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#YoTambién: Lo que piensan las españolas

A favor de la campaña que ha sacudido Hollywood, seis mujeres del mundo de la cultura hablan sobre el fenómeno, opinan del manifiesto publicado en Francia y matizan que «no se puede criminalizar a todos los hombres ni meterlos en el mismo saco»
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A favor de la campaña que ha sacudido Hollywood, seis mujeres del mundo de la cultura hablan sobre el fenómeno, opinan del manifiesto publicado en Francia y matizan que «no se puede criminalizar a todos los hombres ni meterlos en el mismo saco».
El terremoto que se produjo a finales de 2017 cuando se conoció la primera denuncia contra el productor más poderoso de Hollywood, Harvey Weinstein, ha devenido con el paso de los meses en tsunami. Al inicial «yo acuso» se han sumado voces y testimonios. La caja de los truenos se ha destapado y el movimiento #MeToo ha entrado en escena con un inusitado empuje al que se ha sumado otro «hastag», el «TimesUp». El silencio autoimpuesto durante décadas, porque el problema no es nuevo (no han sido pocos los libros que han registrado los escándalos de la meca del cine con todo detalle, como el icónico «Hollywood Babilonia») se ha convertido en una única voz. Hasta el principio de esta semana, cuando un grupo de cien mujeres del mundo de la cultura francés entregaban al diario «Le Monde» un manifiesto que ha desatado reacciones enconadas sobre todo en el país vecino al poner por escrito su crítica a la ola de denuncias en Estados Unidos. «La violación es un crimen. Pero el coqueteo insistente o torpe no es un crimen, ni la galantería es una agresión machista», así arrancaba el texto y con él las primeras andanadas a este grupo de féminas encabezado por Catherine Deneuve y en el que figuran también la escritora Catherine Millet, la artista Gloria Friedmann y la ilustradora Stephanie Blake, entre otras. «Como mujeres, no nos reconocemos en este feminismo que, más allá de la denuncia de los abusos de poder, toma el rostro del odio hacia los hombres y la sexualidad. Creemos que la libertad de decir no a una propuesta sexual no existe sin la libertad de importunar. Y consideramos que debemos saber cómo responder a esta libertad para importunar de otra manera que encerrándonos en el papel de la presa», escriben.
Una vez abierto el debate son varias las mujeres del mundo de la cultura en España que han querido dar su opinión. Curiosamente, las actrices a las que se les ha pedido su parecer han declinado pronunciarse en estas páginas. Sin embargo, otras del mundo de la cultura se han expresado alto y claro, como la galerista Oliva Arauna, veterana del mundo del arte, quien comenta que «no se puede llegar a los extremos que estamos llegando. Las mujeres sabemos distinguir perfectamente entre lo que significa un gesto amigable y un acoso en toda regla. No digamos una violación. Tengo la sensación de que hemos llegado a un momento en el que por alcanzar cierto protagonismo vale todo y eso no puede ser. Distingamos y denunciemos cuando el acoso sexual sea una realidad y un hecho. ¿No puede ser una mano en una pierna un gesto de amistad, únicamente de amistad?», se pregunta para acto seguido señalar que «por este camino vamos abocados a una caza de brujas». Arauna comenta que nunca ha sufrido un tema de acoso sexual en el mundo del arte, «quizá porque no sé muy bien qué se puede tratar de conseguir en este mundo de las artes plásticas. No se mueve el dinero que en el del cine. Se funciona de otro modo», asegura. ¿Se podría rodar hoy una película como «Belle de Jour»? Le basta una palabra para responder rotunda. «No. Hoy, no». Se manifiesta defensora de #MeToo y de la denuncia pero distinguiendo siempre entre violación, acoso y roce.
Ridícula «Carmen»
Esta semana también saltaba a los medios que en el teatro del Maggio Musicale de Florencia un avezado director de escena, Leo Muscato, había presentado una versión de «Carmen» de Bizet. Ella, pistola en mano, mataba a Don José en vez de ser él quien le diera muerte. En Italia, y en el resto del planeta, se echaron las manos a la cabeza: ¿Por qué? ¿Será una ocurrencia aislada de un regista que ha conseguido que no quede una sola entrada para las funciones florentinas o corremos el riesgo de que se extienda como una inmisericorde epidemia? Rápidamente ardieron las redes, Twitter en este caso, con los «hastag» #CarmenNonMuore y #GirlPower. Una de nuestras Cármenes, la mezzosoprano María José Montiel, está atónita con una propuesta que califica de «demasiado barata y fácil, oportunista eso de cambiar el final. Bastantes barbaridades se hacen ya como para desvirtuar la obra y cambiarla. Eso no quiere decir que no se pueda escribir una ópera sobre un problema tan aterrador como es el de la violencia de género y el maltrato», dice y apostilla: «Cambiar el espíritu del compositor y del libretista, no». El manifiesto de Francia no le convence a Montiel «porque no ha lugar con todo lo que está sucediendo. Quienes lo firman es posible que no hayan sufrido un acoso verdadero, o extorsión, trato vejatorio, exclusiones, aunque de ahí a meter a todos los hombres en el mismo saco... No sé si se puede hablar de una caza indiscriminada, pero lo que sí tengo claro es que hay bastante gente que se está aprovechando del momento. ¿Por qué no se haya dicho hasta ahora está mal visto que se denuncie en este momento? Alguna vez tenía que suceder y ese momento ha llegado». De su experiencia personal asegura que «jamás he tenido que pasar por ningún aro ni me he sentido acosada. Nunca he tenido que arrodillarme. Los totalitarismos le aterran a la cantante que deja claro que «no se puede decir ahora que todos los hombres son unos violadores, pero sí que las mujeres seguimos estando en clara desventaja porque el poder en el mundo sigue siendo masculino, aunque generalizar, nunca. Y confundir, tampoco. Para mi el violador merece cadena perpetua y cárcel de por vida porque es un criminal. Un achuchón es otra cosa, por favor, lo mismo que un gesto de cariño».
