Sección patrocinada por: sección patrocinada

Barcelona

El sinvivir de Leo Messi

Pagó su frustración con una expulsión, mermado físicamente y en otro partido importante en el que el Barça no dio la talla, lo que no suma para que siga. Y el PSG enreda con su futuro

Noticias de última hora en La Razón
Última hora La RazónLa RazónLa Razón

El futuro de Messi sólo lo sabe él, o seguramente, en estos momentos, ni eso. Puede estar viviendo sus últimos seis meses en el equipo azulgrana, donde lleva toda la vida, porque en verano es libre y derrotas como la de la final de la Supercopa no son una ayuda para convencerle de que siga, de que el equipo va a ser competitivo en los próximos cursos, que sería la manera de seducirlo. La mejora mostrada en el comienzo de 2021 no tuvo continuidad, porque no se trató sólo de perder; el cómo en este caso también importó, incapaz apenas de generar peligro el equipo en la portería de Unai Simón.

No ha dado la talla el conjunto azulgrana (ni Leo) en los duelos importantes como el clásico con el Real Madrid o el partido contra el Atlético o el último, que le podía llevar a levantar un título después de más de un año y medio en blanco. El choque contra el Athletic dejó, además, una imagen histórica: Messi expulsado por primera vez con esa camiseta (con Argentina le ha pasado dos veces, una de ellas el día de su debut a los 43 segundos de salir al campo). No pasó nada que no sucediera en miles de partidos: un jugador frustrado y con su equipo perdiendo se calentó y se quitó de en medio de mala manera a un rival que le quiso cortar el paso. Pero con Messi todo se mira y analiza con cuidado, y se le criminaliza o se le justifica, y más en la situación en la que está.

La primera duda es si tenía que haber jugado por las molestias que arrastraba en el bíceps femoral de la pierna izquierda. Koeman dijo que estaba bien, pero el delantero, al abandonar el campo, fue pillado en una foto echándose la mano a esa zona del cuerpo. Su participación en el partido fue casi intrascendente, otro dato a favor de que estaba mermado. Forzó para jugar, lo que habla de su implicación, pero la derrota es un golpe duro por mucho que Koeman le quite trascendencia al hablar de que se trata de un equipo en proceso de transformación. Messi no tiene tiempo a sus 33 años y medio para proyectos a largo plazo y esta temporada el panorama es complicado: la Liga está lejos, pensar en ganar la Champions hoy en día es poco menos que una utopía y la Copa no parece suficiente para contentar al «10». En la entrevista en laSexta dijo que ahora (en diciembre) estaba bien, que lo pasó mal en agosto y que hasta el final del curso no tomaría una decisión. Estos meses van a ser una montaña rusa para él, mientras el PSG enreda con la entrevista de Leonardo, su director deportivo, en «France Football» diciendo poco más o menos que lo están esperando con los brazos abiertos. Tampoco ayuda la situación que atraviesa el club. El propio Busquets, hombre discreto, admitió que habían vivido la peor situación institucional desde que él está en el primer equipo, y hace ya trece campañas. Para colmo, el próximo domingo se iba a conocer al nuevo presidente barcelonista, pero la restricción de movilidad por la pandemia ha hecho inviables las elecciones ahora, y habrá que esperar al menos un mes y medio, hasta el 7 de marzo, para que la entidad tenga una cabeza visible que se encargue, entre otros asuntos, de hablar con Messi.

La forma en la que está redactada el acta del árbitro Gil Manzano («Lionel Andres fue expulsado por el siguiente motivo: Golpear a un contrario con el brazo haciendo uso de fuerza excesiva estando el balón en juego, pero no a distancia de ser jugado») hace prever un castigo de dos partidos para el capitán barcelonista, que cumpliría en Copa ante el Cornellà y en Liga ante el Elche, aunque si el Comité de Competición considera que hay agresión la pena se iría al menos a cuatro encuentros.