sido labor de equipo», aseguró el experto. Otra de las grandes piezas de la noche fue el lote 27 de Andy Warhol «Coca-cola (3)», cuya estimación se fijó entre 40 y 60 millones de dólares. «Es una de las grandes piezas de comienzos del artista que definen la Generación Pop. Ha sido una de las más importantes de Warhol durante casi dos décadas», recordó Gorvy. Y se vendió por 57,285 millones de dólares. Donde hay una buena obra, como el lienzo de Bacon, hay un comprador, aseguran los expertos, dispuesto a pagar lo que sea.