En la misma línea de pensamiento se sitúa la escritora Carmen Posadas, inmersa en la redacción de nuevo libro, quien abre fuego diciendo que «para luchar no podemos caer en los mismos errores que los hombres y ponernos en plan Torquemada y meter al género masculino en el mismo saco. O cambiar el final de “Carmen”, que es caer en el ridículo absoluto, que no hace sino desautorizar reivindicaciones de peso que llevan al absurdo» y comenta una estrambótica iniciativa que quiso poner en pie la Universidad de Granada de feminizar los meses del año que pasarían a denominarse enera, febrera, marza... «Demos al problema, que es muy grave, la dimensión que tiene y su importancia pero sin caer en histerismos ni sobredimensionarlo. No se puede demonizar a todos los hombres. No es lo mismo poner la mano sobre al pierna de un igual que sobre la pierna de quien está por debajo de ti», subraya. ¿Cree que en España podría ser posible un manifiesto de características similares al francés? «Creo que no. Las mujeres no se quieren mojar. Tienen mucho miedo. Hablas y se te pueden tirar las feministas al cuello y sacarte los ojos», contesta con rotundidad. A Beatriz Hernanz, directora del Instituto Cervantes de Palermo, le parecería plausible una iniciativa en España similar a la gala «para ver por dónde podría ir aquí el tema, pero buscando siempre el justo equilibrio y no ideologizando hacia los extremos. No tenemos que confundir el tocino con las témporas». Propone trabajar en una línea cimentada en el «equilibrio, la sensatez y la mesura no buscando el odio al otro, que en este caso es el hombre, al diferente porque se sale de madre y nos hace un flaco favor. Tenemos que escuchar a quien piensa distinto y apoyar el derecho a la disidencia porque sin él no hay debate sino Inquisición», explica.
demasiado ruido
Para Hernanz «el ruido que oímos constantemente hace daño al verdadero feminismo. Es un movimiento que ha dado pasos verdaderamente importantes pero que no se vaya al extremismo porque eso es retroceder» y habla de la «naturalidad de cortejo» y de que la base de todo estará siempre en la educación «en una sociedad de extremos en la que vivimos y que está repleta de matices que debemos saber apreciar». Y deja claro su pensamiento: «No debemos confundir seducción con agresión. Un gañán en la seducción no tiene por qué ser un acosador o un violador. No nos salgamos de madre y entremos en integrismos».
El pasado mes de noviembre la escritora y colaboradora de LA RAZÓN, Marta Robles, se vio en la necesidad de contestar vía «La gaceta de Salamanca» a un artículo de Javier Marías titulado «Protocolo sexual preciso» (publicado el mismo mes) y hacer constar por escrito que los límites, además del sentido común, la igualdad o desigualdad de las relaciones. «El abuso se produce cuando existe una jerarquía» y matiza que en el manifiesto de «Le Monde» existen contradicciones aunque queda muy claro que no todos los hombres pueden meterse en el mismo saco. Para que un movimiento tan importante como el #MeToo tenga sentido es necesario diferenciar y hay mucha gente que no lo hace, por el bien de las mujeres y de los hombres buenos, que los hay. Y son muchísimos. Acoso no es todo y no todo es agresión. Creo en la valentía de quienes han redactado ese texto, pues no es políticamente correcto; sin embargo, no me gusta que las mujeres se enfrenten con las mujeres. Aquí me extrañaría ver impreso un texto similar. Somos muy echadas para adelante con montones de causas pero en el tema del acoso, no. Hay mujeres que en España han hablado, pero no se ha pronunciado un solo nombre. Nos da miedo. Tengo la percepción de que bastantes mujeres no se atreven a expresar su opinión pensando en que puedan verse señaladas».

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