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Arabia Saudí, sede de la Supercopa: en fuera de juego en derechos de la mujer

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Cuando en 2012 Arabia Saudí permitió por primera vez en la historia del reino que dos mujeres participaran en los Juegos de Londres, el mundo entero aplaudió y el Comité Olímpico Internacional se jactó de los beneficios del deporte. Ellas fueron recibidas como heroínas en Reino Unido, pero en su tierra, la judoca Shakerkani y la atleta Attar fueron tachadas de «prostitutas». Para los que pensaban que se había avanzado en derechos de las mujeres a nivel institucional, en 2015 Riad propuso al COI unos Juegos Olímpicos solo para hombres.

Y es que hasta que Mohamad Bin Salman (MBS) no fue nombrado príncipe heredero en 2017 no llegó la verdadera «revolución» en cuanto a los derechos de las saudíes. Una apertura enmarcada en su plan de reformas «Visión 2030». No tanto por una cuestión feminista sino puramente económica. La mayoría de las mujeres en Arabia Saudí, más de la mitad de la población, no trabajaban. En parte porque ni siquiera podían acudir a su puesto laboral en coche, ya que tenían prohibido conducir.

De ahí que una de las medidas más sonadas fuera la de levantar el veto a las conductoras. LA RAZÓN estuvo en Riad en 2018, en plena vorágine de reformas y aperturismo. Las saudíes colapsaron las autoescuelas y hubo gestos preciosos de solidaridad entre ellas. La letra pequeña de esta novedad es que solo puede impartir la clase otra mujer, y es imposible quedarte a solas con un hombre que no sea tu familia dentro del mismo vehículo, así que muchas saudíes que habían vivido en el extranjero y tenían carné se dedicaron a enseñar a sus compatriotas.

Otro de los hitos que han logrado las saudíes, aunque todavía con restricciones, es el de no necesitar del permiso de su guardián o tutor para todas las decisiones importantes o, simplemente, para cosas más cotidianas como salir de viaje al extranjero.

No se puede decir que no estén avanzando, pero es que realmente estaban a años luz de la mayoría de países. El machismo está anquilosado en la sociedad saudí, que es mayoritariamente conservadora y religiosa. La vestimenta obligatoria para la mujer, la abaya (una túnica que cubre los brazos y las piernas), se ha ido modernizando e incluso aclarando del negro a colores más claros, pero sigue siendo imprescindible.

El velo islámico, llevar el pelo sin cubrir, ya se permite, pero son muchas las jóvenes a las que algún agente religioso les ha increpado por ir maquilladas o mostrar el cabello... A las extranjeras se les permite ir sin velo, pero la abaya negra es el uniforme «oficial» en Arabia Saudí. Tampoco se puede entrar al gimnasio con hombres, ni a la piscina con varones, ni siquiera en un hotel de cinco estrellas lujo superior. Con suerte, el hotel tendrá una zona, más pequeña, para que las clientas puedan darse un chapuzón. La segregación es de lo que más llama la atención. Conciertos con dos entradas y separados con vallas (a la izquierda las mujeres y a la derecha los hombres), vagones masculinos y otros para «familias», como indica el eufemismo, zonas de restaurantes o tés para hombres. Hasta en los centros comerciales, tan visitados por los saudíes, hay zonas únicamente para mujeres. Y nadie debe olvidar que todavía hay activistas en las cárceles.

Con la orden de la muerte de Jamal Khashoggi, el columnista de «The Washington Post» descuartizado en el consulado saudí en Estambul, la imagen de MBS quedó por los suelos. Su campaña como reformista dejó de ser comprada por Occidente. El príncipe heredero se esforzó en la organización de eventos internacionales para que se hablara positivamente de Arabia Saudí. Un programa en el que se enmarca esta Supercopa de España que se va a disputar desde hoy en el estadio Rey Abdullah de Yeda. Tres partidos a los que podrán acudir libremente las mujeres.