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Una vuelta nostálgica

larazon

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En la historia del cine, los remakes eran patrimonio de las series B. Anunciándolos, media campaña publicitaria ya estaba hecha. «King Kong», «Tarzán» y «Godzilla» fueron tres fenómenos que vivieron numerosos avatares hasta fechas muy recientes. Como «Drácula», «Frankestein» y «El hombre lobo», franquicias muy rentables a las que apenas había que introducirles algún cambio para relanzar el monstruo en nuevos escenarios. Durante los años 60, lo que comenzó con una comedia de gran éxito, «La pantera rosa» (1964), acabó convirtiéndose en una serie de refritos, tan interminable como «El planeta de los simios» (1968). Éxitos que animaron a productores y directores a seguir con las secuelas de películas que nunca habrían soñado en convertirse en «blockbusters» y en carne de videoclubes. Ese es el caso de la muy rentable «Rocky» (1977) y los taquillazos «Tiburón» (1975), «Star Wars» (1977) e «Indiana Jones» (1981). Todas ellas hicieron historia con la moda de las recreaciones interminables, muy imitadas en el género de terror con «Halloween» (1978), «Viernes 13» (1980) y «Pesadilla en Elm Street» (1984). Justo este años que se estrena el capítulo final o sexta entrega de la longeva «Resident Evil» (2002), Ridley Scott estrena una precuela de uno de los más famoso títulos de cine de terror espacial, «Alien: Covennat» (2017), secuela de «Prometheus», que a su vez es una precuela de «Alien» (1976). No se trata de reinventar la historia sino de homenajearla con una vuelta nostálgica a ese lugar mítico del que surgió el último mito de terror del siglo XX: el Alien. Aquí entramos en un mundo muy propio de los tebeos contemporáneos, un espacio de ficción en el que los héroes y superhéroes no paran de viajar en el tiempo narrativo mediante «reboots», renacimientos y «retcon», retrocontinuidad, en donde se alteran los hechos conocidos de una historia con otros nuevos. En el fondo no deja de ser una forma posmoderna de repristinar la historia con una vuelta al origen. En cualquier caso, esta moda interminable de refritos con gran presupuesto forma parte del posmoderno recombinar los elementos narrativos, ya sea regresando a un tiempo anterior al del éxito, caso de las precuelas, ya sea tomando los personajes y dándoles una nueva vida, caso de la secuela, o de mezclar lo actual con referencias de su larga historia en los retcon. En cierto sentido, la posmodernidad es mucho más puritana que la vieja modernidad que supera. En los tebeos de Superman coexistían en la misma línea temporal los personajes de Superniño, Superboy y el propio Superman, incluso podían encontrarse en una misma historia, en la línea de los «untold tales», relatos de acontecimientos ya narrados a los que se añade un nuevo punto de vista, o los «crossover»: encuentros entre superhéroes en múltiples dimensiones y planos narrativos.
También trabaja Ridley Scott en una secuela de «Blade Runner 2049» para octubre de este año. Más nostalgia. Lo curioso de este clásico de 1982 es que tuvo escaso éxito comercial y acabó convirtiéndose en un filme de culto. El monólogo del replicante «lágrimas en la lluvia» ha adquirido una dimensión shakesperiana. En cambio, «Alien» fue muy bien recibido por crítica y público, y se produjeron numerosos remakes desde entonces. Es la nostalgia del origen.