Ciclismo
La conexión eslovena del Tour
Roglic y Pogacar se disputan el triunfo en el Tour en la cronoescalada de hoy. Cualquiera de los dos será el primer esloveno en ganarlo. Un país de poco más de dos millones de personas domina el ciclismo mundial
«Tengo uno que es tan bueno como él», decía Joxean Fernández, Matxin, cuando le hablaban de Remco Evenepoel en sus comienzos como profesional. Matxin es el director del UAE, el equipo patrocinado por los Emiratos Árabes Unidos, en el que corre Tadej Pogacar y sabía de lo que hablaba. El fichaje del joven esloveno había sido una pequeña obsesión para Matxin cuando era un buscador de jóvenes talentos para el Quick Step. No pudo ficharlo, porque se adelantó el equipo de los Emiratos, pero la casualidad quiso que el UAE lo llamara para ser su director y pudieran encontrarse.
En sus tres temporadas como profesional ha ganado el Tour del Porvenir, ha sido tercero en la Vuelta y va camino de ser segundo en el Tour en el año de su debut un día antes de cumplir los 22 años. Además, el año pasado ganó tres etapas en la Vuelta y este año ya lleva dos en el Tour.
«Nos encontramos ante un talento puro, de clase, con instinto ganador, No destaca especialmente en nada, pero todo lo que hace lo hace bien, es buen escalador y buen contrarrelojista. Es un ciclista muy completo y de gran proyección, sin duda», decía Matxin en febrero del año pasado después de la exhibición de Pogacar en la Vuelta al Algarve, la carrera que lo confirmó en el ciclismo profesional.
«Necesitaré días para asimilarlo», decía Pogacar después de ganar la penúltima etapa de la Vuelta el año pasado y de confirmar su tercer puesto en el podio. Pero el joven esloveno lo asimila todo con una naturalidad increíble, como si fuera consciente de que su destino está marcado para hacer grandes cosas.
De él se esperaba que fuera el sucesor de Primoz Roglic, el otro esloveno que domina el Tour. Pero su precocidad ha provocado una rivalidad donde sólo se imaginaba una sucesión. Pogacar admira a Roglic, aunque no fue su inspiración para empezar a montar en bici.
Tadej siguió el camino de su hermano mayor cuando tenía nueve años, pero ha llegado mucho más lejos. Sus padres confiesan que le echan de menos y que apenas pueden contactar con él de manera telemática. Pogacar vive con su novia y entregado totalmente a la bicicleta.
«Pogacar es un amigo, pero también un rival para la victoria», decía Roglic en la Vuelta el año pasado. Entonces todavía podía ser una sorpresa. Ahora ya no sorprende a nadie. Roglic sigue siendo el favorito, el ídolo del ciclismo esloveno, pero ahora comparte el reconocimiento de su afición con el joven Tadej.
A Roglic le cambió la vida una caída. Era saltador de esquí y hasta los 21 años no tocó una bici de carretera. Pero el ciclismo se convirtió en parte de su terapia después de un grave accidente que le provocó contusiones cerebrales y fractura de nariz. Pero las secuelas fueron más graves. Roglic, que había sido campeón del mundo junior en 2007, empezó a conocer el miedo. Reconoce que había perdido el respeto necesario a los esquíes y, a pesar de que ya había debutado en la Copa del Mundo, en 2012 decidió convertirse en ciclista.
Tenía ya 22 años, los que cumplirá Pogacar el lunes. Después de un año como amateur fichó en 2013 por el Adria Mobil de su país. Y de ahí, al Jumbo en 2016. Su progresión en la bici fue espectacular hasta llegar a la explosión del año pasado. Era el favorito en el Giro, pero ganó la Vuelta y ha llegado al Tour como máximo aspirante. Una condición que defiende cada día en la carretera.
Su equipo lo arropa, dentro y fuera de la carrera. El director del Jumbo, el holandés Merijn Zeeman, ha sido expulsado de la prueba después de una «acalorada discusión» con uno de los jueces de carrera, que estaba inspeccionando la bicicleta del líder del Tour en busca de un motor. Es una inspección rutinaria, que se hace cada día en las grandes carreras, pero al parecer el comisario quiso desmontar la bicicleta él mismo para comprobar que el impulso de Roglic no fuera artificial. Hubo palabras y casi algo más por parte del director del equipo holandés después de que, según su versión, los comisarios dañaran la bicicleta del líder.
Zeeman pidió disculpas, pero eso no le ha librado de la sanción.Ya no ha podido subirse al coche para dirigir al esloveno, que ha tenido que enfrentarse a otras acusaciones. «Estoy limpio, no tengo nada que ocultar», aseguraba hace unos días en respuesta a la pregunta de si se podía confiar en su pureza. A Roglic no le sientan especialmente bien esas preguntas. En realidad, no le sienta bien ninguna. En la pasada Vuelta a España tuvo que atender muchos días a la prensa por obligación al llevar el maillot rojo de líder. Demostró ser un hombre frío, tanto que rozaba, como poco, la mala educación. No disimulaba con su gesto la sensación de que las preguntas de la prensa le hacían perder el tiempo. Y en muchas ocasiones no aceptaba más de una pregunta o dos.
Roglic demostró entonces que no presta demasiada atención a todo lo que pueda distraerle de su objetivo. Ahora sólo se centra en ser el primer esloveno en ganar el Tour. El triunfo está entre él y Pogacar, los dos máximos representantes del milagro ciclista de ese país de poco más de dos millones de habitantes. El tercero es Luka Mezgec, un destacado esprinter que fue segundo en la etapa de ayer.
Hoy les espera una cronoescalada de 36 kilómetros camino de Le Planche des Belles Filles. Roglic es el especialista contra el reloj, pero Pogacar ya le ganó a finales de junio en el Campeonato de Eslovenia. «He visto el recorrido y me viene bien», advierte Pogacar.
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