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Van Gogh revive en 58.000 óleos

larazon

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Una película pionera de animación a partir de 120 cuadros del artistas holandés y varias exposiciones en distintos puntos de Europa calientan los 125 años de la muerte del gran genio torturado del arte.
El mismo día de su muerte (29 de julio de 1890), a Van Gogh, agonizante, le encontraron en los bolsillos una de aquellas cartas que se cruzó durante años con su hermano Theo. En ella hallaron toda un credo de artista, de artista incomprendido: «Sólo podemos hacer que sean nuestros cuadros los que hablen por nosotros». Y a pesar de las más de 600 misivas a Theo que se conservan, para eterna alegría de los estudiosos de su vida y obra, la frase es rigurosamente cierta: Van Gogh está en sus cuadros, todo Van Gogh. Allí residen el tormento existencial, la ansiedad, la pasión morbosa, la megalomanía, la disociación del hombre que sabe que algún día el mundo entenderá que su obra «vale más que los pinceles con que se hizo». A partir de aquella declaración casi «in articulo mortis» –apenas hacía dos días se había descerrajado un tiro en la campiña de Auvers–, un grupo de apasionados británicos y polacos ha decidido contar la vida del artista a través de sus propios cuadros, en lo que será la primera película realizada íntegramente al óleo. El reto es digno de un pintor que se preguntaba «¿qué sería de la vida si no tuviéramos el valor de intentar cosas nuevas?»: hasta 57.800 óleos pintados por casi 60 artistas en una fábrica londinense para recrear, a partir de 120 obras emblemáticas del holandés, y mediante la técnica del «stop motion», su atormentada vida y descifrar los enigmas que llevaron a su prematura muerte a los 37 años. De hecho, el guión, basado principalmente en la propia correspondencia del genio, plantea una trama detectivesca de falso documental en el que los personajes de los cuadros indagan sobre el fatal desenlace. «En cierto sentido esta es una película de misterio, muy concentrada en el periodo precedente a su muerte –explica Sean Bobbitt, productor ejecutivo de la cinta–; Vincent narró a través de sus cuadros la historia que queríamos contar y nos ofreció el modo de hacerla, porque, a diferencia de otros artistas, él pintó los sitios y personas que conocía bien, como su cartero, su médico, la hija del dueño de la fonda donde vivía... Es a través de esos retratos y de los sitios que pintó, como el Ravoux Inn de Auvers, la cafetería que frecuentaba o su propia habitación, que hemos podido reconstruir la historia mediante un protagonista principal, Armand Roulin, el hijo del cartero, a quien usamos de detective».
El equipo británico de producción Breakthru, encabezado por Hugh Welchman, sello que en 2008 obtuvo un Oscar al mejor cortometraje animado por «Peter and the wolf», y la pintora polaca Dorota Kobiela en labores de dirección, llevan dos años trabajando en este proyecto, que llegará a los cines en los próximos meses y que pretenden presentar a final de verano en Venecia. Con un modesto presupuesto, «Loving Vincent» ha recurrido al «crowfounding» y, en su día, hizo un llamamiento a artistas interesados en engrosar la lista de más de 50 pintores necesarios para llevar a cabo este «trabajo de chinos». «Es crucial para la película que la directora sea una pintora como Dorota, que lideró al equipo de pintores que han trabajado de forma simultánea; hemos ‘‘examinado’’ a cientos de candidatos y los elegidos han tomado un curso preparatorio de seis semanas en animación y para que aprendieran el estilo con que trabajaba Van Gogh», añade Bobbitt. Entre todos, han podido dar vida a los cuadros del genio en 80 minutos. Cada fotograma de la película es un lienzo, cada lienzo tiene cientos de variantes. Cuenta Dorota Kobiela, graduada en la Academia de Bellas Artes de Varsovia, que no hace mucho una producción de este tipo era directamente imposible. Ha sido gracias a las nuevas tecnologías y a la organización espartana como este filme, que se abre con el celebérrimo «La noche estrellada», ha podido llevarse a cabo a lo grande, pues en un principio sólo se había planteado un corto. «Pero Van Gogh es Van Gogh», añaden desde el equipo de Breakthru. La importancia del artista y el enorme material para desarrollar la trama de una vida apasionante y apasionada, convenció al grupo de Wacherman de jugársela al todo. De hecho, el propio productor se enamoró del personaje a través de una exposición de sus cartas en Londres. La apuesta pionera de Breakthru se suma a otras producciones novedosas que a partir de la tecnología permiten revisitar el mundo del arte y acercarlo al gran público a través de la pantalla. En 2011, la cinta polaca «El molino y la cruz», dirigida por Lech Majewski, ya sorprendió al recrear con estética muy fidedigna el vasto relato que se recoge en la obra maestra de Brueghel «Camino de la cruz», con Rutger Hauer encarnando al artista.
«Loving Vincent» no es la única propuesta en torno a la figura de Van Gogh en un año en que se celebran los 125 desde su fallecimiento. El Kunsthalle de Bremen presenta estos días, tras su paso por París, la exposición «Emile Bernard: el pulso de la modernidad», en la que se exhibe por primera vez un boceto de Van Gogh realizado por su amigo Bernard en torno a 1886 en Montmatre. Este retrato fue descubierto recientemente en un álbum de dibujos del francés y es una de las escasas representaciones que se tienen del artista holandés más allá de los cerca de 30 autorretratos que pintó. El diseño, espontáneo, seguramente hecho a vuelapluma en una mesa de café, presenta al genio junto a dos prostitutas y frente a dos botellas de vino en un café parisino. Las cartas enviadas a Theo en aquella época dan fe de la estrecha relación de ambos durante aquellos años de bohemia.
Una marca turística
Para Guillermo Solana, director artístico del Museo Thyssen-Bornemisza, resulta lógico que los 125 años de la muerte del artista no pasen desapercibidos, ya que «Van Gogh es, además de un genio, una marca turística de primer orden». Sin ir más lejos, la pinacoteca madrileña celebró a finales del año pasado la efemérides reuniendo los cinco Van Gogh que atesora la institución entre el Thyssen-Bornemisza y el Carmen Thyssen de Málaga. «En estos meses ha habido y habrá exposiciones estupendas entre Países Bajos, París e Inglaterra en torno a su figura; pero no es sólo ya cuestión museística, pues se están recuperando también molinos que pintó Van Gogh y hay hasta rutas ciclistas señalizadas por los lugares en los que creó el artista», añade Solana. Evidentemente, Holanda es el país que más está poniendo de su parte para reivindicar, más si cabe, la figura del genio. El museo Kröller-Müller ofrece la muestra «Van Gogh & Co», que trata de demostrar la influencia del artista en creadores posteriores comparando naturalezas muertas, paisajes urbanos y figuras humanas de Van Gogh con otros pintores. Los homenajes se suceden en exposiciones o iniciativas más o menos importantes desde Pekín a Viena: decoración de jardines públicos con motivos del artista, copias en 3D de sus cuadros o nuevos estudios biográficos –como uno reciente que asegura que el trastorno bipolar del artista no influyó decisivamente en su obra– demuestran que el interés por un hombre de vida atormentada como él, carne de cine y mitomanía, sigue muy vivo.

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